El hombre comenzó a ser hombre cuando comenzó a hablar. Aristóteles en las Categorías enseña que hay correspondencia entre el pensar y el ser, y el pensar se expresa en palabras. Es decir, la palabra corresponde a un concepto que parte de un ser o realidad. La palabra dice lo que es esa realidad. Por eso cuando aparece una nueva realidad nos inventamos un nuevo predicado, esto es una palabra para expresarlo después de haberse formado el concepto. Hasta que no hay un concepto claro de una cosa y su definición no hay palabra para expresarlo. Y si el concepto es claro permanece la palabra que le corresponde. Así progresa el conocimiento y avanzan las ciencias.
El Nuevo Diccionario de la lengua española de la Real Academia tiene 9000 entradas más que el anterior. Eso significa que ha recogido conceptos de realidades que han ido apareciendo en estos últimos años, sobre todo referentes a la ciencia, a las comunicaciones, y especialmente a internet. Y como muchos de esos avances e inventos se han hecho en Estados Unidos (en España seguimos diciendo "que inventen ellos", aunque inventemos un poquito), nuestra lengua se está poblando de anglicismos. Pero más significativo me parece el aumento de las acepciones de las palabras con las que engorda el Diccionario; pero ese grosor no es siempre sinónimo de progreso de la sociedad y hasta puede ser un desprestigio de la misma palabra. Sólo un ejemplo. El prestigio de la noble palabra filosofía, que ha durado unos 25 siglos, desde los griegos, ha caído en picado con la nueva acepción: "actividad reflexiva, mediante la cual un entrenador de balompié decide la distribución de delanteros y defensas". Naturalmente, un significado economicista (miren los millones que ganan los del balompié por ser filósofos). Y ha recogido más acepciones referidas a la industria y el comercio. Pero creo que el Diccionario no ha recogido todavía aquella otra del concejal de "medioambiente", que decía en su discurso: "nosotros tenemos nuestra propia filosofía de la recogida de basuras". Así, yo preferiría que me llamaran "amante de la filosofía" (la acepción de los griegos") o simplemente pensador.
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