Tragedias evitables

El drama de la inmigración clandestina sigue incrementando y sumando miles de muertos en el mar ante la impasible mirada de la comunidad internacional. Se habla de cifras y no de personas. Son hombres, mujeres y niños que se ven abocados a huir de sus casas cruzando el mar sin importarles el oleaje o la tempestad, arriesgando su vida y utilizando embarcaciones no aptas para navegar, cayucos, pateras o neumáticos, cualquier cosa que flote les vale para huir de la pobreza, el hambre y, sobre todo de las guerras. En su desesperación contactan con mafias que les engañan, aprovechando su vulnerabilidad, con armiñas y promesas de un nuevo mundo para luego ser abandonados a su suerte. Todos tenemos grabadas en nuestras mentes imágenes de jóvenes, hombres, mujeres, algunas embarazadas y niños extenuados y desorientados cuando son rescatados en el mar por los servicios de salvamiento marítimo. Tragedias como la producida en las costas de Libia donde se hundió un barco con 800 personas o el barco de inmigrantes y refugiados con cientos de pasajeros que han sido abandonados en alta mar después de que las autoridades de Malasia, Indonesia y Tailandia hayan rechazado a las embarcaciones y prohibido que se acerquen a sus costas nos demuestran la dimensión y gravedad del problema, además del salvaje comportamiento de algunos seres humanos y el cinismo e hipocresía de los gobiernos.

Los datos que recogen algunas organizaciones internacionales son aterradores. En un informe elaborado por ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados) nos refleja el drama de más de 45 millones de personas refugiadas o desplazadas en el mundo y asegura que más de un millón de personas han muerto, desde el mes de marzo, en el mar. Pero hasta donde es soportable esta falta de humanidad. Si en estos momentos el principal motivo de la huida masiva es producido por las guerras dónde ha quedado el derecho internacional humanitario y los convenios de Ginebra que protegen a las víctimas de conflictos armados. No vale tranquilizar conciencias ofreciendo solo ayuda humanitaria, se deben hacer esfuerzos para buscar otras soluciones prestando apoyo y la ayuda necesaria a todas estas personas para que puedan reconstruir sus vidas.

Europa ha mirado siempre para otro lado dejando que el problema se solucione solo, alegando problemas de seguridad estratégica y defensa de fronteras. Pero mientras tanto siguen llegando inmigrantes y produciéndose muertes, tanto en las fronteras terrestres como marítimas. Las medidas no pueden ser solo de control policial en las fronteras para impedir que mueran más personas en el mar. La Comisión Europea, no ha dado respuesta a estos dramáticos y escandalosos sucesos, ahora parece que reacciona tímidamente proponiendo un sistema de cuotas obligatoria para distribuir a los demandantes de asilo entre todos los estados miembros. Aunque los criterios aún no están muy claros, el ministro español de Asuntos Exteriores se opone a esta medida argumentando que España tiene la tasa de paro más altas de Europa, sorprende y resulta sarcástico la utilización del paro que hace el Gobierno cuando le conviene, durante toda la legislatura ha estado negando sistemáticamente la gravedad de las tasas de paro que tiene España, incluso se han permitido el lujo de prometer la creación de dos millones de empleos durante la próxima legislatura.

Como vemos hay demasiada incomprensión en este tema, por lo tanto el ministro lo primero que debe hacer es respetar los derechos humanos y abordar el asunto desde el punto de vista humano y ético. Es necesario adoptar medidas realistas y eficaces porque las tomadas hasta ahora no sirven. La inmigración no se detiene, sigue y cada vez más.