Me voy de excursión cultural a una población hermosa y sorprendente de esas que uno siempre pasa rodeando rotondas y en las que nunca entra porque esto de la autovía nos engolosina y hala, a pisar el acelerador como si no hubiera mañana. Pero sí, hoy nos hemos detenido a gozar de la historia, de la mañana de domingo llena de niñas de comunión a cual más globuda y espantosa y de invitadas sobreviviendo al empedrado con los tacones y los tocados esos que dan dolor de cabeza y no solo al ir a pagarlos. Como ven, no es que me entusiasme mucho esta celebración que yo haría en la intimidad de la iglesia si no fuera porque a la niña bonita le va el ecumenismo y lo mismo tiene una abuela devota de Santa Teresa que un padre musulmán y una canguro Testigo de Jehová. Pero reconozcamos que la villa histórica estaba bella y hasta los marineritos y los futuros almirantes de corbeta mesetaria tenían su gracia bajo el sol de mayo, que no todo van a ser polisones y niñas peinadas para la ocasión? es tiempo de comuniones y nosotros estamos de paseo histórico mientras nos reímos porque la niña bonita está muy enfadada con eso de no poder votar, y no por los globos que reparte el partido de Pedro o los azules del de Mariano, no, a ella le gustaría elegir al que más prometa para ponerle en el poder y esperar, pobre criatura, que se cumplan las promesas. Eso sí, si a veces ni su madre puede cumplir lo que promete, ya me dirán qué puede esperar la nena de un político que, en cuanto ha metido ?el pie en el cargo, se supone- nada de lo prometido.
Pero ahí tienen los carteles con el rostro del postulante a alcalde de esta ciudad pequeña y me doy cuenta de que el caballero no es guapo, sino lo siguiente. Un tipo resultón que queda bien en la foto y no como el pobre hombre que va para presidente de la comunidad, a quien parece que la foto se la ha hecho uno de otro partido. El candidato es guapo a rabiar ?menos que mi chico, que conste en acta, pero este no se presenta a nada- y nos mira desde la pancarta balanceándose juguetonamente, concitando miradas y esperando votos ¿Cuántas no votarían a Felipe González por la cara y la apostura de modernidad que exhibía? ¿Cuántos asesores de imagen tiene que tener Hillary Clinton para que la voten como la primera presidenta norteamericana? Si la cara es el espejo del alma ¿Votamos al rostro o al partido, al nombre o al programa? Si hablamos de un equipo ¿Qué hace el careto del candidato copando avenidas, farolas, pancartas y pasquines que encuentro en mi buzón feliz de ver papel blanco en la ranura y que no sea el recibo de la luz o el recordatorio de que me van a pasar los seguros de vida, de hogar, de coche y hasta de madre coraje? Que no, que a mí la cara del candidato no me dice nada, por eso agradezco esos retratos de Schommer frente a un cuerpo que enseña las manos desnudas diciendo, como Sancho Panza, que si con nada entró en el gobierno de la Ínsula Barataria, sale con nada. Y la nena que quiere votar? esta no sabe que se ahorra el dilema de querer cambiar sin caer en insolvencias. Les miro a la cara o al programa y miren, prefiero preparar otra excursión de mayo para seguir viendo alegría en la calle y niñas y niños en estado de gracia.
Charo Alonso
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