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Apuntes sobre ‘La voz del retorno’, de Muñoz Quirós
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PRESENTACIÓN DE ALFREDO PÉREZ ALENCART

Apuntes sobre ‘La voz del retorno’, de Muñoz Quirós

Actualizado 18/05/2015
Montse Villar

El destacado poeta A. P. Alencart, profesor de la Usal y colaborador de SALAMANCArtv AL DÍA ofrece la introducción al acto de presentación del poemario de M. Quirós en la jornada de clausura de la feria

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Tengo leído (entrañado, sería correcto decir) el último libro del notable poeta que es mi amigo José María Muñoz Quirós, tan abulense como salmantino, aunque siempre castellano por sus constantes escalas en Valladolid, Segovia...

Se trata de 'La voz del retorno' (Erisaces Editora, Orense, 2015, pp. 74. Contiene prólogo de Antonio Colinas y epílogo de Juan González Soto, abulense trasterrado en Tarragona). No es otro poemario más, a mi entender, sino un libro donde el autor, también Premio Ciudad de Salamanca de Poesía, ha decantado todos los anteriores (que son numerosos y reconocidos con premios de primer nivel).

En esta última cosecha, Muñoz Quirós ofrece la esencia de sus adentros, esa cartografía interior que todo ser humano debería poder expresar para evaluarse, descubrirse y/o verse en el espejo más íntimo: también resulta un ejercicio de la memoria o un testimonio notarial del tránsito existencial desde la madurez hasta la niñez, retorno o camino de vuelta, para luego seguir la travesía hacia lo por venir, siempre intuido pero siempre con su hálito de misterio y de asombros cotidianos.

Y aunque es evidente un vívido anclaje al territorio, como veremos más adelante, prefiero empezar resaltando un breve texto, de los cincuenta y cinco acopiados, donde Muñoz Quirós expone aquello más valioso para él: "Lo humilde, lo pequeño. La breve/ sensación de lo inservible y lo escondido./ Las cosas esenciales. Aprendo a ver el curso/ de la luna en la altura, pretendo/ que lo que está tan lejos se aproxime/ hasta mí como el ruido del viento/ ululando en las ramas de la encina,/ como la voz de lo perdido/ en el fluir del agua lentamente" (p. 31).

El amor lo tiñe todo, no obstante el paso del tiempo; de las estaciones que propician frío y calidez; de las nieblas, luces y oscuridades que acompañan cada logro o traspié, mientras se otea el horizonte que no sólo está hecho de paisaje. El amor, decía, y sus recuerdos más intensos: "Allí el amor nos encendió en su llama,/ jóvenes como juncos caminamos/ hacia la altura que dominan/ las águilas/ en su vuelo invisible./ Fue hermoso/ como era hermoso el mundo,/ como nuestra propia existencia/ construida en el tiempo de lo hermoso./ Allí el amor nos mojó con sus labios/ para avivar la sed que no se sacia nunca" (p. 29).

[Img #310555]Ese amor a la amada esposa y a la ciudad amada están muy presente en otro poema que estimo inesquivable, por su logrado temple lírico y por la mucha confesión que aporta: "No podría/ vivir en otra orilla./ Tener otro horizonte/ en el ángulo tibio de la piedra/ donde se nubla el muro./ No es posible descubrir otro sendero/ en el que tú no habites,/ otro viento que no levante el vuelo/ de una penumbra desterrada/ en los confines del camino,/ diluido/ en el secreto de una rama/ florecida en tus manos" (p. 34).

Así como lo íntimo, también el drama de la emigración castellana, que duele profundamente al poeta, ocupa un lugar señero en este libro. Aquí su sentida protesta: "Los hijos de esta tierra/ siempre han dicho adiós/ cuando ha llegado el día/ del abandono./ Han inventado su futuro,/ se han perdido en los mares/ del tiempo, en los desvanes/ de la tristeza./ Los hijos de esta tierra estremecida/ por el silencio oscuro, cuando escriben/ en las páginas breves del pasado/ han salido del humo, han invadido/ el corazón del hombre. Han naufragado/ en los mares lejanos y han dormido/ en el cansancio. Cuando sueñan volver/ solo les queda un campo negro donde pueden/asomarse al abismo,/ un doloroso pan de triste ausencia" (p. 39).

Pero volvamos a esa voz del retorno, a estos cánticos esenciales en torno a sí mismo: fidedignos contrapuntos interiores los de José María, un ser que reconoce saber y no saber, como cuando dice: "Conozco y desconozco la música/ del tiempo, aleteando frágil,/ presagiándome el dulce manar/ del día. Vuelo en la intensa/ palabra de lo intenso. Caigo/ a la deriva de un/ brusco destello./ Vida otra vez de vida ausente" (p. 56).

Grande fe poética nos dona José María Muñoz Quirós: su trayectoria lo apuntala en lo alto de la poesía de esta vieja Castilla, destino siempre suyo, retorno al origen, al centro de su ser: "No elijo otro destino./ No podría/ mirar/ el rubor del asombro./ Reconozco su voz/ insinuada./ Dentro de mí se alberga/ el círculo que nace/ esperando/ que su armonía encuentre/ en mi centro su centro" (p. 19).

Pleno, rotundo, es este pequeño libro grande, bellamente editado por Javier González Lamelas.

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