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La importancia de informar bien
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SOBRE LA VERDAD Y LAS BUENAS NOTICIAS

La importancia de informar bien

Actualizado 17/05/2015

Jaqueline Alencar reflexiona sobre diversos aspectos alrededor de la calidad de la información, la excelencia y la observación de los valores que necesariamente deben trasladarse a la hora de publicar noticias

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No soy una periodista profesional, pero a veces me gusta informar acerca de la realidad que me rodea y de hechos que estimo relevantes o que, al menos, atraen mi atención, tejiendo palabras que cuentan detalles de situaciones, de personas, problemas, emociones... Sin embargo, me pregunto si soy consciente de la importancia de los receptores de esa información que lanzo o lanzamos cada día. Y, por lo tanto, debemos trabajar arduamente para darles un producto de calidad.

Se entiende que, como seres humanos, los que escribimos e informamos, nos cuesta ser objetivos, pero con certeza debemos intentarlo con ahínco porque si no, no alcanzaremos el fin altruista de edificar con la verdad, y la información que emitimos puede convertirse en algo nocivo para los destinatarios de lo que escribimos o decimos.

¿Por qué se me ha ocurrido hablar de este tema? Porque acabo de leer en un periódico que: "La libertad de prensa en el mundo cayó en 2014 a su nivel más bajo en quince años, afectada por un uso creciente de leyes restrictivas, la violencia física contra los periodistas y la presión generada por la propiedad estatal de los medios, según un informe difundido hoy por Freedom House". No obstante, este tema ya rondaba por mis pensamientos desde que hace unas semanas asistí, como cada año, a las XVI Jornadas de Literatura y Periodismo 2015, evento al cual, en cada edición, se invita a un periodista o escritor reconocido para que imparta una charla acerca del quehacer de la profesión.

[Img #310469]Pues en esta última jornada, llevada a cabo en la Universidad Pontificia de nuestra ciudad, la periodista Isabel San Sebastián dio, a los estudiantes y demás asistentes, unos acertados consejos sobre la profesión, que me hicieron repensar acerca de la importancia de la veracidad, autenticidad, credibilidad e independencia que debe tener quien informa. Que hay que "tener la libertad de decir las cosas no como conviene, no como interesa que sea". Y que "la independencia siempre es posible, si estás dispuesto a pagar el precio". "El habitáculo del periodista es la libertad, un derecho sagrado que se debe defender, ya que el periodismo es un pilar fundamental de la democracia".

Pero para que esto sea creíble, se deben tener las cuentas saneadas. Y una gran capacidad de trabajo, y entrega para el sacrificio. El que informa recibirá muchas presiones, pero no debe claudicar ante ellas porque privará a la ciudadanía de un derecho fundamental.

En este sentido, puedo decir que, gracias a Dios, en España no se da la violencia física contra los periodistas ni existen leyes restrictivas que le impidan ejercer su trabajo medianamente tranquilo. Creo. O sea, que es posible alcanzar medianamente este objetivo.

Tomé nota aquel día que si el que informa presume de integridad, debe ser humilde como otrora lo pregonara con su vida el de Nazaret, digo yo, el más humilde entre los humildes, íntegro, incluso él mismo era la Verdad y lo pregonaba con su ejemplo. Hay que tener la humildad para reconocer las faltas, pero también hay que tener principios, convicciones. Aquel día grabé en mi memoria que el que informa debe ser valiente, tener una curiosidad exacerbada, debe ser instruido. Y buscar buenos referentes; esa nube de testigos a tu alrededor que no temen que les hagas sombra, que te impulsan a imitar sus virtudes, y te apoyan para que puedas realizar tu labor con rigor e imparcialidad. Y si tienen que dar la cara por ti, la dan.

El periodista debe buscar la verdad, la excelencia, porque los periodistas son los interventores de la sociedad. Deben observar valores y tener conciencia de cuáles son los límites que no se deben traspasar.

¿Es posible ser un periodista de este calibre en nuestro mundo actual? Claro, así como aquellos que se llamaban profetas en el Antiguo Testamento, como Jeremías, por citar alguno, que decía al observar lo que se cocía en su época: "... Como jaulas llenas de pájaros, llenas de engaño están sus casas; por eso se han vuelto poderosos y ricos, gordos y pedantes. Sus obras de maldad no tienen límite: no hacen justicia al huérfano, para que su causa prospere; ni defienden tampoco el derecho de los menesterosos. ¿Y no los he de castigar por esto? ¿No he de vengarme de semejante nación? -afirma el Señor-. Algo espantoso y terrible ha ocurrido en este país. Los profetas profieren mentiras, los sacerdotes gobiernan a su antojo, ¡y mi pueblo tan campante! Pero ¿qué vais a hacer vosotros cuando todo haya terminado?.. " (Jeremías 5.27-31).

Jeremías, en su época, vio lo que otros no vieron y lo denunció. Vio lo que otros hacían pero se abstuvo de hacer lo mismo. Al final, él no pudo ver el cambio, pero sus escritos quedaron hasta hoy pues llevaban el sello de autenticidad de su ejemplo.

Muy aleccionante fue también para muchos lo que transmitió el comunicador y escritor Jaime Fernández Garrido en el VII Encuentro de Escritores y Comunicadores Evangélicos, llevado a cabo hace unos días en Madrid, refiriéndose a la comunicación del Evangelio (Buenas Noticias). Recordó que los responsables de este mensaje también tienen que tener esa veracidad, autenticidad, ética, imparcialidad, etc. que mencionábamos anteriormente. E hizo un llamamiento a la Iglesia para que no caiga en la religiosidad y se importe más con su entorno, pero siendo veraz y con principios; no decantada por el poder y el dinero. Y siendo ejemplo para los que la circundan.

Se refirió a los primeros cristianos que trastornaron al mundo enfrentándose a una situación peor que la actual. Amaron a sus enemigos, proclamaron la resurrección de Jesús, pagando incluso con su propia vida. Transformaron el entorno y la sociedad. Instó a seguir el modelo de Jesús, ese gran comunicador compasivo que se detenía a hablar con la gente, comía con ellos, paseaba por los pueblos, calles, caminos y les proclamaba su mensaje... Así nosotros debemos preocuparnos por las personas, escucharlas, consolarlas, darles un mensaje auténtico.

Periodistas, comunicadores, informadores... debemos a la ciudadanía un mensaje auténtico, fidedigno, que genera cambios beneficiosos allá donde llega. Pongamos en ello nuestro corazón, realizándolo todo con pasión. Y seamos garantes del derecho que tiene la población de mantenerse informada, sin ocultamiento ni distorsiones. No lo hemos conseguido todavía, pero estemos seguros que lo podemos lograr.

Jacqueline Alencar

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