Se van las fresas pero llegan las cerezas. Llevamos ya varios días viéndolas en las fruterías de la ciudad y en la consulta son muchos los que preguntan: "¿y cerezas?". Las cerezas son, como todas las frutas, un excelente alimento al que debemos poner algún "pero" como indicaré después.
Pertenecen a la misma familia que albaricoques, ciruelas y melocotones, al género Prunus, y parece que su consumo se extendió por Europa durante el Imperio Romano. De hecho, parece que la palabra "cereza" deriva de "Kerasos", una isla griega conquistada por los romanos en el 67 a.C. y de la que se llevaron varios árboles de cerezas. Tras la conquista, Kerasos pasó a llamarse Cerasus y de ahí a cereza va un paso.
Nutricionalmente hay varios aspectos a destacar; el primero es que supone una excelente fuente de potasio, sin llegar al nivel del plátano pero no le sigue lejos. El segundo, y motivo de su coloración rojo oscuro, es la presencia de antioxidantes, en concreto antocianos y ácido elágico, ambos potentes bloqueantes de la acción de radicales libres. Aporta también vitamina C, lejos de las cantidades de cítricos o kiwis pero la suficiente como para que se tenga en cuenta. Todo este cocktail de minerales, antioxidantes y vitaminas le confieren ciertas propiedades terapéuticas nada despreciables, ya que se considera que es un buen complemento para la reducción del ácido úrico entre otras cosas por su capacidad diurética.
Tan sólo cabe ponerle un "pero", ese que anunciaba antes, que es su alto contenido en azúcares, lo que la hace una fruta relativamente calórica. Pero repito, relativamente, es decir, dentro de las frutas es de las que más calorías tiene aunque, como fruta que es, estas sigan siendo más bien pocas. Sin embargo, es el alto contenido en azúcares, en especial de fructosa, lo que hace que en casos de dietas de control de peso deba moderarse el consumo. En cualquier caso se repite lo dicho siempre, prohibido nada pero moderación en todo.
Que disfrutéis de las cerezas.
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