En la columna anterior ponía el acento en dos causas, la frecuente incoherencia humana entre el deber y la conducta real, por un lado, y la naturaleza de la conducta sexual.
Pues bien, hay otras causas, propias de nuestro tiempo, que incitan, excitan y hasta presionan a las personas, desde la adolescencia a la vejez, ambos periodos incluidos, para que tengan conductas sexuales, también fuera de la pareja. Entre ellas destacamos algunos nuevos mitos sobre la sexualidad.
El primero de ellos, confunde dos cosas bien distintas: Una verdadera, (a) la actividad sexual es saludable y otra errónea, (b) la actividad sexual es una condición necesaria a la salud. De esta forma se presiona a todas las personas a tener actividad sexual, con o sin compromiso, dentro o fuera de la pareja.
El segundo, confunde dos conceptos bien distintos, el de placer y el de felicidad o bienestar personal. El placer sexual se presenta así, como un consumo necesario y una oferta de felicidad. Conceptos que los socráticos diferenciaron muy bien hace muchos siglos, incluido Epicuro. Consumir actividad sexual se convierte en un ideal y en una necesidad.
El tercero, son las nuevas ideas sobre las relaciones amorosas, destacando lo que se ha llamado teoría del "poliamor". De la prohibición, incluso legal del adulterio en las legislaciones represivas y las persecución moral de la llamada promiscuidad, se pasa a defender la bondad y los beneficios de del "poliamor": tener varios o muchos amores es lo más conveniente, lo más inteligente emocionalmente, etc.
El cuarto mito, es considerar que en materia de actividad sexual, lo mejor es experimentar conductas y relaciones nuevas. Del convencionalismo centrado en el coito de la pareja heterosexual se pasa a fomentar la conveniencia de probar cosas nuevas, relaciones distintas, buscando la novedad. La publicidad de la película Las 50 sombras de Grey, y el eco social conseguido reflejan esta tendencia.
Estos y otros mitos nuevos no son inocentes, como no lo eran los mitos represivos del pasado, son el resultado de una sociedad de mercado en la que consumir (también productos y conductas sexuales) son condición deseable y necesaria no solo para que la economía funcione (hasta la izquierda nos propone consumir y se avergüenza de la austeridad que, por cierto, es muy distinta de los recortes a los pobres), sino para alcanzar la felicidad. En la próxima entrega hablaremos de lo que hay detrás de todos estos nuevos mitos, empeñados, como los del pasado, en cercenar nuestra libertad, utilizando la sexualidad como un producto más de consumo.
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