En el modelo social que vivimos en estos tiempos se dan fenómenos sospechosos todos los días, la mayoría relacionados con la forzada separación de cosas y situaciones que realmente no están separadas; les podemos llamar dicotomías. Es habitual que cuando escuchamos hablar de la educación sea común que se dicotomice educación?política.
Para algunos, como yo, esta dicotomía no tiene cabida y nunca debería de plantearse como tal. La educación ha de ser un terreno neutral más allá de los intereses de los grupos que controlan el cotarro actualmente o de los que luchan por controlarlo.
Esas frases tan recurrentes sobre todo en estas épocas: "la educación debe estar por encima de intereses partidistas", "la formación de nuestros niños es la prioridad.." y más del estilo. A la vez que en los discursos se reiteran hasta aburrir, en su fuero interno están ya haciendo cábalas para ver cómo adaptar la educación utilizándola para sus propios intereses y necesidades concretas.
Yo, eso creo, cuando explico historia lo hago desde una perspectiva absolutamente neutra. Pues parto de la base que si pongo un cristal para observarla la perspectiva o el color se puede deformar y entonces no explico historia, explico mí historia.
Pero como soy consciente de la realidad tengo claro que los procesos educativos no son neutros ni para quien hace la ley ni para quien ejecuta la misma, el docente, creando al final una marisma de contenidos reales y otros no tanto, unos objetivos que difieren , a veces, tanto de la realidad plasmada sobre el papel que estamos hablando de otra ley, de otra norma.
Cada sociedad demanda sujetos, que hayan sido formados de acuerdo a los valores, creencias, costumbres, formas de producir y consumir, con una manera de entender el mundo y su movimiento de acuerdo a la historia que les ha tocado vivir. En nuestro caso , estas realidades y valores no sólo dependen de cada Comunidad, me atrevería a decir que son dos mundos diferentes incluso en centros colindantes. ¿Qué creamos con esta pantomima? Que nuestros niños estén llenos de confusión, que las dudas afloren más que las amapolas en primavera.
Es necesario reconocer que la educación, formas y contenidos con los que formamos a nuestros alumnos, es un coso en el que se da una permanente lucha; entre los intereses de los diferentes grupos y las necesidades de las sociedades en las que se insertan.
Tristemente, tras un recuento de las transformaciones que ha sufrido la educación institucional en este país, es posible reconocer que, salvo honrosas excepciones han estado encaminados a reacomodarlo en función de las necesidades de los grupos políticos en el poder, olvidándose por completo de la formación integral del alumno. Hemos reacomodado al mínimo esfuerzo. Entonces ¿ qué vamos a exigir ahora, si no los hemos entrenado antes?
A fin de ir deshebrando la enredada madeja de la educación, es necesario profundizar en un análisis que asuma la educación como elemento central en la organización y legitimación del orden social. Que la educación sea la piedra angular en la dimensión que mantiene para lo político, lo económico, lo cultural; es imprescindible reconocer el intríngulis de estas relaciones, de qué manera se condicionan o determinan y cómo impactan en nuestra vida cotidiana.
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