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El arte del suicidio
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El arte del suicidio

Actualizado 14/05/2015
Aran Blanche

Este artículo, cuyo título podría resultar polémico, no propone más que un repaso a las muertes de varios personajes del mundo cultural que han dejado su huella en la historia de la humanidad, cada uno en su ámbito, y de cómo estas contribuyeron de un modo siniestro a obtener ese reconocimiento del que, habiendo sido de otra manera, es posible que no gozaran, al menos en su total plenitud.

Y es que para bien o para mal, la muerte trágica, concretamente el suicidio, siempre crea una especie de alarma colectiva, un morbo enfermizo que nos incita a averiguar sus causas e investigar sobre la vida que habitaba ese cuerpo, porque al ser humano, irremediablemente, le atraen los finales shakesperianos. No estamos hechos para finales felices porque sencillamente no existen, no para siempre. Por ello, me he centrado en personajes de diversos entornos: música, fotografía y literatura.

Ian Curtis

El arte del suicidio | Imagen 1

La voz de Ian Curtis marcó una época y dejó con su muerte una profunda huella que nunca desaparecería. Su banda, Joy Division, fue pionera del conocido movimiento post-punk.

Pero centrándonos en su figura, Ian Curtis sufría epilepsia, y sus ataques no solo no cesaban, sino que iban en aumento, incluso llegando a afectarle en mitad de sus actuaciones, recreando una especie de baile macabro que se hizo sumamente popular, ya que en ocasiones no se sabía si era fruto de la enfermedad o del espectáculo.

Las letras de sus canciones reflejaban a una persona atormentada, marcada por la enfermedad, los problemas personales y con ello, la depresión. A su vez, era extremadamente sensible.

Y el fatídico día llegó un 18 de mayo de 1980, a la pronta edad de 23 años. Su mujer, Deborah Curtis, lo encontró colgado en la cocina, mientras de fondo sonaba el famoso disco The Idiot, de Iggy Pop. En la mesa, una carta de despedida.

A raíz de su muerte se publicaron libros, se versionaron sus canciones, se homenajearon, incluso se llevó su vida al cine con la película Control (Control, Anton Corbijn, 2007).

A día de hoy, Joy Division se considera una banda de culto que no solo no ha envejecido, sino que cada vez adquiere más fama, y la figura de Ian Curtis es recordada y venerada. De hecho, es raro no encontrar por la calle a jóvenes ataviados con la clásica camiseta del disco Unknown Pleasures.

Tras la muerte de Ian Curtis, Joy Division pasó a llamarse New Order.

Diane Arbus

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Diane Arbus es considerada actualmente como una de las fotógrafas más reconocidas e influyentes en la historia de la fotografía moderna. Por desgracia, no pudo disfrutar de este privilegio mientras estuvo viva.

Proveniente de una familia adinerada en Nueva York y con un matrimonio estable, Diane Arbus pudo haber tenido una vida tranquila, pero su espíritu aventurero no estaba hecho para esos menesteres.

Comenzó a frecuentar los lugares más sórdidos de la ciudad, con el afán de retratar aquellos ambientes. Pero su pasión eran los denominados freaks, que encontró en el famoso Hubert's Museum, del que se hizo asidua. Sus retratos a estos personajes pretendían de alguna forma humanizarles.

Sin embargo, su arte seguía sin ser comprendido por gran parte del público.

Diane Arbus sufría depresión, al igual que Ian Curtis, y tenía drásticos cambios de humor, que la llevaron a acabar con su vida el 26 de julio de 1971, ingiriendo pastillas para dormir y cortándose las venas en la bañera.

Con Diane Arbus se fue una particular e irrepetible visión de la fotografía moderna, que muchos tildan de oscura.

A raíz de su muerte, el MOMA le dedicó una exposición que la catapultó a la fama, ironías de la vida.

Virginia Woolf

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La expresión de la belleza y la sensibilidad literaria la encontramos sin duda en la figura de Virginia Woolf.

Caracterizada por una enorme fragilidad emocional, sufrió depresiones desde bien pequeña. Las muertes que se sucedieron a su alrededor y los abusos sexuales que recibió por parte de uno de sus hermanastros dejaron una herida irreparable en su interior, ocasionándole además, un trastorno bipolar.

En las novelas de Virgnia Woolf destaca la psicología de los personajes frente al desarrollo narrativo de la historia. Utiliza el recurso del monólogo interior, deja a sus personajes contar todo lo que ronda por sus cabezas, y buena muestra de ello la descubrimos en su novela más reconocida, La señora Dalloway.

Virginia Woolf no solo escribió obras maravillosas, sino que también reivindicó la necesidad de la mujer de tener un espacio propio, como símbolo de un lugar en el mundo, y como ejemplo encontramos el ensayo Una habitación propia.

Sin embargo, la enfermedad mental terminó superándola, y decidió suicidarse arrojándose al río con la ayuda de unas piedras que introdujo en sus bolsillos.

Desde entonces, su vida se ha llevado a los libros e incluso al cine, con la película Las horas (The Hours, Stephen Daldry, 2002). Además, Virginia Woolf sigue siendo y será un referente permanente en las estanterías de cualquier librería que se precie.

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