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Populismo
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Populismo

Actualizado 13/05/2015
Carlos Aganzo

Palabras que van y vienen, que se usan al albur del capricho inconsecuente de quienes gritan más fuerte o tienen una plataforma desde la que hacerse oír. El problema de una profesión como la mía, como les ocurre a los colegas de otras disciplinas, estriba en la necesidad del rigor de las definiciones. Sin embargo, a diferencia de aquellos, los términos que utiliza la ciencia política son también de la calle y, por consiguiente, también de quienes quieren ser los dueños de la misma. Definir una palabra contribuye a hacerse con ella. Darle sentido en un determinado marco referencial significa un paso más ya que supone redefinirla. Es decir, hacer que su uso a partir de ese momento tenga un alcance diferente. Esta operación puede ser neutra o estar cargada de una intencionalidad concreta.

Posiblemente la lógica más frecuente de la contienda política esté basada en la confrontación amigo-enemigo. La dualidad definida por dos polos opuestos, además de tener raíces biológicas, está presente en las historias fundadoras de cualquier grupo social y se ha proyectado hasta nuestros días. En la política el antagonismo se articula en escenarios tan distintos como la lucha de clases o la confrontación gobierno-oposición. En este marco, la palabra populismo se desliza como un dardo certero de indudable eficacia porque la mayoría de la gente no sabe muy bien de qué se trata y tampoco va a perder su tiempo enterándose. Da igual. Se hace caso al vocero de turno, sea un conmilitón partidista o aquella figura mediática solvente.

En la confusión conceptual en la que nos movemos, ¿cómo es posible que en boca del mismo personaje se pueda decir que las fuerzas políticas europeas de clara orientación xenófoba y anti-UE son populistas a la vez que lo son los denominados gobiernos bolivarianos latinoamericanos? Algo semejante ocurre con respecto a la identificación de PODEMOS y de CIUDADANOS. La respuesta en clave neutra es que hay una simplista equiparación del término con el hoy más desusado de demagogia; sin embargo, la de quien tenga una intencionalidad manifiesta es la de satanizar al enemigo con un término que de pronto se vuelva demoníaco. El populista es el adversario por definición y por ello de lo que se trata es de construir un discurso que le descalifique sin paliativos: irresponsabilidad, electoralismo, improvisación, desconfianza son algunos de los ejes de la soflama. La inteligencia política brilla por su ausencia.

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