, 12 de mayo de 2024
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'Melodías del padre', de José Luis Puerto
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Por Eduardo Sánchez Fernández, catedrático del I.E.S. Federico García Bernalt

'Melodías del padre', de José Luis Puerto

Actualizado 12/05/2015

Crítica al poemario del escritor albercano, editado por la Diputación de Salamanca, en 2014

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El poemario ?Melodías del padre- que nos presenta el poeta albercano, José Luis Puerto (1953), es, además de un sincero, entrañable y afectuoso recuerdo de su padre, muerto en 2013, un homenaje a la generación de "los niños de la guerra", nacidos en la década de los años veinte del siglo pasado, que tuvieron su adolescencia y juventud durante la posguerra, sacrificándose, luchando y trabajando por sacar adelante a su familia, generalmente numerosa, consiguiendo levantar a España de la miseria económica y construyendo una sociedad de mayores oportunidades para sus descendientes, sabiendo sobrellevar, incluso, el desgarro personal y comunitario que supuso para ellos la Guerra Civil. Tal vez algún día, a esta generación de nuestros padres se les reconozca públicamente el mérito de su existencia, y el amor, la entrega y la donación de toda su vida, en una lucha constante por la supervivencia y el bienestar de los suyos. Hombres y mujeres que no pedían nada para sí, porque todo era para sus hijos. Desagradecidos seríamos si no supiéramos valorar con justicia dicha generosidad y olvidáramos el ejemplo callado de unas personas que fueron simiente y luz en nuestro deambular cotidiano.

[Img #305212] Es en este contexto en el que José Luis Puerto nos ofrece once poemas que rememoran la figura de su padre, trabajador humilde de la sierra salmantina, que, como otros muchos, se vio en la necesidad de emigrar a Francia y Alemania, rasgando el lazo de proximidad física con su familia, pero manteniendo el lazo de amor que supera fronteras, y une y lubrica el corazón de las personas.

A "mi muy querido padre", dice en la dedicatoria. Esta sola expresión nos adelanta ya el caudal de sentimientos positivos que la figura paterna despierta en el poeta. Luego, cada poema es una "estela" que el recuerdo del padre recrea en su mente de hijo agradecido y destrozado, emocionalmente, por su pérdida. Encabeza la serie el titulado "(padre)", a quien imagina sentado en su sillón, ahora vacío, y lamenta que el silencio y el muro de la ausencia se interpongan entre ellos; no obstante, enseguida reacciona para afirmar que "todo es resurrección", y reivindica lo vivido y compartido juntos para continuar unidos en el recuerdo amoroso, terminando con un ruego a quien se ha ido, aunque parece dirigido, en realidad, a quienes se han quedado: "Pero nunca te olvides cada día / De acudir a tu casa,/ Que es nuestro corazón".

Para nuestro poeta, el ser humano no es solamente materia, además admite en él un componente inmaterial que no muere ni desaparece con el cuerpo; esa esencia humana inmortal regresa a otro espacio, envuelto en el misterio, cuyo emplazamiento exacto desconocemos, pero que permanece vivo en la sangre y el recuerdo de los descendientes y amigos, así como también en los objetos, los hechos, el ambiente, y en las señales y melodías de los lugares donde habitó y desarrolló su existencia terrena. El padre ha abandonado este hogar terrenal para volver a otro hogar junto al "Dios de los humildes", el "misterioso hogar" junto al Padre Eterno, al que también deseaba llegar Miguel de Unamuno. Si la filosofía existencialista afirmaba que el ser humano es un "ser arrojado a la intemperie", para J. L. Puerto, apoyándose en la dimensión trascendente del hombre, cree que su padre, en este momento, ha salido ya del abandono y el desamparo y se halla, para siempre, en esa otra dimensión donde el amor es su puerta de entrada y su salvación. Es la entrega abnegada y silenciosa la que ha convertido la tierra en sagrada, en camposanto. A pesar de esta creencia, el hijo-poeta, abatido por el dolor a causa de la ausencia física del padre, y deseoso de ayudarle en este tránsito final, manifiesta su deseo apasionado de seguir con él, y exclama: "Padre mío, no temas, / Estoy contigo aquí / En esta melodía de tu adiós".

Recordando a Jorge Manrique, que escribió que "nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar", J. L. Puerto le dice a su padre que no se preocupe porque quedan su luz, su aliento "Y las aguas del río que tan cerca / Sintieron la extinción de tus latidos". Por otro lado, el poeta muestra el compromiso de custodiar y transmitir, por medio de sus versos, la luz y el amor de su padre querido. Casi al final del poemario, en el titulado "(en todos los lugares)", el poeta nos ofrece un precioso resumen, rebosante de admiración y afecto filiales, del paso de su padre por la tierra; y en el último ?"(memoria y corazón)"- compone una sutil despedida, sin romper los lazos de unión entre ambos, ya que la necesidad y el amor mutuos son tan fuertes que, superando los límites del espacio y del tiempo, se establece en una nueva órbita, la de la memoria y el corazón. Por eso, intenta consolarse y consolar a su padre, aún vivo en el interior del poeta, con estos versos:

Donde te encuentres, padre,

Siempre habrá algo de mí.

Y donde yo me encuentre

Tú conmigo estarás,

Querido padre mío,

Resucitado siempre.

Memoria y corazón

Siempre irán de la mano

En mí, mientras exista,

Y en ellos tú estarás.

No te preocupes, padre,

Habrá resurrección y nos veremos. ["(memoria y corazón)"]

Melodías del padre es un poemario escrito en un lenguaje sencillo y comprensible para cualquier lector, con versos heptasílabos y endecasílabos, investidos cada uno de ellos de una vivencia personal e íntima y de una melodía que eterniza la existencia de su progenitor. Si Jorge Manrique compuso sus Coplas, José Luis Puerto ha compuesto sus Melodías, cuya lectura, al igual que las primeras, inducen a la reflexión y despiertan en el lector auténticos sentimientos filiales. Ambos textos son dos testimonios de la verdad y el amor que anidan dentro del ser humano, así como también la fe en una vida posterior trascendente.

Eduardo Sánchez Fernández

Catedrático del I.E.S. Federico García Bernalt

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