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La otra cara de la tortilla
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La otra cara de la tortilla

Actualizado 09/05/2015
Pedro Morato

A la indeseada 'estampida' de trabajadores causada por la crisis económica del capitalismo, que ha convertido en cocineros a frailes y en altos a bajos en el santiamén de los despidos, ha venido a añadirse una circunstancia no por inédita menos esperada, cual es la de la repentina 'militancia' en las nobles causas de la igualdad y la denuncia de la injusticia de otrora declarados adversarios de los luchadores por ellas.

Unidos a la injusticia de los brutales cambios en las condiciones de vida de tantos trabajadores que, por causa de su despido, de la noche a la mañana vinieron a disponer tanto de más tiempo para, quizá, pensar, como de la perspectiva y distancia adecuadas que ese mismo pensamiento les proporcionaba, a todas luces puede apreciarse hoy un extraordinario aumento de esas 'militancias' en las causas sociales como, al tiempo, de sus patéticas declaraciones de descubrimiento del mar Mediterráneo en lo que se refiere a la lucha obrera, no se sabe bien si más ingenuas que grotescas. Especialmente en algunos oficios.

Porque uno recuerda, junto con compañeros de lucha durante décadas, cuando en las declaraciones reivindicativas, las manifestaciones de protesta o solidaridad con causas sociales, las movilizaciones de apoyo a marginados, sojuzgados o represaliados o las marchas callejeras por la dignidad o la igualdad en el trabajo, estaban formadas por pequeños grupos en los que todos nos conocíamos y a los que muchos más miraban pasar con indisimulado gesto de molestia cuando no de fastidio y reprobación. Y uno también recuerda, junto con los compañeros de lucha durante décadas, que muchos profesionales de la información desdeñaban incluso hacerse el más mínimo eco en sus medios de notas de prensa, fotografías de movilizaciones, relaciones de reivindicaciones o declaraciones solidarias de los portavoces de esas luchas. Y también recuerda el indisimulado desprecio de aquellos altivos 'informadores' que, con notable arrogancia y soberbio desdén, después de mil portazos te concedían graciosamente alguna 'audiencia' de cinco minutos escasos, y de qué forma manipulaban, despreciaban, cuestionaban, reducían, recortaban y hasta tergiversaban las notas que enviábamos o las declaraciones contrarias al interés de sus señoritos que hacíamos, porque siempre consideraron la lucha social y sus necesidades como un ínfimo nivel en sus compadrazgos peloteros a las autoridades, a los altos cargos y... ¡ah! a los famosos.

Y de aquellos barros del compadreo servil al poderoso llegamos -crisis, despidos y vejaciones mediante- a este momento, cuando el desempleo o la precariedad ha borrado el rictus soberbio de la antigua jactancia, a demasiados lodos de repentinas conversiones a la lucha solidaria, sorprendentes palmadas en la espalda a los viejos camaradas de la calle y tan indignantes como falsas metamorfosis; tantas y tan previsibles que le dan a uno ganas, junto con los compañeros de lucha durante décadas, de decirles alguna inconveniencia.

Uno cree que los principios no son reconvertibles como aquéllos del chiste de Groucho Marx y, junto con los compañeros de lucha durante décadas, uno considera que mucho gritador extemporáneo de ahora es más bien fútil; que tanto concienciado de repente porque se aburre es baladí y tanto converso por hacer algo es más bien insustancial; que tanto especialista que parece ahora volcado en la lucha no es más que un trasunto de pésimo actor de la simulación que no se sabe ni el papel. Y que hay teorizaciones que ya estaban hechas hace lustros, bastaba con haberles prestado atención en lugar de ir al vino español del último corbatón; que hay dramones reivindicativos que ahora se presentan, que estaban escritos y estrenados hace décadas, e incluso algunos pagados con la cárcel; y que esta colorista indignación a buenas horas de indignados hasta que pase el nublado es tan pueril, aburrida, repetida y falsa que uno, junto con los compañeros de lucha durante décadas, cree que sin duda muchos de estos neodescubridores de la protesta, si esta 'tortilla' diese la vuelta, volverían a ocupar inmediatamente aquellos pedestales del desprecio de los que la crisis les arrojó. Pero no la dará.

(Fotografía: Alejandro García)

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