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‘Caminar es un peligro y respirar es una hazaña’
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EL CIELO VERDE

‘Caminar es un peligro y respirar es una hazaña’

Actualizado 29/04/2015
Elías Fraile

Nos venden comida para terminar comiéndonos muertos de hambre. Pero hambre de ser algo más que trozos de carne, hambre de saber sin que nos impidan aprender, hambre de elegir sin que nos impongan escoger. Cómo vamos a creer en los artificios materiales que nos ponen en la punta de las manos a forma de felicidad barata cuando ni si quiera se nos ofrece un pedazo de libertad para decidir a qué precio la queremos. Y después se contradicen asegurando que no, que esta no tiene precio, pero si preguntamos a un esclavo del mercado oriental o a un niño de las favelas de Brasil que necesita intercambiar su cuerpo por un poco de pan, seguro que no solo [Img #293713]ven la felicidad como un lujo, sino como una imposibilidad inalcanzable que no llegarán a conocer. Luego están ellos, que son capaces de pagar con plástico fines de semana en paraísos de película saboreando helados por valor descomunal, infinitas veces mayor que lo que gana a la semana un menor, y me atrevo a decir al mes, en los 'bajotierra' del mismo mundo que otros pisan con sus zapatos de charol. Así es como van filtrándose las sobras de la felicidad, digo, tranquilidad altiva sin remordimientos de los de arriba, a los montones de basura entre los que rebuscan migas de supervivencia. Un círculo que mantiene dos superficies conectadas por las tuberías del dinero y que a la vez las separa abismalmente, dejando un montoncito en el medio para los que ni aquí ni allí. Pero muchos distraídos por los sueños que se levantan por encima de sus cabezas, como cometas que prometen sonrisas y vidas indelebles que ni se mojan ni se ensucian mientras puedan comprarlo todo.

La crisis del empacho y del vacío al mismo tiempo. Lo de que sobre, que salga por las orejas, es lo bueno y lo mejor, no está entendido como una indigesta, y al mismo tiempo lo que falta, es suficiente como para provocar que alguien quiera lo que no necesita. Cuando la necesidad es dependencia y la dependencia es necesidad, convertirse en esclavo es, como mucho, el más leve de nuestros problemas. Porque mientras algunos se matan por un gramo en los barrios más pequeños y marginados, otros venden miles de armas sin tener que poner un pie fuera de su jardín. En unos países siguen exterminándose a la velocidad de las balas, y tras las fronteras, sus vecinos menos lejanos siguen produciendo tan rápido como se lo permite el acelerador que pisa la adorada globalización. Y suena 'bang bang' en la tele a la hora de la comida, y vemos y observamos vidas que caen como pólvora fresca. Pero aún así nos quieren felices y sentados en el sillón, pensando en que aquello es horroroso pero como una película cuyo guión no es el nuestro. Lo nuestro es mirar desde la ventana y pagar por las cosas que aparte de ser innecesarias, nos hacen desear con ansias ciegas lo que tienen otros. Por un oído nos rellenan el cerebro de ideas vacías y por el otro las materializan para que confundamos contenido con peso. Es la forma más deforme que hay para que todo lo que creemos ser y pensar, sea en función de lo que entra por nuestros ojos como imágenes de una realidad que se disfraza de juego. El juego de comer por vicio y morirse de desesperación. Y entre todo eso, luces de neón y pantallas, y eslóganes que hablan de ser héroes o 'protas' de nuestra propia vida. Pero cómo vamos a ser héroes, si nos enseñan a convertirnos en víctimas y verlo todo como por naturaleza, por inercia y porque sí. Bocabajo en un mundo dado la vuelta, que no para de sujetarnos por los pies.

'El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda' Eduardo Galeano.

Fotografía: Soledad Artuejo

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