Vuestra Soy, 'Las Edades' de Calvarrasa

El párroco de San Pedro Apóstol en Calvarrasa de Arriba, Moncho Campos, Moncho Duchamps en galo, es un cura vitalista, apasionado, de los que no componen su vida, como dice en Papa Francisco, con exceso de vinagre, inconformista, independiente, y al decir de algunos, peculiar. Yo lo tengo por un cura de esos, que más allá de las obligaciones de su oficio, parece que todavía creen fuertemente en Dios.

Desde hace años en su parroquia, convoca a artistas, con diversos motivos, convierte su iglesia en una forma de Galería de Arte, que por el esmero que pone en su puesta en escena impoluta y sus abiertas convocatorias, distantes del olor a rancia sacristía, se ha convertido en uno de los espacios de prestigio para el arte. Los artistas suelen acudir a su llamada, involucrarse, entregan sus obras y a partir de ahí D. Moncho comienza también con ellas su labor evangelizadora. ¿Cómo las obras que nacen libres del espíritu del arte anhelando un halo trascendente no iban a converger con el espíritu religioso?

Esta vez se nos convocaba en torno a Santa Teresa aprovechando el medio-milenio y sus fastos, este uno más, que nunca esta mal acordarse de tan grande paisana, y tan rezada.

Pues con este motivo me ha propuesto el dire-López-Pinto, que deje lápices y pinceles y me aplique a servir de cicerone de esta muestra. La reticencia sólo se me despeja por el convencimiento de que es una exposición con valores suficientes para animaros a que la visitéis con detenimiento y podáis pasar una buena tarde de Domingo.

Nos recibe un viejo cuadro de la Santa recién restaurado que pertenece a la parroquia, y la copia de un pergamino que atestigua que Teresa estuvo aquí, donde ahora posas tu planta, peregrino, en este mismo lugar, por ende lugar Teresiano de idas y venidas de Alba a Salamanca.

Las reproducciones de aguadas ampliadas de María Cecilia Martín son, posiblemente la mejor vida dibujada de la Santa. Emociona el trazo seguro y al tiempo delicado, el dibujo maestro, su fluir sin embates, la composición personal, liberada de cánones estrictos, sutil, como una partitura de Debussy. Tenían que ser dos almas gemelas, dos mujeres, las que obraran el milagro de este encuentro. Entreteneros en ellas hasta el escalofrío. Además destaca el hasta hoy su último cuadro, una vista de Alba y otro más conocido del rebaño entre ocres de trigo.

Siguiendo con sutilezas me paro en los dibujillos de Fernando Segovia, como un políptico que describe los caminos diría que íntimos de Teresa. Como si la santa portara en su viaje una libretilla donde dibujara las noches que salían a su paso, los amaneceres, los cruces de sendas, horizontes, árboles, rastrojos. Y ¡Claro! Están dibujados a impulsos del alma como dibuja Fernando, en esencia, como un maestro oriental, buscando lo mínimo, desposeyéndose, componiendo músicas, latidos?otro santo.

Al lado, también en silencio, podemos ver la escultura primigenia de la Santa Teresa de Alba, de Venancio Blanco. La escultura a este tamaño comporta un tratamiento natural de los volúmenes que surgen del modelado de las planchas de cera, sin ampliaciones ni agrandamientos, con que crea el autor. Además el acabado final del bronce con sus uniones, limaduras, pátinas, añaden a la pieza un componente de orfebrería que la convierten en una joya única y envidiable.

Portilla nos trajo una de sus obras de abstracción matericas y texto poético. Mari Salud Parada una obra escultórica que se que se quedó en proyecto de lo que pudo ser monumental, aunque por si misma funcione.

Siguiendo con escultores, Agustín Casillas, aporta la sencillez, la difícil sencillez de los maestros, con un relieve y una Santa Teresa delicadísima que descansa del camino. Cuando Casillas ama un tema modela como los ángeles, y por tanto idealiza, las mujeres son diosas cercanas, y esta santa más aún, familiar, doméstica y bellísima. Alguien debería retomarla para un monumento, pues el sólido tratamiento del volumen no le haría perder nada de su encanto.

Y con Mayoral completamos la tripleta de escultores figurativos recientemente nombrada para el medallero de oro de la Ciudad. Aporta una santa colosal en fibra de vidrio, andariega y modelada como una roca y la primera versión, la que ganó el concurso en su día, de su San Juan de la Cruz, a tamaño pequeño en bronce, que tiene la particularidad de tener proporciones más monumentales que la buena pieza que resultó final, enfrente del antiguo Colegio de San Andrés, que posee cadencias y armonías quizás más humanizadas.

Antonio Eguiluz presenta una suerte de Mandala sobre la Santa, muchas de sus fundaciones, casillas que nos invitan a un recorrido diría que al menos tan místico como el que ha empleado este artista en su minuciosa elaboración. No conozco un artista más vocacional que Antonio, con esa fuerza interior, y exterior, descomunal y al tiempo una inocencia de mirada artística en su alma.

Otra santa, o bruja, reconocible en esta exposición es Paloma Pájaro. Frecuenta últimamente territorios místicos, simbólicos y feministas, así que también viene pintiparada a esta muestra con una Teresa ardiente, influida por retratos de monjas coronadas como el que recientemente la tiene obsesionada, el de María Antonia Purificación Concepción Gil de Arrillaga. El perfeccionamiento técnico de Paloma, el detalle concienzudo, confieren a sus obras cierto goticismo que me proporciona una paradoja casi divertida. La autora que para mí mejor encaja en lo que denominamos arte contemporáneo, y aún su obra, resultan ser las que más arraigo histórico actualizado comportan. Obra ardiente.

Agradable sorpresa, no tanto, es que esas cualidades innatas de Serafín García, para el arte, se hayan hecho tan sensiblemente delicadas en esa santa anciana, casi inválida, que se asoma al bello bodegón, con su tez de piel aún lozana, El duro armazón que sostiene su cuerpo delata su debilidad y activa nuestra respuesta como si de una llamada de conciencia se tratara. Es sin duda una de las mejores pinturas de la muestra.

El lienzo de dos por dos que Ángel Luis Iglesias nos ha pintado, puede que aún lo esté pintando, es una de esas naturalezas muertas o bodegones del vacío en la anda inmerso, donde flotan los objetos para buscar una sombra de misterio que inunde el arte. Una Paloma, Espíritu Santo del XVIII, un ramaje de laurel seco y la sola preparación del lienzo, que se torna lienzo ungido, huella de lo que quizás alguna vez estuvo. Precoz maestro este clásico autor, que nos seguirá deparando grandes momentos de arte a la ciudad, con series como esta.

Rafael Cid nos propone cuatro collages, cuatro lecturas sobre la Santa, no tan fáciles de leer, así que tomaros tiempo, se pretende armar un pequeño retablo con pequeñas narraciones, que da como resultado uno tan barroquizante como entretenido.

Jerónimo Prieto optó por un éxtasis de Santa Teresa en tres tiempos, en tres planos, como la caída del caballo en Octubre de S. Eisentein. Con ello como entonces se parte la unidad de lo narrado, se ralentiza, se hace más épico. Y en este de las tres pinturas, se rompe el cuerpo, que me parece la mejor forma de describir el flechazo del arrobamiento.

Gonzala, quiso añadir las huellas de la santa a su pintura, Luis de Horna dar color al cartel de la muestra y al texto con letra de Teresa del Solo Dios basta, coloreando la infografía con entusiasmo optimista. La Santa Teresa de Cerezo Barrero, fiel a su buena pintura religiosa, bendiciendo sus moradas y bendita del Espíritu.

Lo del brazo de Santa Teresa de Domingo Sánchez Blanco echando un pulso a no se qué otro brazo, con movimiento peristáltico, es difícil de explicar y de ver. Los genios no suelen ser tan accesibles.

Si dejo el burro para el final debo hablar de mí mismo, pero poco: Moncho me lió para que algo le hiciera en una pared mural de 3x3 o así, ¡Pero Moncho! Hice lo que pude y lo titulé: La fuente de Santa Teresa, que no es otra que un bello sagrario herido en un cruce de caminos, cerca del pueblo, en un día que amenaza tormenta de monjas. La obra que yo en principio aportaba era una Santa Teresa sacerdote, la santa consagrando, un collage sin ánimo de polémica, o sí. Y allí está. Por su parte, el cura, quiso hacer ver la gran devoción que tenia Teresa por el Ecce Homo y el Resucitado, así que aporto dos obras de su propiedad el ecce homo mío, y un bello resucitado de Gerardo Sánchez Cruz, que posee de antiguo, y con él, natural del pueblo de Calvarrasa, hoy lugar Teresiano, cierro por hoy la visita. Esperando que a pesar del detallado y arduo relato de cicerone, haya contribuido a animaros a visitar esta muestra un tanto contrapunto a otras más aristocráticas, más valiosas, costosas y sin tanto riesgo, que yo también, por supuesto, varias veces visitaré.

Andrés Alén

Fotografías: Pablo de la Peña