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Amor de rebajas
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Amor de rebajas

Actualizado 26/04/2015
Raúl Vacas

Ay, el amor. El desinflado amor de los cadáveres. El delicioso amor del pastelero o el turista, que apenas tiene tiempo de sacar tres fotos. Ay, el amor del jubilado que levanta en el aire de la playa sus castillos. El amor del que jamás espera. El amor platónico del náufrago. El amor sin pruebas del culpable. O el amor a secas.

[Img #290534]Sucede que estos días en que todo, hasta la muerte, se rebaja, me ha dado por cambiarle el precio a cada sueño y organizar, como un experto filatélico, mi tiempo. Y así, yendo y viniendo del oscuro corazón a mis asuntos, me doy cuenta que en el sello del amor hay mucho tiempo que me sobra. Me sobran, por ejemplo, los instantes que alimentan las palabras podridas. Me sobran los instantes del reproche. El obstinado empeño por cambiar las sílabas de orden y prometer la luna, fría y sucia. Me sobra el abandono. La bandera blanca. El miedo a la caída. Me sobran los portazos, las detonaciones, la mirada rígida. Me sobran los silencios y hasta los motivos.

Porque también en el amor, cuando más te lo esperas, salta la liebre. Y todo cambia de envoltorio en nuestros labios. Y el miedo y el orgullo husmean la raíz del sentimiento. Y no hay circuncisión que valga en los recuerdos. Y así vamos trazando los adioses (siempre momentáneos). Y le damos la vuelta al corazón como si fuera un grito o un simple calcetín. Y anunciamos ofertas y liquidaciones y descuentos.

Ay, el amor. El corazón hervido entre los dientes, blando como los ojos. Como el poema que se abre, cicatriz adentro, con todo su escozor y roza las suturas donde aflora el pus y sangran los recuerdos. Como el poema que se abre igual que un muerto y nos revela sus secretos y mentiras. Como tú, piedra pequeña.

Qué duro oficio éste, el del amor. Qué solución tan cara la del miedo. Qué vocación de pólvora, el orgullo. Qué extraordinario alijo el de los besos.

Hoy la tristeza pudo más que la ternura. Tal vez después de recoger los platos de la mesa, sólo falte morir por un instante en el cliché del sueño. Y luego regresar con las tostadas. Y vaciar el rostro de fantasmas y de espinas. Y así pasar por la mañana y por la tarde, con el pulmón repleto de saliva y de bacterias mudas y el amor adobado en esperanza.

Aquí dejo el perfume de tu ausencia. Y esta gimnasia tonta de querer, soñar, reír, gritar y hacernos daño. Y aquí dejo también aquel abrazo imaginado que se hundió en tu carne. Y tus mejillas llenas de confeti. Y mi jodida pirotecnia. Y tu foto hecha cachos, arreglada con celo. Ay, el amor.

Fotografía: Claudia López

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