Ética en la economía y moral en la política

En todas las épocas y culturas no han faltado discursos a favor de eliminar las diferencias entre las personas. Pero, el acontecer humano, ha discurrido por otras vías. Se han acumulando montañas de conocimiento sobre múltiples disciplinas, pero se ha omitido lo fundamental: mejorar las estructuras de las instituciones sociales para integrar a las personas en comunidades más justas.

En los últimos tiempos, insertar ética y la moral en la esfera política no deja de ser una quimera. Pero no faltan las voces de quienes aún creemos que los sistemas democráticos son los mejores para regir el destino de los pueblos. Sin embargo, su régimen de libertades y los grados de compromiso que proclaman necesitan ser actualizados. Pues, fueron diseñados en otro tiempo y, sin muchos de los elementos que hoy intervienen de forma muy activa en el escenario social.

Si analizamos profundamente los comportamientos de generaciones precedentes vemos que, la mayoría de los seres humanos, hacen una interpretación muy limitada de la propia existencia. Gran parte de los individuos, la orientan sobre las cosas cercanas y las personas del entorno. Pocas veces, esos colectivos, han trabajado sobre cuestiones globales que pudieran beneficiar a generaciones futuras. Faltó esa conciencia social por evolucionar en las costumbres, para dotar a las comunidades futuras de mecanismos más justos para vivir.

Volvemos así sobre los fracasos del pasado con una conciencia de futuro mal entendida. Sin duda, las guerras de ayer, se libran hoy de manera diferente. Las diferencias sociales dañan tanto como la metralla. El silencio amenazante se ha instalado en muchos espacios de nuestra sociedad. Esa indiferencia, aliada de la miseria, aboca a miles de personas a la exclusión social, incluso en países con suficiente riqueza para eliminar esta contingencia.

Políticas desacertadas y desmedida usura, desvían el fiel de la balanza siempre en la misma dirección. ¿Donde están los derechos de quienes no pueden defenderlos? Ahí es donde tenemos que poner el foco. Gran trabajo tienen por delante los legisladores.

A este panorama se une el cambio climático, causa de desastres naturales sin precedentes. Hay que reflexionar sobre nuestra forma de vivir. Pues, algún compromiso tenemos que asumir para evitar males futuros.

Las nuevas realidades que se fraguan en el plano internacional, nos obligan a interpretar las relaciones humanas de forma distinta. El avance de los medios de comunicación, unido a la cada vez más sofisticada tecnología industrial, están propiciando una sólida estructura, pero asentada sobre el barro. No es posible el progreso sobre bases de desigualdad.

¿Para qué generar tanta riqueza si esta no mejora la vida de la gente? No es honesto hablar de la justicia social que proclaman los sistemas democráticos, cuando todos vemos como se pierden los derechos de la mayoría, sin que intervenga mecanismo alguno para evitarlo.

Existe un tiempo para cada cosa y, ahora, es momento de someter a examen la salud de nuestras flamantes democracias; tan injustas como insolidarias. Nuevas formas de concebir la convivencia se hacen hoy necesarias. Nuestras comunidades están necesitas de cirugía mayor para que fluya la riqueza y se extienda la educación a todos los rincones del planeta. De otra forma, no será posible recuperar la confianza de las personas en sus instituciones. Son muchos los políticos que proclaman y defienden estos derechos. Pero, únicamente, cuando las urnas aparecen en el horizonte. Una vez conseguidos los puestos, la política se convierte en una forma de ganarse la vida.

No es suficiente apelar a la conciencia de las personas para que se respeten los compromisos. Hoy, casi nadie cumple su palabra. Por esta razón, hay que legislar; dotar a la justicia de útiles que protejan los derechos de todos. Si es necesario llenar de balizas los caminos de nuestras democracias, hágase así. Pues la ética y la moral han de volver a ocupar su lugar dentro de las instituciones.