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Los días pasan...
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Los días pasan...

Actualizado 15/04/2015
Andrés Barés

Los días pasan y los ciudadanos acusamos la crisis entre el cansancio y la acritud. Por un lado algunos preferiríamos no leer ni escuchar ninguna noticia. Pero al final acabamos escuchando o leyendo para ver que se cuece. Pero, ¿realmente sabemos lo que sucede?

Si sabemos que España está siendo, como decimos en Castilla, "La Casa de tócame Roque". En la que la algarabía y el descontrol campan a sus anchas. Actitud propia de quiénes afirmaban, como alguna exministra, que "el dinero público no es de nadie". Hay más dichos de la sabiduría popular castellana como el que dice: "No compres a quién compró, compra a quién heredó, porque el que ha heredado, no sabe cuánto ha costado reunir un pequeño capital y lo malgasta".

El que compró o compra con su esfuerzo sabe cuanto esfuerzo supone, prosperar, trabajando y mantener lo comprado, para que venga otros detrás... Se ha despilfarrado dinero a manos llenas, etc, etc, etc ? Lo malo es que ahora estamos sólos.

¿Aprenderán algún día los partidos de la oposición a usar las palabras y los términos exactos? ¿A explicar la realidad sin maquearla como se dice ahora? Para ellos todos somos compañeros, todos somos iguales, eso sí cuando el que habla o toma la batuta está arriba. La realidad es que todavía están discutiendo lo de los "miembros" y "miembras", "chorizo" o "choriza" "pene" o "pena", y para mayor pena no distinguen "soldado" de "soldada". Qué nos quieren transmitir después de tantas mentiras y desidia?.

Los partidos nacionalistas nos muestran su malestar con los presupuestos, o con lo que se inventen, como granujillas de mercadillo, al no poder chantajear al gobierno como han venido haciendo durante tantas legislaturas. Unos y otros parece que ahora no ofrecen sus votos..., los venden, y ahora resulta que no tienen comprador. Los ciudadanos, españoles todos como decían antaño, les vamos a cerrar o cerramos el negocio esta vez. Llevamos varias décadas atribuyendo a los nacionalistas más inteligencia que la que les cabe o tienen. Por una vez asistimos a un momento en que el sentido común, "vayate tu a la m...", empieza a dar que pensar. Es decir, a la verdadera democracia.

Por lo demás la solución de cualquier crisis pasa por una contención del gasto. Pero en este caso la crisis va mucho más allá. Cada día parece más que no ha sido el Estado, ni los ciudadanos los verdaderos causantes de la crisis. Han sido los bancos y las entidades financieras y la falta de control por parte de los estados de los mercados financieros internacionales, además de la corrupción financiera y política. Los que deberían pagar la crisis son éstos, los verdaderos protagonistas. Hasta que los Estados con mayúsculas no pongan freno, y limpien, tarea delicada y ardua, la crisis no parará. El que tenga que llegar no lo tendrá nada fácil, como no lo tienen ahora los que están.

El mayor problema es que más allá de la demagogia y la tentación populista, existe una cosa que se llaman cifras, números, matemáticas, finanzas, mercados de deuda, tipos de interés, compromisos internacionales, cifras de competitividad, mercado de derivados, costes, presupuestos, etc. Cosas aburridas y con poco gracejo, pero indispensables para que funcionen las cosas. El problema está en que los ciudadanos de a pie no suelen tener mucha idea de la sala de máquinas de un Estado y menos de cómo funciona, y el político de la tribuna, sabiendo como funciona, calla la mitad y agita a las masas para que aplaudan su opera particular.

Una gran mayoría de ciudadanos, como históricamente hemos visto, tiende a creer que el dinero brota del Estado como agua de manantial, y que al partido gobernante le gusta recortar porque es cachondo y "quieren acabar con todo" porque da un morbo especial. Lema de la profundidad intelectual de un charco, y que creen que vale para un roto y un descosido.

Es sabido de que el dinero de los contribuyentes debe o debería revertir en los contribuyentes. Eso es lo que debería suceder en todos los países democráticos del mundo. Pero en esta crisis parece que de momento que los impuestos sirven para beneficiar a los de fuera, esos supuestos mercados financieros e intereses oscuros, en los que también algunos estados se aprovechan los más débiles. Lo que si es patente es el pesimismo indignado ante una falta de soluciones o de liderazgo que se respira por todas partes, y que, en verdad, puede llevar a ahondar la separación entre clase política y ciudadanos, con las graves consecuencias que generaría al poderse aprovechar de ello algunos inconscientes y recién llegados, pues "Roma no se hizo en un día", ni como decimos aquí "Zamora no se tomó en una hora".

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