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Tomás Gil desvela los secretos del Cristo Yacente
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LA ORIENTACIÓN DE LA CARA, UNA DE SUS PECULIARIDADES

Tomás Gil desvela los secretos del Cristo Yacente

Actualizado 12/04/2015
José Manuel Ferreira Cunquero

VITIGUDINO | Se corrobora la hipótesis de que su autor fue el escultor salmantino Pedro Hernández y que fue realizada entre 1620-1630

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El sacerdote diocesano del Arciprestazgo de Peñaranda y experto en Historia del Arte, Tomás Gil, desveló este domingo en Vitigudino las incógnitas que han rodeado a la talla del Cristo Yacente de la Parroquia de Vitigudino, especialmente ?aunque lejos de cualquier leyenda? en lo referido a su autor, el momento de su creación, iconografía y descripción de algunas de las peculiaridades de la obra cuya restauración se dio por finalizada unos días antes de la Semana Santa.

En la proyección de un audiovisual basado sobre su autor, la iconografía y una breve descripción de la obra, Tomás Gil confirmaba la hipótesis del artículo 'Escultores salmantinos del siglo XVII: Pedro Hernández' de Alfonso Rodríguez G. de Ceballos y Antonio Casaseca (1980), en el que se atribuía a este autor la obra del Cristo Yacente de Vitigudino. Según Gil, la talla del Cristo vitigudinense cabría fecharla a principios del siglo XVII, entre 1620-1630, época de gran actividad en el taller de su propiedad en la plaza de San Julián de la capital salmantina, pues aunque con fluctuaciones a lo largo de sus 85 años de vida, Pedro Hernández fue un escultor prolífico y polifacético, pues además de la escultura, la talla y el ensamblado también encontró en el dibujo una herramienta para desplegar su arte (1980).

Gran parte de su obra fue por encargo de la Cofradía de la Vera Cruz, de Salamanca, lo que ha permitido corroborar la pertenencia del Yacente de Vitigudino a Hernández por rasgos definitorios de otras de sus obras y que concuerdan con el Cristo vitigudinense. Pedro Hernández caminó entre el Bajo Renacimiento (manierismo) y la llegada del Barroco, y tuvo como influencia la obra de Gregorio Fernández y Juan de Juni. Precisamente, Gil atribuía el Cristo Yacente de Vitigudino de Hernández a la influencia de Juni, obra que conoció a partir de 1619 en varios viajes al convento de San Francisco en Valladolid, donde también conoció la obra de Fernández. La hipótesis de Gil sobre la influencia de Juni en esta obra se estriba en la forma de las piernas, "totalmente rectas", y en "los rasgos de la cara, con labios gruesos y dentadura".

Entre las particularidades que ofrece el Yacente vitigudinense destaca particularmente la orientación de la cabeza, que a diferencia del resto de tallas, en las que apunta a la herida de lanza en la zona derecha del torso, el Cristo de Vitigudino lo hace hacía en lado izquierdo, lo que obedece a un motivo concreto. Según Gil, la obra vitigudinense fue tallada con un propósito: "ser vista de frente y desde arriba", lo que hace suponer que su lugar de reposo fuera un altar menor situado a la derecha del altar mayor, por lo que su parte superior estaría orientada hacia el público y su cabeza mirando hacia el Altar Mayor, lugar este donde se ubicaron los Yacentes tras el Concilio de Trento.

[Img #280407]Por este motivo, también, su mano derecha forma parte como un relieve sobre la base de la escultura, peor trabajada que la izquierda, lo mismo que sucede con sus pies, y que en opinión de Gil estas partes no fueron talladas por el maestro sino por alguno de los alumnos con los que contó en su taller, pues se trataba de partes del cuerpo menos expuestas a la vista del público, al contrario que la mano izquerda, que apunta a la sangre que desprende la herida de lanza del pecho. A este respecto, en declaraciones a SALAMANCArtv AL DÍA, Gil calificó de "buena" la calidad de la talla del Cristo Yacente de Vitigudino, y explicó que la variación en este aspecto de muchas de las obras realizadas por este autor pudo deberse al presupuesto con el que contaba para cada una de ellas, "poniendo mayor interés en aquellas de un precio superior", como parece indicar la talla vitigudinense.

En su intervención al público en este acto organizado por la Cofradía de Semana Santa y la Parroquia de Vitigudino, el sacerdote del Arciprestazgo de Peñaranda y experto en Historia del Arte sugirió al público que "el arte no es solo nuestro sino también de las próximas generaciones", una declaración con la que invitaba a la conservación de estas obras.

Asunción de la Virgen, de Cabazalero

[Img #280408]Y precisamente, relacionado con las palabras de Tomás Gil, nada más entrar en la iglesia la primera de las miradas obliga a dirigirse, por su tamaño, al cuadro situado en la fachada norte del templo. Se trata de la asunción de la Virgen, de Juan Martín Cabazalero, pintor nacido en Almadén en 1633 y que falleció a la temprana edad de 40 años dejando tras de sí importantes obras, algunas de ellas recogidas en el Museo del Prado. Concretamente, el cuadro que aquí se presenta fue donado "al pueblo de Vitigudino y no a la parroquia" ?como aseguran algunos vecinos? por el hijo adoptivo de esta villa y diputado en Cortes, Luis Carvajal y Menjarejo, marqués de Puerto Seguro, conde de Cabrillas y de Bailén en 1916.

Sobre esta extraordinaria obra, de más de tres metros de altura, cabría añadir además el gran deterioro que presenta, siendo necesaria su restauración urgente. De esta actuación ya hubo un intento por parte de la parroquia, aunque fue desestimada por su alto coste, pues al parecer la Iglesia mantiene otras prioridades. De continuar en el estado actual, su pérdida será irremediable, y tras ello se producirá un daño irreparable para el arte y la historia de Vitigudino.

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