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Crecepelo
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Crecepelo

Actualizado 11/04/2015
Rubén Sánchez Parazuelo

Ahí están, vienen del lejano oeste. Pertrechados con sus impolutos trajes, extrañamente si vienen de trabajar duro o directamente de los laboratorios de ideas, vienen a contarnos su hallazgo. Ese invento revolucionario con el que el vello capilar craneal volvía a brotar cual adolescente en edad de lucimiento en las más curtidas cabelleras. Sí, con ese gran ungüento recuperaremos el esplendor perdido en los últimos años. No sabemos quiénes son, o simplemente hemos oído algo sobre ellos del poblado lejano. Nadie conoce sus méritos como químicos o alquimistas, pero aparecen aquí con un discurso impecable, seguro, flexible y veloz. A penas nos hemos dado cuenta y ya lo tenemos en la mano: crecepelo. Puede que funcione, puede que no. Total, son apenas unas monedas. Tal y como estamos, a peor no podemos ir. Podemos comprarlo, lo hemos comprado y ahora vamos a disfrutarlo. Es una pequeña dosis, probablemente hasta inocua, es, en definitiva, un placebo. Hemos comprado el deseo, no lo real. No ha pasado nada, ni un solo pelo de más. El crecepelo se ha acabado y el charlatán se ha esfumado. Puede que podamos avisar al pueblo vecino, pero la estela de crecepelos es larga y ya no sabemos ni donde está.

Esto sucedió a mitad del siglo XIX, pero sigue ocurriendo hoy. Fueron el más claro exponente del actual denominado marketing: comunicar lo que se pretende comercializar. De aquí a que el producto vendido se demuestre inútil, falso, falaz o incluso inocuo y se refleje como un timo a pequeña escala puede pasar tanto tiempo que ya nada se puede hacer contra el charlatán.

Vuelve la historia a principios del siglo XXI. Los charlatanes cogen sus carromatos (vehículos de campaña), a sus compinches entre el público junto con los que montan los carteles y mueven los enseres (equipos de campaña) y se echan al monte. Buscan a ese pueblo crédulo y ávido de comprar el producto, el crecepelo de la democracia: el voto. Nos lo venden barato a cambio de un conjunto de propiedades beneficiosas incalculables.

Este es el motivo por el que actualmente se dan cuentas de las administraciones, de las empresas vinculadas al poder político (Cajas de Ahorro y empresas públicas), se presentan balances de cumplimiento del programa electoral, se van presentando los programas electorales, las cabareteras empiezan a danzar con sus cancanes y se sacan los mejores licores: todo para conseguir vender más y más crecepelos, más y más votos.

Con los periodos de gobierno, igual que con los efectos de los crecepelos, nadie se acordó nunca de ir haciendo una foto diaria para ver, de verdad, si los efectos prometidos se cumplían.

En el caso de los pequeños empresarios y los emprendedores, no puede ser más desolador. En 4 años apenas se han creado empresas en nuestra ciudad capitaneadas por jóvenes de Salamanca o jóvenes formados en nuestras universidades. A penas se ha creado empleo juvenil. El apoyo en la creación de empresas ha sido nulo y los esfuerzos, inútiles. De todos estos 4 años, se saca pecho ahora de los buenos datos económicos, pero son discursos de charlatán de flequillo lacio. Estar al frente de lo público y dar un balance de cuentas de superávit, lejos de ser motivo para sacar pecho, es motivo de sonrojo. Como empresario doblemente contribuyente (ciudadano y empresa) no puedo hacer más que pedir, de manera inmediata que me sean devueltos mis impuestos abonados en exceso, o bien que con ese sobrante económico se hubieran hecho las cosas que no se han hecho. Más sonrojo es que se utilicen para entrar en una carrera de derroche de dinero justificado para el presente año electoral. Si poco o nada se ha hecho y ahora se dilapida, tras 5 citas electorales en 2015, nos espera un año 2016 de hundimiento absoluto.

Por eso, ahora, veremos qué pasa con los charlatanes de flequillo lacio cuando suban a sus atriles y dirijan consignas para vender democracia, especialmente aquellos que si tienen que justificar las propiedades de su crecepelo, aquel que le compramos hace 4 años y que hoy nos tiene igual. La foto diaria de los emprendedores y empresarios de Salamanca no es nada buena, sólo los voceros y las cabareteras serán las que traten de hacernos ver otra realidad.

Lo mismo, estas elecciones, son en las que, a más de uno, se le cae el pelo.

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