Discos demasiados frágiles

Creo que deberíamos darnos ya por satisfechos con aquellas Edades de la inocencia que estudiamos en nuestra infancia: la Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, y ponernos a pensar que esta última no puede converger hasta el infinito, por lo que proponemos finiquitarla sin demora y llamarla la Edad de los Experimentos, que de todos es sabido hemos gozado como nunca a lo largo del siglo veinte, y a partir de ahora distinguir otra Edad Contemporánea que, querámoslo o no, es en la que estamos inmersos desde que comenzó el milenio.

La autodestrucción de la materia (¡nadie ha sido!) de los discos duros en casos de corrupción, está siendo una plaga incontrolable que va para rato, y que, no lo duden, conformará una nueva Edad de la que no tendrán conocimiento las generaciones futuras. Pero si sesudas mentes apuestan por ir llamándola de algún modo, quizá debería ganar por mayoría el tratamiento de "Edad del Borrado".

Con la informática como vértice, algunos aspectos como el amor están siendo muy fríos, pues, por ejemplo, usted puede mandar con efecto borrado un mensaje con un "te quiero", prometer hasta la saciedad y al final no comprometerse a nada. Y si hablamos de una utilidad más pecuniaria, la nueva Edad estará en manos de los de siempre. Esos inmaculados señores de guante blanco, objetores de cualquier papel, excepto los fabricados por la Casa de la Moneda, que como buenos ecologistas de bosques lo guardarán todo en sus computadoras.

En la Edad del Borrado, ya lo hemos dicho, la moral se depreciará a bono basura y la religión consecuentemente optará por la confesión en "B", o sea, perdonarse los pecados a uno mismo, nada de esas penitencias de las que sales a bien con Dios pero la Justicia te pisa los talones. Eso quedará obsoleto. Dios sólo ejercerá un par de días al año y no los va a emplear en pedirles cuenta a esos que viven la vida entre mamandurrias como las puertas giratorias, pues él sabe, como dios que es, que a su paso todo se irá borrando. La tecla misteriosa de ese borrado será cada día más perfecta, tanto como el auténtico derecho al olvido.

Sólo existirá el disco duro de la memoria del interfecto y ésta será la única salida para los jueces. Porque ellos tampoco están para perder el tiempo solicitando los discos de los ordenadores. Así que todos los chorizos pasarán por la máquina de la verdad, y por sus caras de cemento, sus nervios de acero y por ser chorizos de la mejor calidad, no terminarán señalados por el cacharro. Como siempre, serán detectados y terminarán sus días en prisión los chorizos para macarrones.

Como epílogo, caminamos unidos para convertirnos en hackers de la destrucción, y la "Edad del Borrado" finalizará con una gran pira de discos duros de auténticos caraduras. Todo habrá sido como un sueño muy real que, si acaso, quedará en alguna nube informática.