Fiel reflejo de la historia y tradiciones de una Semana Santa tradicional, sobria y castellana
Vespertina y bella foto. Me la ha enviado mi amigo Antonio Pericache. Mientras la contemplaba, se iban derritiendo en mi memoria recuerdos, que no me tocó vivir, pero que sí vivieron y sintieron nuestros antepasados. Me alcanza la vista hasta 1574, ese año, se fundó, en la iglesia, la cofradía de la Veracruz,(de la Santa Cruz); y esta misma cofradía, en la noche del Jueves Santo, celebraba la procesión de las disciplinas. Los cofrades vestían su túnica abierta por detrás, con la cara cubierta y no podían llevar ninguna seña, que los delatara; caminaban en absoluto silencio; se les sancionaba si nombraban a alguien. La disciplina consistía en irse golpeando la espalda con correas, cordeles anudados o cilicios. Se curaban las heridas con sebo de negrillo; los mayores quedaban exentos de las azotes; en cambio, estaban obligados a asistir a la procesión, confesados, descalzos de pie y de pierna y rezar treinta padrenuestros y treinta avemarías. Esta procesión de Jueves Santo la presidía solo la Santa Cruz; en el Santo Entierro, procesionaban el Cristo de los Misereres, La Virgen de la Encina, en riguroso luto, y el Sepulcro. De tradición, se guardaba un silencio impresionante, interrumpido por el cántico del "miserere" y del cancionero propio de Cuaresma; y se alumbraban con la luz de faroles, que portaban los feligreses.
Jesús Nazareno fue tallado, en 1858, por el sacerdote macoterano, don Remigio Sánchez, al observar que no había, en la iglesia, un Jesús Nazareno para la Semana Santa. Lo finalizó el 2 de mayo de 1859. Lo policromó también él. La imagen fue llevaba, este día, a la iglesia, donde fue bendecida por don Manuel García Bienes, teniente cura de la iglesia, y, a continuación, salió en procesión. Jesús Nazareno viste túnica morada y carga con la Cruz a cuesta. En 1860, el propio don Remigio encargó el establo, para colocar la imagen, a Francisco Martínez Labajos, apodado "el fraile", y a su hijo Pablo; para ello, aprovecharon la madera tallada del antiguo retablo de la Esperanza, construido, en 1570, por el ensamblador salmantino, Juan Bautista.
La Piedad procesionó, por primera vez, en la Semana Santa de 1944. El paso atrajo la admiración de todos los macoteranos por la belleza de su composición y por la evocación de la profunda emoción religiosa, que transmite su contemplación. Fue adquirida por los hermanos Domínguez, por deseo de su madre, en una de las tiendas religiosas de la calle Arenal de Madrid. La Madre sostiene, en su regazo, el cuerpo exánime de su Hijo recién descendido de la Cruz, con su mirada lacrimosa y resignada prendida del Cielo, en complicidad con el Padre en misión redentora del hombre. Se guardaba en las dependencias de la vivienda de los Domínguez, y, ante su presencia, existían dos reclinatorios, que invitaban a un rato de recogimiento. Lo sacaban en procesión los empleados de la fábrica; y cerrada ésta, siguieron con el compromiso los hijos de Eugenio Madrid, hasta que fue donado el conjunto a la parroquia.
La Virgen de la Encina, Patrona del pueblo, preside casi todas las celebraciones religiosas de la parroquia; se trata de una imagen que dicen de "vestir", porque solo tiene esculpidas las partes no cubiertas por los ropajes, así como la cabeza y las manos. Este tipo de imágenes se difundió en el medio rural, (siglo XVII), porque la ermita no disponía de fondos para encargar una talla de la Virgen a un maestro imaginero; el culto a las imágenes se potencia a partir de la doctrina del Concilio de Trento, que implanta la costumbre de sacar, en procesión, la representación de los misterios sagrados (pasos) y las imágenes de la Virgen y de los Santos, para fomentar el fervor y la devoción del pueblo; pero no vamos a centrarnos, de forma minuciosa, en la imagen de la Virgen, sino en las farolas, que luce en la procesión del Santo Entierro, obra de las expertas artesanas de soldadura, Joaquina y Rosa Domínguez Sacristanas. Para la tarea, se inspiraron en las farolas, que muestra el paso de la Piedad de los Domínguez. Utilizaron, como material, latas de sardinas, y con su arte, maña y paciencia fueron elaborando la filigrana de las distintas piezas, empleando como soporte la bigornia, y como instrumental, el soldador manual de cobre, las tijeras y el martillo; la urdimbre de la vidriera, con hebras de estaño en trazo geométrico, y también merece destacar el corte minucioso de los vidrios multicolores, que cierran el conjunto de la pieza. Una maravilla. Hace unos años, hubo que retocar algún extremo por los enredos del tiempo, pero sin necesidad de modificar ni un detalle de su estructura original.
El Cristo Yacente. El 26 de octubre de 1958, Juan José Hernández Bonilla Gitanín (tío de Manola la del horno) y don Antonio de la Cuadra donaron la imagen del Cristo Yacente, así como el sepulcro con sus accesorios, las farolas y el banquillo, obra realizada por el ebanista Gabriel García, Confitín, con la ayuda del, entonces, aprendiz Fernando Cuesta. El Cristo Yacente, antiguamente, iba escoltado por la Guardia Civil, engalanada; y le acompañan las autoridades religiosas y civiles y el coro parroquial, que marcha interpretando varios motetes propios de Semana Santa, y de la interpretación solemne y pausada del "Miserere".
Jesús Flagelado fue donado por José Antonio Blázquez y su compañía de teatro de aficionados en 1948. Mientras preparaban la representación de la obra "El soldado san Marcial", de Valentín Gómez, los componentes del grupo: los señores Agapito, Isaac, Pedro Capucho, Julián Corrocho, Patricio Tavera, José Antonio Blázquez, su hija Felisa, Jesús Ajerito y su hija Juanita, Carmen Isidora, Mª Teresa Candonga y Rosa Cabaña, decidieron destinar el dinero, que se recaudase en las distintas representaciones del melodrama, en la adquisición de un nuevo paso.
"La Oración del huerto". El paso representa el momento en que Jesús se postra, de nuevo, en tierra, y se dirige al Padre: "Padre mío, si no es posible que este cáliz pase, sin que yo lo beba, hágase tu voluntad". Fue adquirido, en el año 1972/73, por los esposos Argimiro Jiménez y Honorata García Bueno; en un principio, lo custodiaron y se encargaron de sacarlo en procesión los familiares de Argimiro y Honorata; pasado el tiempo, fue donado a la parroquia.
El Resucitado. Antiguamente, en la procesión del encuentro, instante en que Jesús Resucitado se reencuentra con su Madre, se sacaba la imagen del Niño Jesús, custodiado por sus mayordomos, y la imagen de la Virgen de la Encina. En la año 1950, el señor José Losada Sánchez regaló la imagen del Resucitado; se encargan de sacarlo en procesión sus familiares. El encuentro se produce en la plaza; y es tradición que el grupo del paleo dance en son de gloria ante ambas imágenes. El grupo de danzadores solían integrarlo los jóvenes; en cambio, en la actualidad, lo componen señoras, adiestradas por el paciente Vicente Flores.