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El mundo que queremos
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El mundo que queremos

Actualizado 27/03/2015
Jorge Juan Fernández

[Img #261489]La pregunta que se desprende de este título es sin duda la pregunta del millón ¿qué mundo queremos? Para tratar de avanzar, la primera tarea debería ser dar respuesta adecuada a la cuestión aunque la gran multitud de actores nacionales e internacionales que tienen responsabilidades en el diseño de la Agenda que debe orientar toda la actividad de la Cooperación Internacional al Desarrollo hasta el año 2030 parece que ya saben cuál y cómo es el mundo que quieren.

Y el tema viene al caso porque el pasado miércoles día 25, tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca la Consulta Nacional sobre Financiación del Desarrollo Post 2015 auspiciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y la Agencia Española de Cooperación Desarrollo, con la presencia, entre otras autoridades en el tema, de su Secretario General Gonzalo Robles, con el fin, en palabras de él mismo de: presentar, debatir y consensuar, con los distintos sectores vinculados al desarrollo, la postura común que España defenderá en la Conferencia de Financiación de Addis Abeba (Etiopía) el próximo mes de junio.

El plazo para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), fijado para 2015 - con algunas luces y aún muchas sombras - se cumple en diciembre y es preciso tener ya definido el camino que debe seguirse en el periodo que se abre hasta llegar al 2030, es decir, es necesario que entre todos decidamos los modos y formas de llegar a ese mundo que queremos, pero la pregunta inicial continúa en el aire.

Debo reconocer que salí un tanto decepcionado, no tanto por lo que pude oír como por lo que no escuché plantear a nadie ¿qué mundo es el que queremos? Es cierto que el contexto internacional, por múltiples razones, es muy diferente al que existía a inaugurar este nuevo siglo, que fue cuando vieron la luz los ODM, pero en mi modesto entender, tampoco entonces se abordaron algunas cuestiones básicas que continúan escondidas en los excesivamente técnicos discursos y posicionamientos oficiales. En entre ellas tres fundamentales que podrían ayudarnos a pensar con más acierto en una respuesta adecuada para la pregunta que nadie planteó y también para establecer cuáles deben ser las reglas de convivencia que debemos darnos para que ese mundo que queremos sea un mundo en paz, más justo, más equitativo y sostenible.

La primera cuestión es identificar sobre qué valores se debe construir la Cooperación al Desarrollo. Porque se debe, ya de una vez, desechar ese desfasado término de "ayuda". Dar oportunidades a las personas no es dar ayuda, es hacer justicia y eso tiene mucho que ver con los modos y maneras de hablar y actuar tanto a nivel local como nacional e internacional que estamos enseñando a las generaciones que nos seguirán, tiene mucho que ver con la educación ciudadana, porque las palabras son neutras, transmiten mensajes importantes.

La segunda sería no tener presentes en todo nuestro debate eso que en el último informe de Oxfám ? Intermón denominan "problemas sin pasaporte" como son la guerra y los conflictos violentos; los problemas ambientales y del clima; los entornos financieros precarios; las normativas de comercio injustas y las enfermedades infecciosas. Estos problemas no entienden de fronteras, tanto de alambradas con concertinas, y por tanto cualquier acción que podamos poner en marcha para evitarlos precisa nuevos enfoques.

Y por último, aunque en mi opinión, la más importante de las tres es ¿cómo hacer frente a la desigualdad creciente entre personas, colectivos, países, regiones, etc.? La comunidad internacional parece, en estos últimos años, obstinarse en mostrarnos la violencia como el gran mal global y que lograr la seguridad debe ser nuestra meta prioritaria, aunque para ello para ello debamos asumir recortes en derechos fundamentales y desviar hacia este objetivo millones de recursos no sólo económicos también materiales y humanos.

Pero, la enfermedad, por sí sola no genera violencia, tampoco la pobreza o el hambre, la escasez de agua, el analfabetismo, no dispone de energía eléctrica, autopistas o aeropuertos, ni siquiera la corrupción la genera, sólo hay que ver los resultados de las elecciones en Andalucía. Lo que realmente la genera, lo que atenta claramente contra la línea de flotación de la seguridad es que millones de seres humanos no tenga acceso en igualdad de condiciones a bienes básicos como la salud, la educación, el agua potable, una vivienda digna y un trabajo. La desigualdad. El propio Secretario General señalo en su intervención: la Cooperación al Desarrollo también es un acto de inteligencia por parte de países europeos que frena el deterioro social que lleva a momentos de enorme inseguridad.

Las desigualdades son el fracaso de procesos económicos, políticos y sociales que se han producido dejando a un lado los Derechos Humanos. Es la desigualdad la que da alas y alimenta a los grupos que practican la violencia, porque engendra odio, rencor, resentimiento, deseos de venganza. La desigualdad es causa de violencia, de cualquier tipo que esta sea.

Por tanto, los logros que alcancemos en crear un mundo libre de violencia, un mundo en paz, serán directamente proporcionales a lo que seamos capaces de avanzar en la erradicación de las desigualdades sociales y ese, no otro, debe ser el fin común a todos los objetivos que se redacten para las próximas décadas.

Y para terminar unas lúcidas palabras, de plena actualidad, del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano: Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos.

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