El historiador y colaborador de esta casa repasaba minuciosamente la pasión y muerte de Jesús, uniéndola a los diferentes actos procesionales que la historia de la villa recoge
Una primicia más. El sábado 21 de marzo de 2015, en el Centro Cultural de Santa Ana, Javier Blázquez, historiador e investigador de las tradiciones e imágenes de la Pasión de Jesús en Salamanca y provincia, descorrió el telón de la Semana Santa con un minucioso y documentado pregón, en el que fue desgranando los distintos pasajes de la pasión y muerte del Nazareno, que la tradición ha hecho costumbre, y que Macotera sigue viviendo con gran fervor, reflexión y silencio desde tiempo inmemorial.
Abrió el momento con un saludo muy especial a todos sus paisanos, y, a continuación, expuso las razones sobre el porqué se deben celebrar estos eventos como preludio a la celebración de la semana de renovación de nuestra vida espiritual. Y exhortó a la autoridad a mantenerlo en el tiempo.
Se centró en la celebración de la Cruz, "liturgia de la Semana Santa que nos lleva a reflexionar sobre lo trascedente, con la vida y la muerte, del hombre y de Dios, como centro de la celebración. Todo este proceso espiritual queda simbolizado en la Cruz".
Hizo una referencia a las cruces de Macotera y lamentó que no procesionase el paso del Crucificado en la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo, siendo su presencia tan habitual en otros lugares del pueblo. Hizo mención de los Cristos de los Misereres, que presidía el retablo de su nombre, y de las Batallas, que se guardan en la ermita del Cristo.
Avanzó hasta 1574, ese año, en que se fundó, en la iglesia, la cofradía de la Veracruz, (de la Santa Cruz); y esta misma cofradía, en la noche del Jueves Santo, celebraba la procesión de las disciplinas. Los cofrades vestían su túnica, abierta por detrás, con la cara cubierta y no podían llevar ninguna seña, que los delatara; caminaban en absoluto silencio; se les sancionaba si nombraban a alguien. La disciplina consistía en irse golpeando la espalda con correas, cordeles anudados o cilicios. Se curaban de las heridas con sebo de negrillo; los mayores quedaban exentos de las disciplinas; en cambio, estaban obligados a asistir, a la procesión, confesados, descalzos de pie y de pierna y rezar treinta padrenuestros y treinta avemarías. Esta procesión de Jueves Santo la presidía solo la Santa Cruz; y, en el Santo Entierro, procesionaban el Cristo de los Misereres, La Virgen de la Encina, en riguroso luto, y el Sepulcro. De tradición, se guardaba un silencio impresionante, interrumpido por el cántico del "miserere" y del cancionero propio de Cuaresma; y se alumbraban con la luz de faroles, que portaban los feligreses.
En la actualidad, salen las imágenes de Jesús Nazareno, obra tallada, en 1858, por el sacerdote macoterano, don Remigio Sánchez, al ver que la iglesia no disponía de ella. Jesús Nazareno viste túnica morada y carga con la Cruz a cuesta; la Virgen de la Encina, vestida con manto negro; la Oración del huerto, Jesús Flagelado, la Piedad y Cristo Yacente.
Por último, recordó el momento del encuentro de Jesús con su Madre, representado por las imágenes de Jesús Resucitado y de la Virgen de la Encina, Patrona del Pueblo, en el que interviene el grupo del paleo o las danzas, en que se manifiesta la alegría ante el triunfo de Jesús sobre la muerte.
"La Semana Santa termina con la Resurrección. Esto debe llevar al cristiano a vivir con esperanza y alegría el misterio de la Pascua".