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Alma de Árbol (X): el Pino… uno de ellos
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Alma de Árbol (X): el Pino… uno de ellos

Actualizado 23/03/2015
Javier González Alonso

La semana pasada se me estropeó el ordenador: ese fue el motivo de la ausencia de mi columna semanal. En los paseos campestres, más largos por ese motivo, pude observar la primera procesión del año. La Procesionaria del pino, Thaumetopoea pityocampa, es muy característica pues, en cuanto asoma el sol con fuerza, entre febrero y marzo, estas larvas, ahora en estado oruga, descienden en fila al suelo, de ahí su nombre de Procesionaria, se entierran y se encierran en su capullo para convertirse en crisálida, hecho que tendrá lugar en verano. Aunque, como su nombre vulgar indica, suele estar asociada a los pinares, también ataca a los cedros y abetos, siendo inconfundibles los bolsones de seda elevados, sus nidos, donde se guarecen de las heladas invernales. Estos lepidópteros representan un peligro para humanos y animales por su curiosa forma de defensa: cada oruga presenta hasta 50.000 tricomas, una especie de flechas envenenadas que recubren y cuerpo y que sueltan cuando se sienten amenazadas, produciendo dermatitis, lesiones oculares, urticaria y fuertes reacciones alérgicas.

Es, sin lugar a dudas, la plaga más importante de los pinares mediterráneos, estando directamente correlacionadas con nuestro especial clima, aunque, con el cambio climático en el que estamos inmersos, se está desplazando rápidamente hacia el norte. Se alimentan de las acículas de los pinos, abetos o cedros, provocando que éstas se sequen y caigan, debilitando a los árboles, lo que facilita el ataque de otras plagas.

La familia de las coníferas, a la que pertenecen los pinos, es una de las más antiguas de plantas, pues son los descendientes directos de los bosques primigenios, antes de que aparecieran los bosques de "hojas anchas". De entre todos los pinos, el Pino Piñonero es el árbol típicamente mediterráneo, fácilmente reconocible por su copa redonda y corteza resquebrajada en grandes escamas poligonales. Simboliza la inmortalidad y la perpetuidad de la vida debido a sus hojas perennes y resina incorruptible. Los griegos lo asociaban con la diosa Cibeles, madre de Zeus, símbolo de la Tierra, la agricultura y la fecundidad. En Europa, los druidas hacían grandes fuegos de pino, durante el solsticio de invierno, para llamar al sol, práctica que, con el tiempo, se transformaría en la costumbre de quemar troncos o decorar los pinares con objetos brillantes, hasta desembocar en la creación del árbol de Navidad. En el Antiguo Egipto, Osiris, era representado ceremonialmente a través de la tala de un pino y el vaciado de su tronco. A continuación, se tallaba una imagen de Osiris con la madera vaciada y se reinsertaba la misma en el árbol hueco. Todo el conjunto se guardaba un año para vigilar las vides; después, se quemaba y se esparcía por el suelo para abonarlo de cara a la siguiente cosecha.

Son muchas las aplicaciones industriales que tiene el pino piñonero, en particular, y los pinos, en general. De ellos se obtienen oleorresinas, trementinas, y, a partir de su destilación, otros productos cómo el aguarrás, la colofonia o pez griega, el galipodio o la brea de pino.

En la medicina popular, el Pino ha sido siempre usado como un poderoso desinfectante bronquial. Contienen cerca de 40 principios antibacterianos y una gran cantidad de taninos, lo que redunda en una función antiinfecciosa y astringente; además de ser un buen antipirético, sirve para rebajar la fiebre. Su capacidad diurética, gracias a los ácidos cafeico, clorogénico y ascórbico, se aprovecha para problemas de vejiga y el riñón, o para la eliminación de líquidos: oliguria, cistitis, pielitis, gota o cálculos biliares. Alivia los dolores del reumatismo, o de golpes, rebajando la inflamación, aplicando fricciones de aceite esencial sobre las zonas afectadas.

Sus semillas, los piñones, son uno de los alimentos más completos, nutritivamente hablando, por su contenido en ácidos grasos poliinsaturados e monoinsaturados, vitaminas A, B, E y C; minerales como fósforo, potasio, cinc, hierro, calcio y sodio; fibra; proteínas; vitaminas B2, B6, B9 y B3; etc. Siempre fueron muy apreciados, y no sólo por su delicado sabor, en la cocina mediterránea, pues ya los soldados romanos llevaban piñones como parte de sus provisiones, ya que, además del gran aporte proteico, les ofrecía la energía necesaria para los esfuerzos realizados.

Aún siendo árboles muy comunes, utilizados por exceso en ciertas repoblaciones forestales, gracias a que no son muy exigentes en cuanto al suelo donde establecerse, encontramos un ejemplar protegido sin salir de la ciudad de Salamanca: en el Centro de Discapacitados Psíquicos de la Junta de Castilla y León, en el Paseo del Lunes de Aguas.

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