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Lo de los "selfies"
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Lo de los "selfies"

Actualizado 21/03/2015
Fructuoso Mangas

Lo primero el nombre. Todavía no sé las razones por las que no soporto los anglicismos a lo bárbaro, sin necesidad y a lo cutre-culto. No me lo explico, porque los galicismos, por ejemplo, me caen mejor. Lo de "selfie" es toda una parábola y ya no me refiero a la palabra (¿qué le pasa a "autofoto", tan sencilla y tan lógica?) sino al hábito fotográfico que la ha importado.

Ya sé que quizás es un detalle insignificante, pero me ha hecho pensar en cosas de cierta categoría. Me refiero a que esa costumbre de fotografiarse a sí mismo delante de todo tiene su qué y su entretela. Cada vez es más frecuente y sin duda tendrá éxito: el turista va armado con su extensible sosteniendo su cámara a la distancia adecuada y se retrata a sí mismo una y otra vez delante de todo lo que se tercie, situándose una y otra vez en primer plano como protagonista y sonriéndose una y otra vez a sí mismo delante de la decoración que le sirve de fondo. Atrás queda el monumento, la pintura o lo que sea y delante siempre el yo, poniendo cara de foto, de autofoto en este caso, y con el gesto repetido una y otra vez de quien se sonríe a sí mismo. Y queda satisfecho.

Me parece advertir, con todos los respetos, que hay en esto cuando se convierte en algo habitual un desprecio callado hacia lo que queda detrás, que a veces queda ignorado, porque es más importante el sujeto que se mira que el objeto por el que ha llegado, se supone, hasta allí, sea una escultura, una portada de catedral o una cebra en el zoo. En esto parece que llega una ola de ignorancia premeditada porque viene a equivaler a esa costumbre, ¡ya casi mayoritaria y que llega hasta a algunos guías!, de buscar en Salamanca la rana y olvidar la fachada de la Universidad, hacerse autofoto junto al astronauta y ni mirar siquiera la portada de Ramos de la Catedral o señalar el balcón que da al dormitorio de la duquesa en el palacio Monterrey y darse la vuelta sin más olvidando palacio y convento e iglesia de La Purísima. ¿Hay quien dé menos ante tanto?

Esto es pura frivolidad y a veces falta de cultura, pero quizás no llega a más que a la banalidad que se nos va instalando en casi todo. ¿Han pensado alguna vez que los chinos han sido profetas entre nosotros? Llegaron con su estilo de oferta comercial y ahora ya, en casi todos los niveles de la vida, nosotros mismos amontonamos lo que sea, rebajamos su valor a casi nada y la calidad es lo de menos. Es el rastrillo adueñándose de la vida. Y esto en cualquier cosa, desde el turismo hasta la religión pasando por las ideas o la política y llegando a los modos pastorales o a la oferta de los escaparates. Es un deterioro preocupante. Casi todo vale, hasta lo que no vale nada, pero como se amontona, parece algo.

Y hay más, porque en el caso de los/las "selfies" parece que puede apuntar algo de mayor alcance, al ser una señal más de ese individualismo que se mete en todo, que se alimenta fagocitándolo todo y que impide mirar más allá, y más acá, de uno mismo. El síntoma es como un pequeño grano en la mejilla, pero puede estar avisando de un grave problema de salud humana. No voy a pedir a nadie que se olvide de las autofotos, yo mismo llevo años haciendo en pequeño algo parecido sin necesidad de extensible con conexión digital, pero sí me pido, y lo solicito también a los demás, no negociar con ningún tipo de individualismo, de ansia de yo por delante o de autocomplacencia compulsiva. Lo de la fotografía es inofensivo, pero si eso se lleva a los espacios habituales de la vida, como la familia, el trabajo, la religión, la política o la vida social? la quiebra humana y social está cantada.

A lo mejor esto es exagerar las cosas, pero, como diría José Mota, ¿y si no lo es?

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