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El fin del mundo
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El fin del mundo

Actualizado 21/03/2015
Pedro Morato

Acorde con la muy trabajada política de desinformación que actualmente practican la inmensa mayoría de los medios de comunicación en España, y que se alimenta de la irrelevancia, el cotilleo o directamente la estrafalaria ridiculez de lo populachero, una de las últimas "noticias" destinadas a llenar páginas, titulares y reportajes ha sido la recuperación "informativa" experimentada en las últimas fechas de las amenazas globales que, bajo el nombre de "El fin del mundo", han venido sirviendo de excusa durante siglos a los intereses de visionarios, predicadores, iluminados y profetas de toda especie, que han encontrado en el miedo irracional y la siembra de innominado temor, el perfecto caldo de cultivo para ejercer supremacía y obtener obediencia.

A las conocidas amenazas de hecatombe mundial a que son tan aficionados los sembradores del miedo, se han añadido estos últimos tiempos otras cuya sola denominación apunta ya la intención de sus creadores, tales como la posibilidad de pandemias mundiales debidas a la amenaza de los productos de la biología sintética, el caos causado por los logros de la nanotecnología o las incertidumbres del desarrollo de la inteligencia artificial. Todas ellas, unidas al clásico tembleque por la guerra nuclear, los supervolcanes o los cambios climáticos extremos, configuran la relación de las amenazas de "fin del mundo" que últimamente salpican periódicos, revistas, espacios divulgativos y hasta otrora serios ámbitos informativos.

A nadie se le oculta que la siembra de desconfianza y sospecha hacia ciertas realidades y realizaciones modernas fruto de los avances tecnológicos o de la investigación biológica y biomédica, responde principalmente al interés reaccionario de sectas religiosas, poderes económicos y grupos de influencia, a los que interesa sobremanera tanto mantener un estado de cosas cuya invariabilidad les ha procurado siempre magras ganancias, como impedir la popularización y puesta al servicio público de avances científicos, de cuyos descubrimientos pretenden apropiarse, controlar y comercializar en su beneficio, cuando no directamente obstaculizar su desarrollo y conocimiento para impedir que compitan con sus tecnológicamente obsoletas, pero muy lucrativas, industrias.

Posiblemente la abundancia de información existente hoy al alcance de un amplísimo porcentaje de la población, haya reducido significativamente la ignorancia, que es el primer aliado de los predicadores del miedo. Ello no impide que persisten amplias capas de la sociedad diríase que impermeables al conocimiento y enfangadas, en pleno siglo XXI, en devociones, creencias, rituales, fes y feligresías religiosas irracionales, así como acríticos seguidismos a caudillos políticos, lo que sigue sirviendo de maravilla a los chulos del pensamiento que procuran que rayo alguno de cultura ni avance ninguno penetre en la quieta penumbra mental, crisol de sus intereses. Es a ellos, a los del letargo intelectivo, a los perezosos mentales y a los miedosos, a quienes principalmente se dirigen estas amenazas de "fin del mundo" que, mezclando posibilidades reales de hecatombe con otras supuestas amenazas que no son sino la siembra de desconfianza hacia la investigación científica, el conocimiento y la cultura, consiguen crear una papilla de ignorante amedrentamiento que seguirá obstaculizando el desarrollo de las sociedades, impidiendo el libre acceso y disfrute del saber y apuntalando formas de vida, modos de gobierno y normas de dominación hechas desde hace siglos a la medida de los peores.

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