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De todas las historias de la Historia...
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De todas las historias de la Historia...

Actualizado 14/03/2015
Pedro Morato

El papanatismo que existe en este país, sobre todo entre los gestores de las instituciones públicas, con todo lo que huela a patriotismo, patrioterismo, ejército, banderas, uniformes, himnos o desfiles, alcanza tal grado de baboseo e infantilismo servil ?y desconsideración hacia otras cosas-, que amenaza convertirse, si no lo hecho ya, en una suerte de incontestable e incuestionable verdad ante la cual toda crítica se anula convirtiendo en secundario cualquier otro asunto.

Todavía convalecientes ?y tal vez incurables- de la larga infección del franquismo que a sangre y fuego, al tiempo que llenaba las cunetas y los cementerios con las víctimas de su indignidad convirtió lo marcial en paradigma de la virtud -propiciando al tiempo, con su permanente intoxicación de símbolos patrióticos impuestos por la fuerza un radical desapego hacia ellos de la mitad de la población-, la mayoría de los responsables de las instituciones pública españolas de hoy pretenden seguir identificando lo militar con lo patriótico, la honestidad con los uniformes y la bonhomía con el amor a una bandera. Así, el ínclito ministro de Defensa, en un bucle verbal de enorme desconsideración hacia la ciudadanía en general, califica a los militares españoles desplazados a Irak como "lo mejor que tiene España", y el presidente de la Liga de Fútbol Profesional propone "perseguir penalmente a quienes silben cuando suene el himno español en un partido de fútbol", por poner sólo un par de ejemplos.

Desfiles en plazas públicas, impuestos; continuos homenajes a la bandera, al regimiento, al coronel o al comandante, impuestos a la ciudadanía; cortes de calles para que pase la abanderada comitiva o la imagen religiosa protegida por los uniformados, no sólo impuestos sino de obligada celebración; funerales militarizados que deberían ser civiles; tributos constantes y recuerdos a víctimas, dedicatoria de plazas, calles, monumentos y paseos en cuyas ceremonias prima lo castrense y sus rituales, además de la sospechosa opacidad fiscal y jurídica de los muros cuarteleros y de sus asuntos internos ?cuyos denunciantes son indefectiblemente expedientados y silenciados- y mil y una ceremonias, comportamientos, imágenes y presencias tiznadas con una suerte de ardor guerrero hoy completamente fuera de lugar y toleradas con una inquietante sumisión institucional impropia de un país supuestamente avanzado y democrático, explican mucho más que sesudos estudios sociológicos y cocinadas encuestas, mucho más que la grandilocuencia vacía de los manipuladores de la historia, las razones de no haber superado este país profundos traumas de su historia reciente, de que la reconciliación, a pesar de algunas buenas voluntades, no haya sido posible y de que, cito a Jaime Gil de Biedma "de todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal?".

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