¿Ancianos?

Este artículo va dedicado a esos periodistas, que supongo jóvenes, de las secciones de sucesos, que aplican la palabra ancianos a partir de los 60 años.

Según la RAE, que todavía no debe haber caído en la cuenta de que esta definición está obsoleta, ancianos son los que sobrepasan la edad de los 65 años, más que nada por eso de la jubilación, sin tener en cuenta que, como consecuencia de las mejoras en la calidad de vida que se han ido produciendo en la sociedad, se ha corrido la brecha de edad para ese término, hasta los 80.

Entiendo que a los jóvenes de 20 años, (nos ha pasado a todos), las personas de 40 ya les parezcan muy mayores, y los de 60, cavernarios. Pero de eso, a utilizar el término anciano en una expresión profesional, es irse fuera de los límites del sentido común.

Refiriéndome unicamente a titulares como " Atropellado un anciano de 64 años ...", " Una anciana de 64 años pereció en el incendio...", etc., les recuerdo a sus autores que, por poner un ejemplo, los cirujanos que quizá les hayan intervenido a ellos o a algún familiar o amigo, bien podían tener esa edad. Arquitectos, ingenieros, docentes, presidentes, profesores de auto-escuelas, en fin, ancianos en cuyas manos están nuestras vidas e incluso nuestros destinos.

Estos periodistas, a los que se les puede calcular una edad entre 25 y 30 años, seguramente tienen padres mayores de 60, y más ahora que se tienen los hijos con una media de 35 años. ¿Son ancianos también?

De todas formas, existiendo las palabras hombre y mujer, y los números cardinales para poner los años, ¿qué necesidad tienen de clasificar, si no saben hacerlo?

A tal punto hemos llegado, que los jóvenes a veces utilizan la edad para descalificar a las personas, de una forma despectiva, como insulto, sin darse cuenta de que precisamente es una cualidad y una gran lotería que ni siquiera ellos mismos saben si van a llegar a disfrutar.

Se deben pensar que los de 50 ó 60 ya nacieron así, sin darse cuenta de que esos años están llenando la mochila de vivencias, aciertos y desaciertos, felicidades y contratiempos, que han forjado una personalidad. Sin embargo ellos, aparte de que no saben si van a llegar o no, tienen desgraciadamente su vida en el aire, en una época de desatinos e inseguridades para su propio futuro que, a buen seguro, les impiden disfrutar de su juventud tanto como hemos disfrutado sus progenitores.

Sería conveniente que los periodistas a los que hago referencia, se fijen en su entorno y apunten en sus libretas de cuántas personas mayores de 60 años dependen, a nivel personal, familiar, social y profesional, y a lo mejor entonces, cuando observen lo dependientes que son de estas personas, puede ser que se apliquen a ellos mismos el término anciano.