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Recuperar lo político
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Recuperar lo político

Actualizado 25/02/2015
Carlos Aganzo

Uno de los efectos más evidentes de la crisis desencadenada hace siete años ha sido la constatación del imperio casi absoluto de los mercados sobre la vida pública. El predominio de la economía sobre la política. Como un demiurgo, las fuerzas de aquella integradas básicamente por unos actores de carácter financiero y movidas por una lógica muy vieja de la acumulación y del lucro acorralaron primero y se impusieron después a las de la política. Estas se centraban en actores sociales de naturaleza variopinta y articulados por la búsqueda del consenso para dirimir el conflicto en pro del bienestar general. La propia Ciencia Política había anticipado el escenario cuando enfatizó el peso del denominado voto económico para explicar lo que estaba pasando e introdujo a la elección racional en sus análisis prospectivos: todos éramos maximizadores de utilidades y nuestras decisiones políticas se movían al albur del bolsillo.

Cuando en mayo de 2010 Rodríguez Zapatero declinó usar los mecanismos de la política para someterse a los de la economía se abrió una vía de agua por debajo de la línea de flotación en nuestro no demasiado bien pertrechado sistema político. Lejos de plantear una moción de confianza en el Congreso y, más aún, de buscar una renovada legitimidad electoral se encastilló en la Moncloa bajo la prédica de salvar la soberanía nacional ahuyentando la temida intervención del país: guardarse las espaldas ante el pánico y reconocer a poderes fácticos ajenos al soberano que confirió el mandato. Cuando se ignoran los mecanismos institucionales que están diseñados para afrontar una variada casuística de situaciones, la política se recluye en el trastero; cuando las decisiones se mueven al vaivén del corto plazo, la política se castra en su potencial transformador al servicio de la gente.

La economía no es ajena a la vida de las personas. Configura un entramado de reglas cuya interacción no es ni autónoma ni mucho menos exógena. Solo una visión miope o, pero aún, interesada, le otorga una capacidad omnímoda aislada del medio social del que recibe su razón de ser. En este escenario lo político se yergue como la arena donde se dirime el conflicto y se procesan las decisiones que buscan el bien común. Un recuperado quehacer indisociable del ser humano y de su andadura a lo largo de la Historia que no ha dejado de arrastrar equivocaciones y retroceso, pero también ventura y progreso.

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