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Tiempo de conversión, la búsqueda de Dios
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Tiempo de conversión, la búsqueda de Dios

Actualizado 18/02/2015
Redacción / David Martín Pinto

La ceniza se empezó a imponer a todos los fieles en el siglo IX, cuando empezó a decaer la práctica de la [Img #229801]penitencia pública (ordo paenitentium). Se conservó la fecha tradicional, es decir, el miércoles anterior al primer domingo de Cuaresma. Así mismo, se vio que era el día más adecuado para inaugurar el gran ayuno cuaresmal. Con la imposición de la ceniza comienza la cuaresma, como un signo de conversión ante la llamada de Dios. También la ceniza, acudiendo a los textos de la Sagrada Escritura, es símbolo de la fragilidad del hombre que es como un el vaso de arcilla moldeado por Dios (Gen 2,7; Rom 9,20-23; 2 Cor 4,7); también, puede expresar la caducidad física o moral del hombre. De este modo, el miércoles de ceniza se convirtió en un día de especial intensidad y significado en la vida de la comunidad cristiana

Debemos remontarnos a las celebraciones penitenciales de Israel, cuando el pueblo se veía sometido a una desgracia, como una epidemia o una catástrofe; el culto marcaba una manifestación de llanto, oraciones colectivas y ayuno, cubriéndose con un saco y ceniza. Posteriormente, se hace confesión pública de los pecados, clamando a Dios por el perdón que llega con el cese de la desgracia. Este ayuno, a veces es criticado por los profetas, ya que se pide que esté lejos de todo formalismo y deberá estar acompañado de obras de justicia (Jer 14,12; Mt 6,16). "¿Es éste acaso el ayuno que me agrada, el día en que el hombre se mortifica? ¿Doblar como un junco la cabeza, acostarse en el saco y la ceniza? ¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor? ¿No sabéis cuál es el ayuno que me agrada? Abrir las prisiones injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper todos los yugos; repartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no eludir al que es tu propia carne" (Is 58,5-7).

La ceniza utilizada el miércoles, está realizada preferentemente, con las palmas usadas en el domingo de Ramos del año anterior, también se suele utilizar madera de olivo. El rito se remonta posiblemente al siglo XII, es por todos conocido, el sacerdote impone la ceniza a cuantos se acercan a recibirla, mientras dice una de estas dos fórmulas: "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás" (Gn 3, 19) o "Convertíos y creed el Evangelio" (Mc. 1, 15). La primera recuerda más la caducidad humana, la segunda quiere subrayar la conversión interior a la Buena Noticia y al Reino anunciado por Jesús. Esta celebración, al menos nos recuerda cuatro cosas: La condición caduca y frágil de la condición humana, como nos recordaba el filósofo, somos seres abocados a la muerte; en segundo lugar, la existencia pecadora y limitada del ser humano, el mal está ahí, tal vez en el propio corazón del individuo; en tercer lugar, la mirada hacia el Padre, la ayuda, la oración, para superar esta condición limitada; por último, la vida y la resurrección, el individuo está abocado a la gloria y a la nueva existencia, ese puente que tendió Jesús con su muerte y resurrección. Todo esto apunta hacia la Pascua, allí se empleará el símbolo del agua que limpia y resucita y da vida.

[Img #229775]La conversión, metànoia, no sólo es un cambio de pensamiento, también de corazón y de vida. Incluye al menos tres realidades, un cambio religioso, un cambio ético y un cambio intelectual. La conversión es poner a Dios en el centro de la existencia humana, y desde esa realidad actuar en la vida. En esa conversión interviene mi libertad, es un don de Dios, que puede vivir en nosotros a través de su palabra, de su vida, de su muerte y resurrección. Esto nos lleva a un cambio, a liberarnos de aquellos dioses que esclavizan y no liberan al hombre, que son necesarios, pero no deben ocupar el centro de la vida: dinero, placer, poder, etc. En esta conversión moral, debemos someter nuestro interés más inmediato a la justicia. La fe nos lleva a un cambió en la forma de ver las cosas, buscar con profundidad y serenidad la verdad de la existencia.

No sé, pero me viene a la mente ahora a mi querido Nietzche, con su genialidad y su búsqueda del sentido afirmaba su rechazo hacia las grandes convicciones, se agarraba como a un clavo ardiendo a su finitud, y subrayaba el carácter escurridizo de la verdad. Para él, el convencido es un "epiléptico del concepto", es un hombre que ha perdido su libertad. Sin caer en el escepticismo de Nietzche, el hombre que busca sinceramente la verdad, vive en una inmensa soledad, y a veces, sólo escucha susurros de lo que otros le cuentan.

Nuestro querido Unamuno sabía mucho de soledades, ya que era consciente que la razón a veces se construye sobre irracionalidades, incluso llega a producir monstruos. Racionalidad e irracionalidad se dan la mano en la vida del hombre, él se sentía mejor desde una razón cordial, pensar desde el corazón y sentir desde la razón, con esas dos ciudadanías, que son Atenas y Jerusalén. San Agustín en sus Confesiones, recordaba que buscaba a Dios fuera y lo encontró dentro de sí, nuca fue un hombre más libre afirmaba. Esa interioridad es el ámbito en que acontece todo lo que tiene carácter implícito e intencionado de la existencia. El Dios cristiano es el Dios de la promesa, su revelación de forma plena, acontece el final de la historia, hasta entonces es bueno mantener la esperanza, incluso a pesar de todo.

[Img #229808]Me quedo de momento con la historia de Edith Stein, judía de nacimiento y una persona extraordinariamente dotada para la filosofía y el pensamiento. Trabajó con Hurssel y sus discípulos, algunos de renombre en el pensamiento, Dietrich von Hildebrand, Hans Lipps, Alejandro Koyre, Jhon Bell, Jean Hering, o el propio Heidegger. Muchos de ellos abrazaron el cristianismo, gracias al impacto de las conferencias religiosas de Max Scheller, sólo Edith permaneció inamovible trabajando en la fenomenología filosófica y en el problema de la inmanencia. En el otoño de 1921 pasará unos días en una finca de unos amigos, la famila Matius. Pasaba mucho tiempo sola devorando libros de la biblioteca de la familia, un día tomó un libro de Teresa de Jesús. Según sus propias palabras: "Un día tomé un volumen bastante recio. Se titulaba Vida de Santa Teresa de Jesús, escrita por ella misma. Comencé a leer. Al instante me sentí cautivada, no pude interrumpir la lectura hasta llegar a la última página. Cuando cerré el libro dije en mi interior: ¡esto es la verdad!". La misma mañana compró un catecismo católico y un misalito, se puso a estudiarlos y asistió a una eucaristía, el 1 de enero de 1922 será bautizada. Compartirá vida religiosa con las monjas dominicas en Espira (Alemania), mientras daba clases en su colegio, pero su vida religiosa la realizará en plenitud cuando ingrese en el Carmelo de la ciudad de Colonia. Allí vivió plenamente la fe en Dios desde la ciencia de la cruz. El 2 de agosto es apresada por la Gestapo y el 7 es enviada al campo de concentración de Auschwitz, allí muere junto con su hermana Rosa. En uno de sus escritos afirma, "Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente, busca a Dios".

Lluéveme, Señor, un poco

con esta claridad con que te llueves

sobre el jardín incierto en la ventana.

El agua que me cale lentamente

hasta apagar mi llama de inquietudes,

el agua que me embalse y me sosiegue

de presencia de Ti, de noche tuya.

Estoy reseco, tristemente solo,

con un gris de sucesos

sin el premio siquiera de una lágrima.

Ve regando el miedo de mis ojos

con el zumo de paz que de Ti mana,

ve llenando mi surco, enfermo y roto

como una llaga abierta, de tu bálsamo.

Ve lloviendo, Señor, y desmoróname

de tanto leve aluvión en mi esperanza

negra en la soledad y a la par lumbre.

Derrámate del todo, que en la lluvia

me sentiré dormido a la apariencia

con la pena empapada en tu alegría

sin serme ni sentirme en los caminos.

Inúndame, Señor, con tu ternura

y apágame a mí mismo porque enciendas

luces más tuyas sobre la ceniza.

Pedro Miguel Lamet, El templo de la sorpresa (1969)

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