El Jardín de los Laureles, ‘El encanto y el misterio de los huertos cerrados’

En estos días se oye por la ciudad que desaparece el Jardín de los Laureles, en mi afán por conocer algo más sobre este recóndito lugar y poner mi granito de arena en la conservación del patrimonio bejarano, estuve preguntando y tratando de averiguar que había de verdad en lo que se rumoreaba sobre este oculto paraje, desconocido para la mayoría, por ser un espacio privado. De esta manera llegué hasta Pepe Muñoz, buen conocedor de la ciudad y sus rincones. Él me ha facilitado un trabajo realizado por el Grupo San Gil, para la celebración del Equinoccio 2010, convertido en visita guiada por Béjar y titulado Intramuros. A la Conquista de la Villa Vieja, en el que se adjunta una página de un texto de 1955, de Raimundo Montañés, pseudónimo de Francisco Muñoz García, que habla sobre este jardín.

Consultado el libro en su totalidad, me doy cuenta de que el propio Francisco Muñoz ha vivido allí, y lo describe desde la óptica del espectador implicado que disfruta de ese espacio y se sabe privilegiado por ello.

A continuación no me resisto a transcribir unas líneas del mencionado libro, que nos pueden dar una idea de lo que puede que se pierda o se haya perdido ya, sin que la mayoría de los bejaranos lo hayamos podido conocer.

"Está en la ciudad pero no es un jardincillo urbano, situado en el cerro sobre el que ella se asienta, en la parte más alta del mismo?, dominando los tejados circundantes? Dentro del recinto ciudadano, mi jardín de los laureles hace esquina a dos calles públicas. Próxima a la principal de ellas, está la vivienda que deja entre la casa y la calle un espacio con flores. Detrás, en plano más elevado, la porción mayor, de unas 40 áreas, bien cercada de altos muros de mampostería, que uno de ellos ?el de Naciente- es parte de la antigua muralla que circundaba la ciudad, por cuyo adarve se circula cómodamente abarcando un gran horizonte. A pesar de estas altas tapias y de las cortinas de árboles que sustraen mi jardín de la curiosidad de los vecinos, conservando el encanto y el misterio de los huertos cerrados, como está en una cumbre, es cual campo abierto con hermosas perspectivas.

Los pasos no están enarenados. Los dejo con su alfombra de césped natural, que por adaptación al medio, cuanto más e pisa se cría más corto, más copioso y aplastado. Tiene un cierto aspecto de parque conventual, con sus vetustas plazoletas, fuentes y asientos de piedra, donde a veces crece el musgo, y sus árboles de hoja perenne, laureles, cipreses y bojes centenarios. En él todo lo fundamental es viejo, viejo de siglos, con peñas naturales, viejas como el mundo."

A.V.G