Códigos y lenguajes políticos

La política tiene unos códigos propios, singulares y llenos de truco. El mayor de todos, para mi, es que los actores de la cosa pública, pase lo que pase, siempre ven las miserias de los demás y se olvidan de las propias. Las declaraciones que hacen siempre van en esa línea. Si son socialistas les recuerdan constantemente a los populares Gürtel, Bárcenas y otros ladronicios; si los acusadores son los populares se van hasta Andalucía y los ERE,s y con eso ya tienen materia para tapar el sol. Los de CiU son capaces de ver todo lo malo de socialistas y populares pero no entienden porqué les miran por el caso Pujol y su banda familiar, el asunto Liceo, el 3% y no sé cuántas trapisondas más. Hablando de Mas, pero sin acento: ya no se acuerda de nada, no ha visto nada, de todos esas vergüenzas. Vamos, casi viene a decir que nunca ha saludado a la Ferrusola, la misma que tenía una floristería de la que se nutrían jardines y suntuosos parterres.

Aznar, el de la foto de las Azores, veía con unos ojos escrutadores los malos asuntos socialistas en tiempos del PSOE de Felipe González, y por eso le decía todos los días: "Váyase Señor González". Pero nunca se enteró de qué hacían entre bambalinas todos esos golfos a los que invitó a la boda de su hija, aquel fasto en la que se creyó más que un rey árabe. Esa mujer tan lista, tan directa y tan embaucadora que es Esperanza Aguirre ha tenido dentro de su seno a un montón de pícaros y tramposos, pero mira para otro lado y argumenta para defenderse que "Rejón, de Podemos, tiene una beca black". Muy bien, Señá Esperanza, puede que Rejón sea otro "lazarillo", o "buscón", pero eso no quita que usted se haga la tonta, además de ciega.

En este código antiético y antiestético también han entrado los de "Podemos" con ese ariete tan "revolucionario" que Monedero, quien ha pasado de la noche a la mañana a tener que demostrar que es rico y que sabe ganar el dinero de forma muy eficaz. Le ha defendido Pablo Iglesias, esa nueva sensación política, llegando a decir que atacar a Monedero es hacerlo a él. Que no, que no es eso, que las explicaciones no convencen a nadie, y que no es cuestión de que sean el partido a batir. Esa defensa absurda demuestra que Iglesias no es tan listo. Debía recordar que cuando el "caso Guerra", Felipe González dijo que si iban a por Alfonso "conseguirían dos por uno". Alfonso Guerra terminó yéndose, y Felipe continuó olvidando su palabra. Tal vez ahí rompieron para siempre.

Los políticos viven gracias a la mala memoria, al olvido y a la acumulación enorme de noticias e información. Ya sabemos que una noticia mala hace oscurecer a la otra y que eso sucede cada día con muchos acontecimientos. De pronto todo es ébola y de repente desaparece. Hubo un tiempo en que todos nos íbamos a morir con la vacas locas y en unos meses nunca más se supo. Había un lío tremendo con la primavera árabe y hoy ya sólo queda Siria más la crueldad yihadista. Siempre es así. A esa circunstancia se agarran los políticos para ir pasando de oca en oca.

Una clave está en los medios de comunicación que en muchos casos miran para otro lado y hacen un seguidismo de pompa y exaltación de los políticos. Unos medios que se olvidan con frecuencia que son fundamentales en democracia. Vamos, que sin ellos no hay democracia. Vivimos tiempos de un periodismo de declaraciones paralelo a la demagogia de los actores políticos, y eso conduce a un lenguaje falsificado. Por eso se llama corruptos a los que sencillamente son ladrones. Los políticos son los que no pierden su perspectiva: por eso se apoyan entre ellos, sin distinguir los colores partidistas, cuando a todos le toca el tema: por ejemplo, Bankia y las tarjetas black,( mejor dicho, negras negrísimas). Como están metidos en la chorizada socialistas, populares y sindicatos procuran no acusarse entre ellos más de la cuenta.

Es su código, o tal vez más que código, su sistema, todo envuelto en un lenguaje que al vino lo llaman pan y viceversa. Un lenguaje que sirve más para engañar que para decir la pura realidad. El eufemismo es una técnica imbatible para los políticos.

En definitiva, que si juntamos los códigos, la desmemoria, la sobreabundancia de información, las trampas del lenguaje y enigmas por descubrir nos encontramos con la más absoluta ignorancia de lo que realmente pasa por la rúa.