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Vivir es un relato extra+ordinario
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Vivir es un relato extra+ordinario

Actualizado 14/02/2015
Rafael Muñoz

Pequeño Azul tiene muchos amigos. Su mejor amigo es Pequeño amarillo [?] Un día Mamá Azul le dijo: "Tengo que salir. Espérame en casa". Pero Pequeño Azul fue a buscar a Pequeño Amarillo [?] Lo buscó por aquí, lo buscó por allá, lo buscó por todas partes. [?] ¡Allí estaba Pequeño Amarillo! Muy contentos se abrazaron. Se abrazaron tan fuerte? que se volvieron verdes.

Pequeño azul y Pequeño Amarillo | Leo Lionni

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Sigo creyendo que las buenas historias te golpean la pupila y el entendimiento independientemente de la edad que tenga el lector. Cada uno encontrará en ellas lo que vaya buscando y puede que mucho más de lo que pretendía encontrar; es lo que tienen los mejores relatos: su generosidad.

Leo Lionni, el genial creador italiano, ya ha pasado por esta sección hablando de la apremiante necesidad de la creación artística en nuestro mundo, tan apegado a lo práctico y expeditivo, prestándonos a su ratón Frederick en el artículo: 2x1: Para qué sirven los artistas y por qué la literatura infantil no sólo es cosa de niños (enlazado al final del texto).

Pero en esta mañana de sábado quiero hablarles de 3 ranas, habitantes de la isla Pedregosa. Una de ellas está poseída por el espíritu aventurero, abierta a todo lo que se le presenta frente a su mirada curiosa.

En su deambular cotidiano descubre un día una piedra diferente, extraordinaria, que lleva con diligencia hasta donde se encuentran sus hermanas.

Presa de una alegría desbordante, les muestra su descubrimiento: una piedra fantástica, de una redondez perfecta. Pero ocurre que una de una de las hermanas le hace saber que se trata de un huevo de pollo y no de una piedra: - hay cosas que una simplemente sabe.

Pasado un tiempo, el cascarón se rompe, asomando una criatura "larga y escamosa"? Entonces, la rana aventurera y el "extraño pollo" que surgido del huevo se hacen amigos, y los cuatro pasan su tiempo chapoteando en la cercana charca, donde descubren agradecidas que "pollo" se mueve con gran habilidad en el agua, hasta el punto de salvar a nuestra rana curiosa de perecer entre las aguas.

A partir de ese instante, su amistad se vuelve inquebrantable. Pasan los días juntos, yendo hasta lugares recónditos y desconocidos para nuestra querida rana. Y es en uno de ellos, donde un pájaro rojo y azul, venido de muy lejos, regaña a "pollo" porque su madre lleva tiempo buscándole.

Caminan y caminan sin descanso, durante días y días, en compañía del pájaro rojo y azul para encontrarse con la madre del amigo "pollo", hasta que una mañana se dan de bruces con una criatura enorme de porte extraordinario. Nuestro "pollo", un poco amedrentado, pregunta dubitativo: -¿Mamá?? y el enorme animal responde: -ven aquí, mi dulce y pequeño caimán.

Después de este feliz encuentro, la rana, despidiéndose, promete volver, y al llegar a su casa, cuando sus hermanas inquietas le preguntan por lo ocurrido con el "extraño polluelo", ella, sin poder parar de reír les cuenta divertida que la mamá llamaba "mi dulce y pequeño caimán" a su querido amigo. -¡Caimán! dice una de ellas, -¡qué cosa más tonta! Y las tres, de nuevo, vuelven a reírse.

No habría mucho más que añadir a esta historia, salvo pedirles que se hagan rápidamente con el libro para poder apreciar sus ilustraciones, cargadas de calidez y de una elementalidad perfecta. Leer en voz alta, para uno mismo o para otros, incluidos los mayores de la casa, un texto construido para acoger, y tan medido como efectivo en sus frases. Perfectamente imbricado con las imágenes del relato, y traducido por una grande de las palabras, la poeta Verónica Uribe.

Decía que, aparentemente, no habría mucho más que contar, pero sí creo que tiene sentido pararse a pensar un momento en lo que nos acerca esta bella historia de encuentro y amistad entre? ¿diferentes? Hay algo en ella que, pese a su nítida y evidente presencia, podría pasar desapercibido o, en todo caso, no estar suficientemente puesto de relieve, porque llevamos mucho tiempo con la mirada sujeta y las palabras esclavizadas.

Es tan largo ese tiempo que, quizá, no apreciemos en toda su hondura el significado profundo de la relación entre estos animales humanizados, que juegan sin ponerse ninguna distancia o traba, sean pollos, caimanes o ranas.

La radical genialidad de la historia se encuentra en la forma en que se nos cuenta: los lectores sabemos, gracias a la ilustración, que se trata de un pequeño caimán y no de un "pollo", cuestión ésta que las ranas desconocen. Pero la "diferencia" carece a tal punto de importancia, es tan absurda y risible, que las ranas al caimán lo tachan de pollo y no ocurre nada, pero, y a nosotros, los lectores ¿qué nos pasa?; ahí se apoya la originalidad del autor.

Démosle una vuelta por si las moscas. Este embrollo ¿no les resulta un tanto familiar? ¿No es cierto que a veces utilizamos el término chino y no precisamente para referirnos a los ciudadanos de ese país? O, lo que sería más grave, no se relaciona el Islam con el terrorismo con una imperdonable ligereza; enfrentamos razas y creencias, olvidando que, de haber alguna, ¿no debería ser la humana?

Las ranas y el extraño pollo chapotean felices en la charca, sin importarles su tamaño y la textura de su piel, sólo saben que juegan y que, además, el caimán nada muy bien, tanto que el "pollo" ha salvado a una de las ranas de morir ahogada.

Ese verde brillante de las ranas, junto al más atemperado del pequeño caimán me ha llevado a recordar otra historia de Lionni, escritor tardío, ilustrador y diseñador gráfico; una de esas personas que percibes que durante toda su vida habitaron el fértil territorio de la infancia.

Se trata de Pequeño Azul y Pequeño Amarillo, esos dos amigos que se funden en un gran abrazo " que los vuelve verdes", provocando que, en un principio, hasta los más cercanos, sus padres, no puedan reconocerlos (¿será debido sólo a la diferencia de color?). Habrán, ellos también, de acercar y ceñir sus cuerpos, para poder reconocer a sus hijos y a sí mismos. Grandiosa metáfora la que se nos ofrece en esa fusión, en ese intenso color verde, la cualidad más humana: la de ser en/con el otro.

Quizá podamos pensar que este tipo de historias tienden a simplificar un complejo problema, pero ¿por qué no cabría deducir lo contrario?, que de lo que se trata es de posibilitar otra mirada, otro acercamiento, no tan envilecido por un exceso de palabras huecas, cargadas de corrección política. Ponernos en otro lugar, mirar desde otro ángulo, nuevo, distinto, no tan inútil como gastado. Que nos sirva para descubrir nuevas palabras, grandes historias de caimanes, pollos y ranas, que se funden en verdes abrazos.

Y todavía habrá quien diga que estas historias son cosa de niños. Aunque, bien pensado, quizá tengan razón.

NOTA

El vídeo es una adaptación llevada a cabo por alumnos del CEIP de Alpartir (Zaragoza) con la colaboración de Alberto Olivar.

Los álbumes citados, escritos e ilustrados por Leo Lionni, son:

  • Una piedra extraordinaria. Ediciones Ekaré
  • Pequeño azul y Pequeño amarillo. Editorial Kalandraka

Rafael Muñoz

@rmunoz

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