Aló Espe

Aunque ella se quejaba de que la lluvia estaba arruinando su sesión de peluquería, allí estaba con su pelo rubio perfectamente colocado y su vestimenta muy bien conjuntada con chaqueta de terciopelo burdeos y pantalón estampado a juego. Espléndida y poderosa.

Era una lucha de igual a igual, de un Jordi Évole, grosero y asertivo para que la Aguirre no se lo comiese por las patas y con un, aunque disimulado, mayor miedo escénico que en otras ocasiones, sabiendo a quien se enfrentaba.

Doña Espe por su lado, con su aire de superioridad y sonrisa de perdonavidas, que negaba la mayor a preguntas que no tenían posible respuesta convincente, arropada únicamente por su arrogancia y socarronería.

La entrevista fue tensa. Los dos, más Espe, querían que se terminase pronto. Era un examen demasiado complicado, por muy bien que llevasen las preguntas y las respuestas estudiadas.

Se habló más de Podemos que de los planes que la estupenda rubia sesentona tenía previstos como futurible alcaldesa de la Villa y Corte, se habló o, mejor, se preguntó sobre la corrupción y las cajas 'b', pero ahí estaba el trío de comodines: Iglesias, Monedero y Errejón, que Doña Esperanza utilizaba constantemente y sin rubor, para acallar cualquier pregunta maliciosa.

Nos dejó un poco desencantados, al menos a mí. Me habría esperado algo más de dos personas que considero inteligentes y batalladas en la pillería dialéctica.

El Évole no consiguió encajarle ningún gancho a su rival que le llevase a tener que agarrarse a las cuerdas y la Aguirre no pudo sacar su mortífera derecha, pues se limitaba a cubrirse para que cualquier intento del entrevistador, quedase sosamente amortiguado en los guantes la rubia.

Con todo esto y por ello, el combate fue declarado nulo, no hubo ni siquiera un deportivo saludo de final de combate, pues cuando sonó la campana del último asalto, Esperanza despachó a Jordi destempladamente y sin un 'hasta luego' ni siquiera un lacónico y sobrio 'adiós'.

Combate nulo y aburrido, repito, que decepcionó, a los aficionados a la dialéctica inteligente y al interés que despierta el personaje madrileño, peso pesado de la desfachatez.

El catalán se quedo sin fuelle de tanto intentar dar puñetazos a una pugilista que sabe cubrirse muy bien y tiene mucha cintura para esquivar cualquier golpe, incluso cuando tiene baja la guardia por una pura evidencia de los hechos.

Lo único que quedó claro una vez más, es que la Espe no se casa con nadie, no pone la mano en el fuego ni por su padre y va por libre, mal a quien le pese, que, en este caso y le pesa mucho, es a don Mariano, que sigue haciéndose el remolón a tres meses de las elecciones municipales y sin decir esta boca es mía, o como diría la Espe, más castiza que él, 'haciendo mutis por el foro'.