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El cuidado (II)
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El tema de nuestro tiempo

El cuidado (II)

Actualizado 07/02/2015
Matilde Garzón

De la fábula de Higinio podríamos escribir varios tomos para hablar del CUIDADO pero ya lo han hecho otros que he mencionado: Heidegger, Adela Cortina y especialmente Leonardo Boff en "Saber cuidar", libro que voy a seguir, que debería estar en nuestra mesa, en la mesilla de noche, o en formato Kindle para leerlo en la calle, bus y salas de espera. Como remito a estos libros y no puedo encerrar en un artículo todo lo que se podría decir, me limitaré a unas pocas pinceladas con el único propósito de incitar al conocimiento y amor hacia este componente esencial de nuestra vida y salir así del descuido en que le tenemos arrumbado.

Cada día me siento más fascinada por el misterio grandioso, hermoso e insondable de la naturaleza en su totalidad: pluriverso de cuerpos celestes en expansión constante, entre los que gira el insignificante pero también maravilloso planeta Tierra, que reune todas las condiciones para la vida, en la que habitamos los humanos junto con infinidad de otros seres vivos, cuya armonía y equilibrio quebrantamos a menudo con pequeñas rencillas de soldaditos de plomo. Ojalá rompamos las amarras de nuestra natural pequeñez y dejemos el campo libre a la grandeza que también somos. El CUIDADO, constitutivo esencial, esta aherrojado, pugnando por expresarse.

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El pensamiento contemporáneo ha rescatado la importancia fundamental del sentimiento, la ternura, la compasión y el cuidado. Es como si empezara una era nueva, de la dinámica del pathos (empatía, simpatía, lógica del corazón), del sentir: el "pienso luego existo" cartesiano cede al "siento, luego existo"; la fría razón a la "inteligencia emocional" de Goleman ("El primer impulso es del corazón, no de la cabeza"); "Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos" de Saint Exupéry en "El Pequeño principe". Ese sentimiento profundo es el CUIDADO.

La fabula que recogió Higinio en el s.I a.C., nos cuenta que "el cuidado es tan esencial en el hombre que es anterior a que la Tierra le otorgara un cuerpo y Jupiter un espíritu; el cuidado está en el origen de la existencia del hombre, como una energía que fluye ininterrumpidamente; "el CUIDADO, modeló al hombre con cuidado, poniendo en él dedicación, ternura, devoción, sentimiento y corazón". Sin estas dimensiones, el hombre jamás habría sido humano, por eso en la fábula se dice que "el cuidado acompañará al hombre mientras viva". Sólo recuperando esta dimensión, resistiremos el cinismo y la apatía, enfermedades psicológicas de nuestro tiempo.

En la persona conviven dos modos de ser en el mundo: el modo-de-ser-trabajo y el modo-de-ser-cuidado. Ambos deben complementarse, pues integran la experiencia humana, ligada al cuerpo y al espíritu y ello exige una vigilancia y una lucha para que una dimensión no domine a la otra. Ambas interactúan con la naturaleza en una relación de sujeto a sujeto no de sujeto-objeto, no de dominio, sino de convivencia. Cuidar de las cosas es tener intimidad con ellas, sentirlas dentro de nosotros, acogerlas, respetarlas, vivir su valor intrínseco.

El cuidado hace que nos sintamos unidos y re-unidos unos con otros, formando un Todo orgánico, único y diverso que remite a una UNIDAD última que es el VALOR supremo, que es Misterio, que no produce miedo sino que fascina y atrae como el sol. Es como un gran UTERO acogedor. En el modo-de-ser-cuidado se revela la dimensión de lo femenino en el hombre y la mujer, que se hizo visible en las culturas matriarcales, en las que se vivía en comunión íntima con la naturaleza.

Combinar el trabajo con el cuidado, fue un gran desafío sobre todo a partir de la revolución industrial. Empezó el drama de la ruptura "con el exceso frenético de eficacia, afan ansioso de producción y ansia desenfrenada de dominio de la Tierra". Desde el siglo XVIII se produjo la dictadura del modo-de-ser-trabajo, entendido como intervención, producción, dominación. El trabajo se convirtió en asalariado, la fuerza de trabajo, los seres humanos, quedaron despersonalizados, esclavizados a las máquinas y a los dueños del sistema productivo. La ideología subyacente que aún pervive, es la conquista y sometimiento del otro, de la naturaleza, dejando de lado la ternura del cuidado, matando la esencia humana y amenazando con destruir el planeta.

Antropocentrismo, patriarcado, machismo, masculinización, dominación son expresiones patológicas de la dictadura del animus frente al anima y la consideración del cuidado como obstáculo para la eficacia. Se ha roto la sociabilidad entre los humanos, sólo se valora al hombre por su fuerza de trabajo, vendida y explotada su capacidad de producción y consumo, condenados dos tercios de la humanidad a una vida sin sustento. Se ha perdido la visión del hombre como ser de relaciones ilimitadas, de creatividad, de ternura, de cuidado, de espiritualidad, portador de un proyecto sagrado e infinito.

Hoy, en la crisis del proyecto humano, percibimos la extraordinaria falta de cuidado. Sus resonancias negativas se muestran en la mala calidad de vida, en la penalización de la mayoría empobrecida de la humanidad, en la degradación ecológica y en la exaltación exacerbada de la violencia.

El camino de la curación no está fuera del hombre. Si nos volvemos a nuestro interior y a las necesidades de los demás, redescubriremos su esencia, que se encuentra en el cuidado. Nos afanaremos para que el cuidado aflore en todos los ámbitos, penetre en la atmósfera humana y prevalezca en todas las relaciones.

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