Joven de 28 años, 'speaker', presentador y natural de Villoruela
Aviso: todas las imágenes que a continuación se puedan suceder en su cabeza son producto de su imaginación y cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia.
Es enero y hace frío. Mucho frío. La meteorología anuncia una ola de frío en todo el país.
No hay calefacción en la casa de protección oficial, ni braseros, ni radiadores eléctricos, porque hace meses que les cortaron la luz por impago de facturas. Incluso han llegado a hacer hogueras dentro de la vivienda para poder entrar en calor en algún momento.
El desahucio es la palabra mejor aprendida por los dos hijos de 8 y 4 años. Llevan tres en su corta vida. Su madre tiene un cáncer uterino, y friega los platos en la bañera por no tener fregadero. Debe cinco meses del alquiler social, no tiene ningún tipo de ayuda económica y en medio año se la han rechazado tres veces, tres, como los desahucios que lleva a sus espaldas.
Es muy probable que ella tenga que volver a pasar por el quirófano, porque se le ha reproducido su enfermedad y tiembla cada noche, no por el bisturí, la anestesia o la quimioterapia, sino por cómo estarán sus hijos, que comerán, que vestirán, si no tienen lavadora y poca ropa para cambiarse, si cuando vuelva del hospital estarán dentro de la casa esperándola o por el contrario se los encuentre en la puerta congelados de frío.
Por un momento llega a pensar en buscarse la vida para sacar unos euros y pagarse un seguro de vida, no volver del hospital a casa y salvar al menos un poco la vida de sus hijos, que son su propia vida.
Cada mes reciben un par de kilos de comida, legumbre o pasta, y es el sustento de un mes cuando solo les dura una semana escasa.
El resto del tiempo, se alimentan de desnutrición, rabia, miseria, ahogo, lágrimas y algún contenedor de las puertas de los supermercados.
Para terminar me hubiese gustado que las primeras frases de este artículo fuesen ciertas. Que todo lo contado fuese producto de mi imaginación. Pero siento haberles mentido en el principio para decirles en el final que todo lo contado en el medio es la cruda realidad.
Sólo me queda decir que se mantenga viva la llama de la indignación, que no convivamos con la desazón, la conformidad y la miseria. Esas no son las vías de nuestras vidas. No vivimos para pasar por todas estas injusticias. Todos tenemos derecho a vivir.
Rodrigo Del Castillo Medina