Pérdida de fe

Este artículo se lo escribo a un gran amigo y a su familia. Pero podemos hacer uso de él todos los que lo leemos.

Un día mirando su muro, veo que esta persona ha llegado a perder la fe o una serie de circunstancias de la vida o de un ámbito determinado de su vida, le ha hecho tener serias dudas acerca de la fe.

Estas personas han tenido sus problemas de salud, que los hemos superado. Hemos tenido el abandono de muchos amigos que pensábamos que eran amigos. Pero tenemos una familia que nos quiere y siempre estará con nosotros.

Somos unos grandes amantes y profesionales, pero la gente por circunstancias nos ha dejado a un lado. Dudando de nuestra profesionalidad o amor, a lo que queremos y vivimos.

P.D.: Te recuerdo que tenemos un compromiso pendiente 20 km nos esperan de marcha hasta Alba de Tormes, espero realizarlos en tu compañía. Aunque el Santo Padre ha dado la noticia de que no vendrá este año, por motivos de agenda. Creó que el Santo Padre está cumpliendo su compromiso con los más pobres y necesitados, la nueva evangelización, las periferias, lo ha pedido solicitado a los creyentes y él lo está haciendo. Oliendo a oveja, conociendo a su rebaño y mezclándose con el rebaño. Santo Padre cuente con nuestra oración, de la que fue maestra de oración Santa Teresa.

Carta a los niños de un colegio de Valencia:

«Un final feliz»:

Sucedió hace unos años. A aquel bebé lo bauticé con procedimiento de urgencia: un vaso de agua y la fórmula ritual.

Su brazo derecho se alzaba y recaía al ritmo de la respiración, como si quisiera retener la vida que se le iba con el aliento.

Mi mano se posó sobre la cabeza del niño, los ojos en los suyos, por si la muerte llegaba, que lo encontrase acariciado y querido. Mi mano me pareció más pequeña que la del niño para protegerlo, para devolverle la serenidad de un sueño, la quietud en el regazo de su madre, el llanto de la hora de comer, una sonrisa confiada ante la última monada. Y se lo entregué a las manos anchas y amigas de la madre Teresa y del papa Juan Pablo.

Volvieron a la habitación doctores y enfermeras, volvieron preguntas y sugerencias, y salí al pasillo. Allí, sentada en el suelo, descalza, perdida la mirada que imaginé vagaba por una fantasía, allí estaba la madre, tal vez soñando una tierra en la que era sencillamente libre y mujer. Pero lo evidente era una ausencia atroz, un silencio de piedra, como si, antes que el hijo muriese, ella, la madre, estuviese ya muerta.

Entonces, como si despertase de un sueño, comenzó a cantar? una canción dulce y amarga, a la vez de cuna y de duelo, que salía del alma y llegaba al alma. Era el amor quien cantaba, era también el dolor, era tal vez la locura? tal vez era sólo la fe.

Allí, pequeño y en agonía, en silencio y canción, médico, enfermero y hermano, allí estaba Dios, y aquella era su familia sagrada y amada.

Al niño lo llamamos Víctor, vencedor.

P. D.: Mi amigo José me dice que a sus niños les gusta que las historias tengan un final feliz. Pero él sabe tan bien como vosotros que ese final feliz no lo pone el que cuenta la historia, sino el que la escucha. Para Víctor y para su madre nunca habría un final feliz si no hubiese la competencia de un médico, la premura del personal sanitario, la delicadeza de unas manos que protegen, el vuelo de una oración que bendice.

En los capítulos dolorosos de tantas historias sólo el amor es capaz de escribir un final feliz.

Un abrazo de este hermano menor.

Gracias D. Santiago Agrelo por permitirme compartir su opinión, y espero que este amigo no pierda la fe.

Y ese niño de Cilloruelo, que pide a Dios, pero no le da lo que pide también, no pierdas la fe y mantén tu inocencia.

Gracias D. Santiago Agrelo, por permitirme usar sus palabras. D. Santiago Agrelo es el Arzobispo de Tanger.

Paz y Bien.