El poder de la palabra

Cada mañana, al levantarme, tengo la costumbre de escuchar la radio. Es algo a lo que estoy acostumbrado desde que era muchacho. Conocer lo que sucede, es la primera función que realizo cuando estreno la jornada.

Este hecho que a primera vista carece de importancia, para mi, es fundamental. Pues la actualidad, nos afecta emocionalmente y muchos de nuestros actos discurrirán afectados por ella.

Hoy, he necesitado más tiempo del habitual para elegir el tema para mi columna semanal. He pensado sobre el poder de las palabras y me he dado cuenta de que las noticias negativas ocupan mayor espacio en los medios. Lo correcto no vende; carece de gancho. Quizá porque lo auténtico, igual que la buena salud, es lo normal y solo se valora cuando falta.

Sería estupendo comenzar la jornada resaltando las buenas noticias. Pero estamos inmersos en la sociedad de la incertidumbre. Imprimiendo temor es más fácil la manipulación. Tenemos demasiado miedo a perder lo que consideramos nuestro y que, en honor a la verdad, lo tenemos prestado.

Entonces, reflexiono, y me doy cuenta del poder de las palabras. Comprendo la importancia que estas tienen, en función del lugar y el contexto en que se pronuncian. No es lo mismo el discurso del abogado que regatea el tiempo a la justicia, para reducir la pena de su defendido, que el de la madre que aconseja al hijo sobre la forma de conducirse en la vida. Tampoco se parecen las palabras del líder que adoctrina desde una tribuna, a las del maestro que enseña matemáticas al alumno. Ni son semejantes los pronunciamientos del empresario, cuando negocia ventajas para su empresa, que cuando declara ante los suyos la verdadera marcha del negocio.

Como ves, las palabras tienen infinidad de significados y multitud de aplicaciones. Quizá por eso, la verdad, cansada de tanta manipulación, haya abandonado del entramado del discurso, para refugiarse en el lenguaje de las actitudes. Desde ese ámbito obliga a las personas a mostrarse veraces y, no son pocos, los que con la boca señalan lo que con su actitud niegan. El tono de la piel, el movimiento del cuerpo, la transpiración, incluso el timbre de voz son elementos que denotan conflicto cuando detectan la mentira. No en vano el 55% de nuestros mensajes se transmiten de forma no verbal.

Aún así, las palabras, constituyen la estructura de nuestra libertad. También son el mejor instrumento para la manipulación. Qué fuerza tendrán las palabras que, a través de ellas, el mundo se traslada de un lugar a otro sin necesidad de mudanza.

En cualquiera de los casos, es necesario ser veraces. Hay que eliminar de las palabras los aditivos que las contaminan. Me refiero, naturalmente, a esos intereses ilícitos que hacen tanto daño a la Sociedad.