, 28 de abril de 2024
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Congruencias incongruentes
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Congruencias incongruentes

Actualizado 21/01/2015
Fernando Segovia

Mi amigo Agustín, animalista militante y vegetariano casi compulsivo, ha ampliado su área de militancia y ha decidido (junto a otros seis u ocho valientes y con ayuda de internet) fundar un grupo que amplíe su defensa del sector animalista. Ya no son sólo los toros, los circos, las fiestas cruentas, los zoológicos, los mataderos, Excalibur (el perro del ébola) los ámbitos de actuación como activista, ahora la extienden también a los mares, los laboratorios y hasta los hospitales. Así se han vuelto de críticos con el asunto animalista estos señores.

Ahora se centran en el plancton marino (la cantidad de bichitos que contiene eso, oigan), los ratoncitos de laboratorio y algunos monos, aparte de las cobayas de siempre, y las bacterias. Han mirado a ciertos seres vivos que a otros les pasaban desapercibidos y han emprendido campaña a favor de ellos. Y, me decía, ustedes saben lo qué pasan los pobres ratoncillos que se usan el CNIO, que son inoculados con células cancerígenas de pacientes reales para ser investigados. Ustedes no reparan en el sufrimiento de dichos animales cuando miras sus ojos saltones por el avance de la enfermedad en ellos. Y qué me dicen de seres unicelulares como las bacterias (bien vivos también) que liquidan innecesariamente en los hospitales. Acaso no tengan derecho a su vida y propio desarrollo. Y quiénes somos nosotros para interferir en escalas de vida aunque sean tan minúsculas.

Con estos planteamientos, y un relativo hasta luego al toro de la Vega, a las corridas españolas, a los sanfermines, a la caza de ballenas, de focas, a los mataderos, a las ocas del sur francés, a las cacerías y otros objetivos de interés predominantes. Ahora son otros los animalitos que reclaman ayudas y allá vamos. Abajo las investigaciones con animalitos, abajo el uso indiscriminado de los antibióticos, abajo con las tortillitas de camarones y arriba las lombrices intestinales, los piojos bien agarrados al cabello, las ladillas que han elegido lugar de aposento y las garrapatas y muchos otros más. Todos son seres vivos dignos. Lo que no cuenta en su currículo el entusiasta Agustín es que hace dos años, su mujer, Engracia, tuvo neumonía por neumococos, estafilococos y estreptococos (y estuvo más para allá que acá) y se lo acabaron resolviendo en quince días de hospital, haciendo un bactericidio enorme, claro. Eso no lo cuenta él, que lo cuento indiscretamente yo. Y aunque le consideraba buen amigo, hace tiempo que le dije: anda ya, galán, no te quedes conmigo. Y encima que está algo talludito ya el hombre para andar con semejantes militancias y activismos. Fuera de onda que se dice.

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