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Veinte días de enero
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Veinte días de enero

Actualizado 20/01/2015
Daniel Prieto

¿Quién no recuerda aquellos "siete días de enero" a los que Bardem pudo enrollar en una magnífica cinta? Fueron siete días que convulsionaron las conciencias hace treinta y ocho años. Y puesto que vamos a referirnos, entre otras cosas, a un hecho muy simi

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Cuan Newton a la espera de que cayera la manzana, pasaba yo la tarde distraído con los "porqués" de este frío enero y una de las primeras sinrazones que se me vienen a la cabeza es lo poco que se está utilizando la metáfora más manida de la historia, la consabida cuesta de enero.

Aquí algo falla. Años atrás, cuando éramos mileuristas, es decir, casi ricos, todo el mundo invocaba a los profetas para poder subir la dichosa cuesta, y ahora, qué pasa, por qué nadie habla de la cuesta, pues gracias que estaba debajo del árbol y me vino la idea, si no, ni nos damos cuenta. Pasa que no se crean puestos de trabajo y, claro, así no tenemos ni para los ganchos de mosquetón, y como un bañador se hace con una hoja de parra o incluso los hay aún más ultramodernos, nos hemos echado a la mar y a remar, con lo que la metáfora sigue vigente en el fondo aunque no en la superficie.

Esto del trabajo, según el CIS, es la primera preocupación de los españoles, pero mejor reflexionemos sobre cosas peores para no pensarlo. Por ejemplo, qué les parece si hablamos de la gripe, cortés mensajera de la guadaña que año tras año nos devuelve la visita hecha al Nuevo Mundo quinientos años atrás. Nadie sabe a cuántos quiere llevarse, y sería una vulgaridad marcharse de aquesta manera. ¡Qué tiempos aquellos cuando se batían en duelo!, ¡qué honor poético para el Marqués de Bradomín, ilustre Valle, perder aquel brazo en una pelea! Pero las estadísticas están para que se cumplan y aunque no se lo crean, la gripe mata.

¿Cosas en línea para decir? Un suponer: Usted tiene un pequeño negocio, el local no es suyo, aunque paga religiosamente el alquiler, pero llega este maldito enero y el casero, sin capucha y a pecho descubierto, le pide el 800% más de lo que paga y, si no, recoja usted sus bártulos y lárguese. ¿Cómo se queda? Pues por esto también es ladino el presente mes en el que estamos.

Más cosas. Si ya es malo que la violencia de género sea noticia a lo largo de todo el año, y rara es la semana que no muera una mujer a manos de su ex, de su pareja o de esa futura pareja que se había hecho ilusiones, en estos primeros veinte días del año ha habido un caso de "dos por una". Como les digo: un individuo mata a su mujer y a su cuñada en el mismo acto. Y no es que echemos de menos que se vuelva a lo de siempre, de una en una; por supuesto, que no, sino que se acabe para siempre con esta lacra de crímenes execrables.

Y quién no se refiere a esa otra gripe que llega de nuestros hermanos extremistas, por supuesto no a semejanza nuestra, sino hechos de otro material "almamentístico", unos seres que tienen la mala costumbre de rebanar cabezas de occidentales porque no les gusta nada la vida en la Tierra y menos la de Occidente. Y como si se tratara de hacernos un favor, dicho en argot de los intolerantes, nos quieren llevar al Cielo como mamporreros, que para fornicar ya están ellos.

Otro problema es el de los enfermos de hepatitis C, un caso de tan lenta solución que algunos no sólo han perdido las esperanzas, sino que ven más fácil que vuelva la señora Mato al Ministerio a que lleguen a tiempo las dichosas pastillas. Señores, por favor, ¡que no les están pidiendo un crecepelos!

¡Para qué seguir! Se habrán dado cuenta que es más fácil adivinar el futuro que el presente. Porque en el futuro sabemos que, por ejemplo, se podrá tener un hermano gemelo diez años menor que tú; que está "chupao" que secuencien los ADN de animales extinguidos y es seguro que lleguemos a comer solomillo de mamut, y lo último de lo último, muy reciente y lo ha señalado el científico Stephen Hawking: "Dios no existe".

Entonces, si no vamos a ganar ni a perder el cielo, ¿para qué tanto jaleo?

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