El atentado al semanario francés Charlie Hebdo ha colocado en el primer plano de la agenda política una cuestión que no se tendría que haber olvidado nunca en la agenda política: la relación entre religión y política. Abducidos por las estadísticas de la macroeconomía y las finanzas, gran parte de la clase política que nos gobierna es incapaz de reconocer el valor que las religiones representan en el conjunto de las políticas públicas.
Además de la intolerancia con la que algunos sectores musulmanes quieren aplicar la ley islámica medieval, la mayoría de los musulmanes han sido educados en la mitificación de sus orígenes, la exaltación de la expansión musulmana y en principios de fe identificados con códigos jurídicos de los siglos IX y X. La mayoría de los países musulmanes combinan el derecho occidental con derechos inspirados en esta ley islámica tradicional. Para entender esta combinación conviene recordar la fórmula de aquel asesor económico de Clinton y afirmar:¡Es la cultura, estúpido!
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