La cuesta de enero

Es una idea común y vieja que a partir de estos días, ya terminadas las fiestas navideñas y año nuevo, comienza un tiempo de dificultades económicas para las familias. Así ha sido muchos años, pero ahora, con la crisis económica encima, puede que mucho más. En las fechas pasadas es costumbre gastar hasta lo que no se tiene y después hay que sufrir porque el que no guarda no halla. Además lo que queda de enero es tiempo antipático, muy frío y lleno habitualmente de nieblas, al menos en estas tierras de Castilla y León, especialmente en Valladolid, donde el Pisuerga y el Duero se unen para concentrar una neblina de días y días interminables.

Pero con ser poco agradable este tiempo, lo que debemos hacer es vivirlo, como podamos, incluso con alegría, porque vivir ya es mucho en unos días en que los periódicos se llenan de esquelas. Dicen en los pueblos que el frío es sano, pero no debe ser verdad porque muere mucha más gente en estas fechas por simples catarros o neumonías traidoras. Por eso digo que vivir ya es mucho, a pesar de la escasez de dinero y el resto de males que suelen hacer presencia estos días. Hay que vivir en armonía y compaña, y si anda el amor por medio, mejor todavía.

En cualquiera de todos los casos, es conveniente recordar que este enero de 2015 va a ser malo con mucha más gente que años atrás porque hay gente de la sufrida clase media que se ha precipitado con la crisis a los umbrales de la pobreza. Gente que nunca creyó que le esté pasando a ella lo que le pasa: es decir, que tenga que recurrir a Cáritas o a los comedores sociales públicos. Gente que no hace mucho se movía con cierta holgura económica pero que las circunstancias les ha arrastrado al abismo. Hace unos días, me contaba un amigo, que vio a un conocido de ambos, en otros tiempos de vida normal, ponerse a la cola de un comedor social. A mi amigo le dio vuelco el corazón y estuvo a punto de saludarlo, pero no lo hizo no fuera que esa persona se sintiera mal, o sea, peor de lo que ya debía sentirse. El fracaso personal tiene su cara más palpable cuando afecta al estómago o al sistema de vida.

No sé si hizo bien mi amigo, pero creo que además de lamentarlo hemos de coger ese ejemplo para hacernos más solidarios, más humanos. De hecho cada vez lo somos más en España, hasta el punto de que el desastre ocasionado por la crisis, generando situaciones personales terribles, se está paliando gracias a la caridad. Aunque ese no debe ser el camino. El camino es la justicia social. Eso lo tiene que solucionar el Estado, los poderes públicos, no los individuos. Por supuesto que el que recibe ayuda lo que necesita es recibirla, sin importarle de quién le llega, pero eso no es la solución. Todo esto lo que demuestra es que avanzamos hacia una sociedad más desequilibrada, más en líneas extremas, de muy ricos y muy pobres, algo que vemos cuando viajamos a los países hispanoamericanos, Oriente Próximo, Asia o África. Estamos a tiempo de cambiar antes de precipitarnos a un desastre sin vuelta.

Eso es lo que debe preocuparnos de la cuesta de enero: que sea de enero, de febrero, de marzo y de todos los meses del año. Esperemos que aún en medio del pesimismo consigamos una sociedad más justa, una riqueza mejor repartida. Desde luego que eso nos prometerán todos los líderes políticos. Pero ya sabemos que de esos, de los que están, y de los que llegarán, hay que fiarse poco. A la realidad me remito. Por eso hay que confiar en la gente, la normal, la gente corriente, la que desde la realidad que parece no moverse decide siempre el futuro de las sociedades. Estamos a tiempo de cambiar, de girar, hacia algo mejor.