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¿Por qué tanta desigualdad? (II)
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El tema de nuestro tiempo

¿Por qué tanta desigualdad? (II)

Actualizado 10/01/2015
Matilde Garzón

Yo no llamaría desiguadad sino justicia, por ejemplo, a la valoración que un profesor tiene que hacer de sus alumnos ?aunque podrían cambiarse las prácticas de evaluar en el actual sistema educativo? .Es cierto que el profesor precisa un sentido de equidad y gran lucidez, que incluye conocimiento de las circunstancias de cada alumno, evalucación permanente y no uno o dos exámenes al año en los que los alumnos se lo juegan todo. Por lo tanto la afirmación extendida de que "es necesario un cierto grado de desigualdad para premiar el talento, las capacidades y la voluntad de innovar y de asumir riesgos empresariales" es falsa porque no se trata de "desigualdad" ni menos de "premiar" o "castigar".

Una desigualdad económica extrema como la actual ?carencia de trabajo y salario, de vivienda, alimentación, salud? impide o debilita el crecimiento y el progreso; el potencial y las capacidades de cientos de millones de personas, especialmente niños, en la edad en que necesitan tales condiciones para desarrollarse.

Actualmente, líderes de todo el mundo debaten sobre nuevos objetivos para acabar con la pobreza extrema en 2030. Sin embargo, si no establecen un objetivo para hacer frente a la desigualdad económica, no conseguirán acabar con la pobreza, perdiéndose así innumerables vidas. Porque la desigualdad económica:

?ha contribuido a provocar la crisis financiera mundial y no hay argumento que la justifique.

?afecta especialmente a las mujeres pues muchas menos finalizan la educación superior; tienen representación en los órganos legislativos; es mucho mayor la brecha salarial entre hombres y mujeres; la desigualdad ha menguado los esfuerzos por alcanzar la igualdad de género.

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?Es causa de disparidades en los ámbitos sanitario, educativo.

?La casta, la raza, la religión, la etnicidad y otras identidades que se atribuyen a las personas desde su nacimiemto, generan enormes diferencias para las oportunidades de futuro; los más pobres lo tienen todo en contra, en términos educativos y de esperanza de vida. Están condenados a seguir siendo pobres durante generaciones.

?Por tercer año consecutivo, la encuesta de Riesgos Mundiales del Foro Económico Mundial ha concluido que las "grandes diferencias de renta" son una de las principales amenazas mundiales: problemas sociales y sanitarios como las enfermedades mentales y los delitos violentos, en países ricos y en pobres, en personas ricas y en pobres.

?Vivir en un país desigual es claramente perjudicial para todos los ciudadanos, pero son los más pobres quienes más lo sufren. Los mecanismos legales y policiales apenas los protegen, viven en viviendas vulnerables y no pueden pagar protección privada. En las catástrofes, los que carecen de riqueza y poder son los más afectados y tienen muchas dificultades para recuperarse.

Contra lo que muchos piensan, la justicia es lo más importante para la mayoría de las personas. En Estados Unidos, por ejemplo, en una encuesta sobre la distribución de ingresos ideal, el 92% de los encuestados eligieron, la de Suecia, y rechazaron la de su país. El hecho de que esta preocupación por la distribución de la riqueza esté tan extendida en las diferentes culturas y sociedades indica una preferencia humana por sociedades justas e igualitarias.

El fundamentalismo de mercado y el secuestro democrático por parte de las élites son los factores políticos y económicos que explican en gran medida las extremas desigualdades actuales:

La economía de mercado actual, defiende que para alcanzar un crecimiento económico hay que reducir la intervención estatal, dejando que los mercados funcionen por sí mismos, pero tiende a concentrar la riqueza en manos de una pequeña minoría, provocando el aumento de la desigualdad, pues se debilitan la regulación y la fiscalidad necesarias para mantener la desigualdad bajo control.

Las mujeres y los niños por ser los principales beneficiarios de servicios públicos en sanidad y educación gratuita, son quienes más sufren el recorte de dichos servicios.

Ese endiosamiento del mercado ha sido una de las causas de la reciente crisis económica mundial, pero sigue siendo la visión ideológica dominante en el mundo, y continúa impulsando la desigualdad. Ha marcado las condiciones impuestas a los países europeos endeudados, obligándolos a desregularizar, privatizar y recortar las prestaciones sociales para los más pobres, reduciendo la carga impositiva de los ricos.

Viene de lejos que la influencia y los intereses de las élites políticas y económicas refuerzan la desigualdad porque el dinero ?poderoso caballero? compra el poder político, y así los más ricos y poderosos lo utilizan para afianzar aún más sus injustos privilegios. El acceso a la justicia también suele estar en venta, de forma legal o ilegal, y las costas judiciales y el acceso a los mejores abogados garantizan a los poderosos, la impunidad. Las desequilibradas políticas fiscales y los relajados sistemas normativos actuales, privan a los países de ingresos fundamentales para financiar los servicios públicos, además de favorecer prácticas corruptas y debilitar la capacidad de los Gobiernos para luchar contra la pobreza y la desigualdad. ¿De dónde arranca por tanto la apestosa corrupción que estamos viviendo?

La enorme capacidad de influencia política de las empresas para manipular las leyes en su favor ha incrementado la concentración de poder y dinero en manos de una minoría. Las instituciones financieras dedican más de 120 millones de euros anuales a financiar a grupos de presión que trabajan para influir sobre las políticas de la Unión Europea en favor de sus intereses. El Estado de bienestar ha desaparecido pero la democratia es un eufemismo.

Los Gobiernos tienen que empezar a reducir la desigualdad rechazando el fundamentalismo de mercado, oponiéndose a los intereses particulares de las élites poderosas y sus paraísos, cambiando las leyes y sistemas que han provocado la actual explosión de desigualdad y adoptando medidas para equilibrar la situación a través de la introducción de políticas que redistribuyan el dinero y el poder.

"La tarea de los militantes y activistas del siglo XXI es tratar de evitar lo peor"­?asegura Jorge Riechmann? no sólo porque vivimos en mundo cada vez más desigual, donde campa a sus anchas el capitalismo financiero y buitre, desregulado, sino porque el cambio climático y el desastre ecológico provocado por los humanos amenaza con destruir el planeta tal y como lo conocemos hasta ahora [?], deberíamos emprender ya, con urgencia, una gran transformación económica y cultural que pasa, entre otras cosas, por el reparto de la riqueza, por un nuevo modelo productivo que no esquilme los recursos, por la autolimitación, el alejamiento del consumismo y la convicción de que es posible ser felices con menos" Pero ¿será posible doblegar a ese Leviatán?

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