Por qué tanta desigualdad (I)

Como ante cualquier estreno, en un año que empieza su andadura, se nos antoja hacer augurios favorables. Todos aspiramos, nos deseamos y pronosticamos un nuevo año mejor, aunque nada más sea porque es nuevo y acaba en 15; también porque nos decimos que nada puede ser ya peor que el año que acabó: de crisis, de deshaucios, de ébolas, de tarjetas black, de sorprendentes Nicolasitos, año de desveladora corrupción que ha salpicado a todas las instituciones. La corrupción como los recortes de Rajoy han arañado los bolsillos de todos los españoles, pero digo mal al generalizar, porque unos cuantos se han aprovechado del mal de casi todos. Ese mal tiene un nombre: desigualdad que se asocia a otros muchos: pobreza, sufrimiento, enfermedad, ignorancia, desesperanza, para muchos; engreimiento, degeneración, brutalidad para unos pocos; magma alimenticio y amenazador para todos: violencia, crimen, guerras.

Para erradicar la pobreza y consiguiente desigualdad, hay que enfrentarse a las decisiones sobre políticas públicas que generan y perpetúan esa desigualdad. Pero el balance economico de 2014 de Rajoy y sus perspectivas favorables para 2015, no tienen en cuenta la mayoría de los datos que muestran una España más desigual y la OIT afirma que España es el país donde más ha crecido la desigualdad desde 2006, porque ha aumentado la pobreza laboral; el riesgo de pobreza se multiplica para los emigrantes y los que tienen poca formación, crece para más personas y los ingresos familiares bajan. Se ha acusado mil veces a Zapatero de negar la crisis, cuando se estaba iniciando, pero la postura de Rajoy es mucho más mentirosa, al pretender convencernos de que ya hemos salido de ella mientras que además de otros datos, el paro sigue afectando a más de cuatro millones de personas.

En España no es difícil encontrar bolsas concentradas de extrema pobreza, de extrema desigualdad y, a menudo, muy cerca de las grandes urbes. Tal es el caso entre muchos, del asentamiento chabolista de El Gallinero, a 10 km de Madrid, que concentra a cerca de 300 niños rumanos gitanos cuyos derechos se vulneran de manera sistemática. El índice de pobreza humana del poblado alcanza al 93% de la población, mientras que en Madrid es del 10,7%. La probabilidad de que los menores no alcancen los 60 años es del 98%;

la media española es del 7,8%. No tienen agua corriente en sus casas. Van con carritos cargados de bidones hasta un extremo de su asentamiento, donde una única fuente les proporciona el agua para beber, ducharse y cocinar. También carecen de duchas y como retrete sirve cualquier rincón escondido, en la calle. Las viviendas suelen tener unos 15 metros cuadrados donde viven una media de seis personas. No es Etiopía ni Nigeria, "aunque su situación se asemeja más a estos países que a la vida de los niños madrileños", apunta Ana Sastre, de Save the Children, (Informacón de eldiario.es).

En Sevilla, las personas que busquen en los contenedores de basura, se enfrentarán a multas de hasta 750 euros. Eso decía la ordenanza municipal de limpieza pública aprobada en octubre y así seguirá siendo después de que la mayoría del PP en el Ayuntamiento rechazara durante un pleno municipal una moción de los partidos de la oposición que, por trámite de urgencia, pedían la suspensión de que ese hecho, en personas con problemática social, fuera considerada como infracción.

Es terrible tener que leer y oir estas palabras de WARREN BUFFET, la cuarta persona más rica del mundo: "Ha habido una lucha de clases durante los últimos 20 años, y mi clase ha ganado".

Que no se quiera reconocer ni intentar remediar esta flagrante situación de desigualdad, con un discurso dominante pero mentiroso de que "no es posible hacer otra cosa que lo que se está haciendo porque no hay recursos suficientes" es en realidad reconocer la propia incapacidad para gobernar. En contraste el Informe Intermom-Oxfam proclama: "La buena noticia es que el aumento de la desigualdad no es inevitable. Es un problema que puede resolverse".