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Toreando al alimón
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Toreando al alimón

Actualizado 29/12/2014
Francisco López Celador

Tarde de máxima expectación y lleno hasta la bandera. Tenemos un debutante en la plaza y los tendidos le esperan con verdadera curiosidad, en algunos casos, manifiestamente insana. Esperan la primera duda, el primer asomo de inseguridad para transformarlo en pitos porque esta afición ha entrado en la plaza previamente mentalizada, de forma que, sea cual fuere la faena del torero, nunca recibirá un aplauso de quienes no se han parado a analizar ni el valor, ni el temple, ni las condiciones del ganado. Les da lo mismo; ellos sólo han ido a la plaza para que quede bien claro que el toreo les trae al fresco, lo que importa es que los demás se enteren de que el debutante, haga lo que haga, no merece ningún tipo de reconocimiento.

Pues, efectivamente, así ha pasado con el discurso navideño del rey Felipe VI. Hay comentarios para todos los gustos, desde los que consideran que su labor como debutante ha sido merecedora de algún trofeo hasta los que desearían que hubiera salido esposado por la Guardia Civil, pasando por los de la simple ovación o el escueto silencio. Algo falla en este coso español. No es posible que la obcecación o la inquina lleguen a cegar el entendimiento hasta estos extremos.

Cuando un torero se estira en el ruedo y dibuja un pase con arreglo a los cánones del toreo, sin descomponer la figura, sin perder el sitio, los tendidos clavan la vista en la faena y, al segundo o tercer pase, surge espontáneamente la ovación. En esta plaza no; aquí unos tendidos aplauden, otros callan, otros pitan y los hay que hasta lanzan almohadillas.

En los comentarios en la prensa o en los diferentes debates hay que preguntarse si en España estamos castigados a vivir siempre chapoteando en medio de un continuo "guerra civilismo". No es posible que ante un discurso que, de antemano, no debe "meterse" con nadie, declararse partidario de nadie, defender los derechos de todos y animar a todos los españoles a caminar unidos respetándose mutuamente, se desarrolle precisamente en estos términos y, sin embargo, origine comentarios tan diametralmente opuestos.

Sí, ya sé que, por su propia naturaleza, existen formaciones políticas que ven en la monarquía la causa de todos los males. Pero también es verdad que esas mismas formaciones, instaladas en otros países democráticos y con monarquías parlamentarias, conviven de forma tradicional y hasta participan de las labores del gobierno sin las sobreactuaciones que se observan en España. Además, cuando esas corrientes políticas han tenido la oportunidad de gobernar en solitario según su peculiar forma de arreglar la situación, sin ninguna monarquía como chivo expiatorio, han fulminado la democracia y han llevado sus pueblos a la más absoluta ruina, tanto en la libertad como en la economía y los derechos humanos. También hay quien opina que el rey no fue muy convincente en el tema de la corrupción, a pesar de hablar de "cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción". Tal vez esperaban que se hubiera declarado partidario de conducir a su hermana esposada hasta el juzgado por un destacamento de la Guardia Real.

Para otros, el discurso no fue bueno porque "no habló de lo suyo". Pero, vamos a ver ¿no sería más correcto decir que no dijo lo que ellos querían escuchar, y al resto que les vayan dando??

Hay españoles que todavía no han asimilado que tenemos plenamente vigente nuestra Constitución de 1978. Bueno, la verdad es que sí que están enterados, pero se hacen los locos, esperando que llegue el día del despiste nacional. Todo es susceptible de modificación, siempre que sea para mejorar lo actual. Pero no, para lo que ellos buscan, dos tercios del parlamento tienen que estar de acuerdo para variar las reglas de juego y, a la vista de los sensatos comentarios de algunos dirigentes de PP y PSOE sobre el discurso del rey, si estos dos partidos "torean al alimón" temas, entre otros, tan vitales para el fututo como son la unidad de España, el terrorismo, la solidaridad entre las distintas regiones y nuestra integración en los círculos internacionales afines, la democracia, la prosperidad, la regeneración y la convivencia estará más que aseguradas.

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