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Palabrería y más palabrería aunque sea Navidad...
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Palabrería y más palabrería aunque sea Navidad...

Actualizado 24/12/2014
Andrés Barés

Tal como va la crisis económica global habrá que acabar cayendo en unos ajustes estructurales de la economía mundial que van a tener un grave efecto directo sobre la población. El ébola ha descontrolado la situación en Africa central, la situación de Rusia con las sanciones va camino de convertirse en otro foco importante de conflicto, pues la gente, ya capitalista, no puede pensar que le van a pagar la calefacción, la energía ni los alimentos, que con la inflación galopante se van a poner por las nubes. Por otro lado en Ucrania el suministro de gas está en entredicho o dicho del todo, sin energía para pasar el invierno. La especulación con alimentaria en los mercados está dejando de comer a gran parte de la población en el tercer mundo. Ya no es sólo la sequía o el cambio climático la causa de mortandad en los países desfavorecidos. Mientras en Siria la ONU sólo puede comprometerse a dar de comer a los dos millones de refugiados hasta finales de enero. Son "modelos de sinergia" que van a traer consecuencias desastrosas y que los tenemos cerca de casa. Por ejemplo si se reduce la producción agraria interior suben los precios de los alimentos, lo que hace que se reduzca el consumo de alimentos y la resistencia a las enfermedades. El estancamiento de los salarios, en cualquier parte, se traduce enseguida por la falta de acceso a la atención médica adecuada, y un aumento de la violencia de género, además del envilecimiento de la sociedad. Todo ello potencia los "-ismos", como está ocurriendo en todas partes, y en Europa central más que nunca, pues enseguida hay que buscar un culpable para acusar de todos los problemas, los otros, y autoproclamarse como salvadores de algo o de los otros, además de bloquear la solidaridad civil.

Una vez más es triste ver que desde algunas tribunas se aprovecha para hacer campaña política. ¿Qué nos queda a unos ciudadanos ante actitudes y discursos que se limitan en plena crisis económica global a criticar a un candidato o representante de la oposición, unos informativos que se preocupan de tal señorita de dudosa virtud o señorito defraudador, que no son capaces de informar de lo que se debate en los foros sociales más que políticos, y se fijan en lo folklórico de tal situación, sin dejar de hablar de fútbol, o de algún satélite, etc? Mientras el Banco Central Europeo o la Reserva General Norteamericana no saben que hacer un día sí y otro también, y mientras las bolsas siguen bailando al son del barril de petróleo, en definitiva al son de los que lo producen.

La información no se da de forma clara y concisa, mientras la ira latente de los pobres y ciudadanos de todas partes aumenta, gracias a los escándalos en los que siempre hay políticos, a la vida de la gente de la farándula, y a las fantasías televisadas en las que aparecen estilos de vida opulentos acompañados habitualmente de una conducta flagrantemente inmoral. Millones de personas toman en serio esos programas y series, y, además, creen que la riqueza es finita, y que una minoría disoluta se ha apropiado injustamente de ella, robándola, por tanto, a la mayoría que la merece, entre la que se incluyen. Los demás habrá que tirarlos al Manzanares.

El crecimiento es el alma de la economía, pero el bienestar general ya no guarda una correlación con el crecimiento, pues en muchos casos provoca el empobrecimiento de la mayoría, mientras el capital va a parar a paraísos fiscales. Vivimos en un mundo y en una sociedad trágicamente mal gestionada, que va a costar tiempo de cambiar, en pocas palabras porque no hay otra, y el pobre no tiene tiempo para cambiar el rugido continuo de sus tripas esperando el "sum sum corda" que le aplican. Como cada día nos abandonamos más, viendo o no queriendo ver lo que vemos, como dirían los antiguos "Dios nos abandonará" porque ya entenderemos que significa el "ama a tu prójimo como a ti mismo". Nuestro idioma es el más rico del planeta pero es el que probablemente tiene más ciudadanos cansados de palabrería.

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