La Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, celebrada en octubre en Roma
estaba dedicada a la familia. La "Relación Sinodal", publicada al final, da gracias a Dios por la
fidelidad con que tantas familias cristianas responden a su vocación y misión con alegría y
con fe y recuerda a las que se encuentran cara a cara con la propia soledad. Tras afirmar que
"la familia adquiere, para la Iglesia, una importancia absolutamente especial", la Relación se
articula al modo de una catequesis.
? En una primera parte, el texto analiza los desafíos que el contexto social y cultural
lanza hoy a la familia, tanto en las sociedades acomodadas como en las que están en vías
de desarrollo. Junto al drama de la pobreza, de la soledad, del individualismo y de la
fragilidad afectiva se recuerdan las crisis de la pareja y la mentalidad antinatalista. Estos y
otros problemas actuales nos recuerdan que los "grandes valores del matrimonio y de la
familia cristiana se corresponden con la búsqueda que caracteriza a la existencia humana,
incluso en un tiempo marcado por el individualismo y por el hedonismo".
? En la segunda parte se resume el Evangelio de la familia. La página bíblica sobre
la creación del ser humano y la palabra de Jesús nos enseña que "la indisolubilidad del
matrimonio no ha de entenderse, ante todo, como yugo impuesto a los hombres, sino como
don hecho a las personas unidas en matrimonio".
El Concilio y los papas posteriores afirman la verdad y belleza de la familia y piden
misericordia hacia las familias heridas y frágiles. La Iglesia está llamada a "revelarles la
divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarlas a alcanzar la plenitud del plan de Dios
en ellas".
? En la tercera parte, la Relación sinodal nos invita a repensar la tarea de "anunciar
el Evangelio de la familia hoy, en los diferentes contextos", como pueden ser los cursos
prematrimonioales o el acompañamiento en los primeros años de la vida matrimonial.
Es necesario prestar mayor atención pastoral a quienes viven en el matrimonio civil
o en convivencias y tratar de ayudar a las familias heridas, a los separados, divorciados no
casados de nuevo, divorciados casados de nuevo, así como a las familias monoparentales y a
las personas con orientación homosexual y a sus propias familias.
La Relación recuerda también los problemas relativos a la transmisión de la vida y los
problemas que comporta la caída de la natalidad. Finalmente se incluye un apartado sobre el
desafío educativo y el papel de la familia en la evangelización.
Estas cuestiones y perspectivas habrán de madurarse y precisarse en las Iglesias
locales con vistas a la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, prevista para
octubre de 2015. Grupos parroquiales, movimientos y diversas instancias de reflexión y de
catequesis de adultos tienen aquí un buen programa de trabajo para este año.
EL PROFETA DEL MESÍASDomingo 3º de Adviento. B
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido". Así comienza el
texto del libro de Isaías que hoy se lee en la liturgia eucarística (Is 61m 1-2.10-11). En él se
anuncia a Israel, un profeta que recibe el espíritu de Dios y lo difunde. No lo difunde sólo de palabra, sino de obra.
Las obras del profeta son concretas y visibles. Su presencia se hará notar en la
sociedad. El profeta que recibe el Espíritu de Dios consuela a todos los que sufren, venda las
heridas de todos los desgarrados, libera a los cautivos y prisioneros y, sobre todo, inaugura un
año jubilar: el año de gracia de parte del Señor.
Además, el profeta proclama a los cuatro vientos un anuncio de alegría universal: el
Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. Este tercer domingo de
Adviento se hace notar por su invitación a la alegría.
TRES VECES "NO"
En el texto evangélico que hoy se lee se nos presenta también a un profeta (Jn 1, 6-8.19-
28). Es un enviado por Dios. Se llamaba Juan y venía como testigo, para dar testimonio de la
luz, para que por él todos vinieran a la luz. A continuación, el texto nos ofrece una precisión
importante: "No era él la luz, sino testigo de la luz".
Nos impresiona el interrogatorio al que es sometido Juan Bautista por los emisarios de
los sacerdotes y levitas de Jerusalén. Juan responde con verdad y humildad. Por tres veces
repite un "no" tajante a los que le preguntan. No es Elías, el gran defensor de la majestad de
Dios. No es el profeta anunciado por el Deuteronomio. Y no es el Mesías esperado.
Pero nadie puede vivir sólo de negaciones. Hay que definirse por un "Sí". Es preciso
reconocer lo que uno es y lo que está dispuesto a dar. Pues bien, para identificarse, Juan se
presenta como la voz que clama en el desierto, exhortando a todos a allanar los caminos. Eran
expresiones del libro de Isaías que anunciaban la liberación a los deportados.
EL ANUNCIO
Pero hay más en el mensaje de Juan. No se presenta como el esperado por su pueblo, pero no deja de anunciarlo:
? "En medio de vosotros hay uno que no conocéis". Ahora, como entonces, tenemos al
Mesías entre nosotros, pero no reconocemos su presencia. Necesitamos aprender a descifrar
los signos que lo anuncian.
? "Él viene detrás de mí y existía antes que yo". Ahora como entonces, hemos de
reconocer que somos un eslabón en medio de una cadena. Hay un antes y un después de
nosotros. El Señor nos precede y, a la vez, nuestro testimonio anuncia su llegada.
?"Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias". Ahora como entonces, hemos
de reconocer humildemente nuestro papel en la historia de la salvación. No somos el Señor.
Somos los siervos y los servidores del Señor. Nada más.
-Señor Jesús, acepta nuestro humilde servicio de evangelizadores. Tratamos de preparar
los caminos para que nuestros hermanos puedan reconocerte en este momento concreto de la
historia. Que tu luz nos ilumine y que nuestro testimonio creyente sea también creíble. Amén.
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