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El cabás
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El cabás

Actualizado 10/12/2014
Fernando Segovia

¿Quién me iba a decir que al paso de los años yo también utilizaría el cabás? Aquél cabás de las infancias de posguerra, tan útil, tan vistoso y tan representativo. Aquella cajita medio mágica de cuero (pocas de esas), de cartón o de madera que podía transportar desde la pizarra y los pizarrines, algunos cuadernos, trapos, la enciclopedia del hermano mayor, el bocadillo (grasiento o no, según el día), algún cachivache apreciado, la colección de cromos, las estampas. En fin, casi todo cabía ahí. Hasta la ilusión, el futuro entero y buena parte del pasado. Y lo portaban las niñas en su mayoría.

Ahora, con los años y el advenimiento de lo moderno, los hombres también lo llevamos y no exclusivamente para ir al colegio (que también). Algunos con salero, cierta naturalidad y hasta con talante de modernidad. Y qué útil el baulito ese de las narices. Unos lo colgamos del hombro, otros de la mano y alguno hasta tira de él con ruedas y todo como la jueza famosa (ojo, no confundir con los maletines de viaje). Y ahí que llevamos de todo. O casi de todo. Los manojos de llaves pesados y aparatosos que agujerean inmisericordes bolsos del pantalón, los móviles (teléfonos y ordenadores), monederos (más o menos llenos, que según y cómo), bolígrafos y lápices, documentos, botellitas de agua, pañuelos, gafas, cuadernos, libritos, también el bocata (sustituido en estos tiempos por la barrita energética o el kit kat), los caramelos para la garganta y las medicinas de media mañana o media tarde. Y algún adminículo más que pueda ser esporádico y no recuerde bien ahora.

Reconozco que tuve reparos al principio para usarlo. Luego terminé por llevarlo con la mayor naturalidad posible. Y hasta lo echo de menos cuando no me lo cuelgo al hombro a día de hoy. Como si me faltase algo esencial. Y mis bolsillos que lo agradecen. Encima queda estupendamente con la vestimenta que se lleve como responde a su moderno diseño y material (el complemento dichoso que igualmente se dice ahora). Oigan, lo remiso que yo era hace un tiempo a usar eso, y que ahora lo cuelgo al hombro con la mayor espontaneidad y hasta con deleite. Pues eso, que vivir para ver.

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