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Respetar el Castellano
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Respetar el Castellano

Actualizado 07/12/2014

Aunque no puedo dar fe de que así fuera, a través de fidedigna fuente me llegó en una ocasión la siguiente anécdota: hacia principios de los setenta un determinado profesor de centro público, en examen final de trascendencia notable ?fin de último curso quizá- dejó sin calificar el ejercicio de dos o tres alumnos con el pretexto ?o acaso sobre la razonable base- de que él estaba obligado y cualificado para valorar únicamente las respuestas que se le dieran en castellano y que en dicha lengua tal o cual palabra se escribía de manera diferente a como los alumnos la habían plasmado en el folio. Es decir les suspendía ?más exactamente les dejaba sin corregir el examen, pero el resultado era el mismo: volver en septiembre- por haber cometido alguna falta de ortografía.

Insisto: no puedo dar fe de que la anécdota sea verídica ?aunque sí parece verosímil- pero no puedo por menos de preguntarme cuánta gente acabaría hoy ningún ciclo formativo si se aplicara el criterio del mentado profesor.

Creo sinceramente que nadie, o muy, muy poquitos. Es terrible lo que uno tiene que leer en la mayoría de los textos a los que se asoma. Y si añadimos a las faltas ortográficas las sintácticas o gramaticales, ya son rarísimos los textos que pasarían la exigente criba del relato.

Escritos de médicos, abogados, jueces, arquitectos, ¡lingüistas! ?de pacotilla, claro- gente con preparación y formación, incluso con formación especializada en el idioma, deslizan tan brutales patadas al diccionario que sobrecoge leerlas.

Con ser ello terrible, desde luego, desde mi punto de vista no es lo peor: lo que indigna hasta la crispación es la forma de escribir, redactar o contar noticias de algunos periodistas. Yo no sé si en los medios escritos se ha prescindido ya definitivamente de la figura de aquel sabio redactor-jefe que corregía los yerros de los más bisoños, ni si pasar el corrector ortográfico de cualquier procesador de textos es un lujo que no puede permitirse hoy en día la prensa escrita ?digital o impresa-; pero tratar de evitar las tonterías que se dicen y las barbaridades que se leen es tarea que debería merecer la atención y el esfuerzo del responsable que proceda.

Y no hablo solo de de errores ortográficos. Cuando un padre asesina a golpes a sus dos hijas, no se puede escribir "dos niñas presuntamente asesinadas por su padre". Eso consigue lo que un periodista debe evitar siempre: trasladar la atención del hecho al titular. Inevitablemente llama la atención el relato más que lo relatado: el dislate gramatical más que la salvajada fáctica.

Yo creo que, ya desde primaria pero, desde luego en las facultades de ciencias de la información, debería haber una asignatura que enseñara a utilizar correctamente la herramienta básica de la profesión cuyo ejercicio se pretende.

El asesinato ?o el homicidio, o el parricidio o la muerte de las víctimas- no es algo presumido ni figurado. Es tan real como el dolor de la madre o el estupor de los lectores. Por eso el adjetivo presunto no puede predicarse de la muerte sino ?por respeto a la presunción de inocencia- de su autoría; y por eso decir "presuntamente asesinadas" es una solemne tontería que comete el redactor de tamañaza insensatez, cuya estulticia resulta muy poco presunta porque se antoja segura.

Cuando se quiere decir que dos niñas han sido asesinadas, hay que decirlo así: asesinadas. La muerte ha acontecido. El asesino es presunto hasta que lo diga el juez, pero el asesinato es concreto, real, inmediato y tangible.

Dos niñas han sido asesinadas. Y eso no se presume: se ve. Si lo han sido por su padre o por otro monstruo, puede ser algo presunto, pero el homicidio no. Por eso hay que titular "Dos niñas asesinadas, presuntamente por su padre", y no al revés. Y con esa coma donde debe estar, y no sin ella.

Cuando se dice "dos niñas presuntamente asesinadas por su padre" se está cometiendo una tropelía lingüística enorme y, lo que es peor, un disparate informativo que no debería quedar impune.

Pero esto es España y, a lo mejor quien tiene que velar por la ortodoxia gramatical del periódico resulta que no sabe castellano.

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