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Obras completas de Ratzinger. Un texto manipulado, una teología por aplicar
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Obras completas de Ratzinger. Un texto manipulado, una teología por aplicar

Actualizado 05/12/2014
Xabier Picaza

Obras completas de Ratzinger. Un texto manipulado, una teología por aplicar | Imagen 1

Con gran aparato y buenos medios, la BAC está para lanzar a la calle la obra completa del teólogo y Papa de J. Ratzinger / Benedicto XVI, y es una buena ocasión para celebrarlo, pues el teólogo Ratzinger tiene cosas importantes que decir, y el Papa Benedicto XVI ha trazado un camino eclesial en el que (de un modo o de otro) estamos todos implicados. En este contexto quiero destacar dos rasgos, según el título de esta postal:

a) En la cuestión del divorcio, del segundo matrimonio "cristiano" y de la comunión de los divorciados, Ratzinger ha sido un hombre y un Papa "manipulado". Decía unas cosas el año 1972, las que dirá el último Sínodo de la Familia (2014), en la línea del Papa Francisco. La opinión y tesis de Ratzinger en 1972 podría haber servido mucho al Papa Francisco... Pero ahora este Ratzinger de las "Obras Completas" se muestra (o le hacen mostrarse) contrario al Papa Francisco. Flaco servicio han hecho a Ratzinger (y a la Iglesia en su conjunto y al Papa Francisco) los que han cambiado aquellas palabras del 1972, queriendo así aparecer como si no las hubiera dicho. Le han enfrentado así al Papa Francisco.

b) En la cuestión relativa a la fraternidad de la Iglesia y a la comunión de todos los cristianos, antes y por encima de toda Jerarquía, el Ratzinger antiguo es un teólogo por descubrir. Tuvo de joven una idea de Iglesia, y pudo haberla cambiado siendo Papa, pero no lo hizo? Pero aquí sí que queda escrito lo que dijo, abriendo un camino para el Papa Francisco.

He sido uno de los traductores del primer volumen de las Obras Completas de Ratzinger (BAC, Madrid 2014). Puedo decir algo sobre el tema.

Disputa sobre la comunión de los divorciados?

Ha sido planteado por un trabajo programático de Ratzinger teólogo del año 1972 donde estaba a favor de un replanteamiento de la indisolubilidad del matrimonio y de la comunión de los divorciados; pensaba que es cristiano y evangélico abrir nuevas posibilidades de comunión y matrimonio cristiano allí donde el primero se ha roto. Era un texto profético el del año 1972, en la línea del Sínodo de Obispos 2014? Podía y puede ayudarnos muchos..

Pero aquel texto se ha considerado "peligroso", y el mismo Benedicto XVI, quizá empujado por su entorno, ha matizado y cambiado aquella tesis antigua en la revisión de su obra, como ha puesto de relieve con su inteligencia habitual J. Ignacio Calleja: https://www.facebook.com/joseignacio.callejasaenzdenavarrete?pnref=story

El cambio me parece comprensible (cambiamos todos con la edad). Lo que no veo nada claro es que se cambie el texto sin más, sin poner primero el texto de 1972... Por fidelidad a sí mismo (y por la fidelidad crítica que exigen una obras completas), Ratzinger/Benedicto XVI tenía que haber publicado el texto de 1972 "prout iacet" (como estaba)? añadiendo quizá una nota a pie de página (o un epílogo) con las razones que ha tenido para mudar de opinión.

Antes que Papa, Ratzinger ha sido un académico, un hombre de verdad. Mal favor le han hecho los que en la publicación de su obra no lo han tenido en cuenta. Por eso critican esta edición de las Obras Completas los círculos más "abiertos" de la Iglesia, empezando por los "vaticanistas" famosos:

http://www.atrio.org/2014/11/cuando-ratzinger-aceptaba-la-comunion-a-los-divorciados-que-se-han-vuelto-a-casar/

http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/11/28/la-autocensura-de-ratzinger-iglesia-religion-dios-jesus-papa-obispo-matrimonio.shtml?fb_action_ids=402484513238146&fb_action_types=og.comments

Es normal que le aplaudan y citen los más tradicionales de la Iglesia, aquellos que en el fondo están en contra del Sínodo 2014. Mal favor te han hecho, Papa Ratzinger, publicando así cambiado tu texto antiguo. Mal me parece la visión de los que en el fondo quieren poner al Ratzinger en contra de Francisco. Cf.

http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=22666

Comunidad antes que jerarquía. Ratzinger, un teólogo por descubrir

La suerte ha querido que yo sea uno de los traductores de su primera obra (vol I, pags. 486-604. Ha sido una historia extraña: En principio me ofrecieron traducir parte de su obra, después me pusieron dificultad y me dijeron que "no convenía" (¿no querían unir el nombre de Ratzinger al mío?)? Pero, al fin, el director de la BAC, Prof. C. Granados, a quien agradezco su gentileza, me confirmó la petición, y así aparezco como traductor con los profesores Mardomingo y Matito (aunque lamento que no se diga en su lugar la parte que nos corresponde a cada uno)..

No me pusieron ninguna condición como traductor, no creo que me hayan cambiado nada, no he revisado letra a letra el texto. Fue un trabajo grato, aunque difícil (por el mucho griego, con sus endiablados acentos). Quizá otro día vuelva a algún otro matiz de la obra primera de Ratzinger. Aquí sólo quiero citar las páginas finales de un trabajo suyo, titulado "El concepto de Iglesia en el pensamiento patrístico".

Es un trabajo que va en la línea de lo que quiere el Papa Francisco. Se podrá decir que este Ratzinger de la Iglesia-Comunión antes de toda jerarquía fue Papa Benedicto XVI y que no hizo nada por poner en marcha su proyecto. Pero "lo dicho dicho" está, y el Papa Francisco puede apoyarse en su predecesor.

El texto traducido corresponde a las págs. 595-604 de estas Obras Completas I, y traduce un trabajo publicado por Ratzinger el año 1965 en holandés e italiano (por desgracia, en Obras Completas I, 707, con poco sentido académico no se dice el origen del texto, que es, según he investigado, es "Il Concetto della Chiesa nel Pensiero Patristico," in I Grandi Temi del Concilio, Rome: Paoline, 1965, pp. 154-155).

Así pensaba Ratzinger hace cincuenta años. Su visión básica de la Iglesia no se ha desarrollado hasta ahora. Buen trabajo tiene el Papa Francisco en el año 2014 para poner en marcha al programa de Ratzinger en 1965. Todo lo que sigue es de Ratzinger:

Los portadores del ministerio de la Iglesia y el Cuerpo de Cristo

obras-completas-de-ratzinger.jpg

Las reflexiones anteriores han evocado ya otro factor, que constituye el segundo motivo de la eclesiología de la patrística y que al mismo tiempo nos hace comprender bien la estrecha relación de lo que sigue con las cosas ya dichas. Nos hemos referido ya a ello: La comunidad se realiza siempre en un determinada grupo, cuya existencia depende esencialmente de esa comunidad. Pero, por su parte, una comunidad de ese tipo no permanece aislada, sino que está vinculada con otras comunidades que, tomadas de un modo conjunto, constituyen la Iglesia. Pero en el lenguaje de la patrística (siguiendo el uso de la palabra en el Nuevo Testamento) las comunidades individuales se llaman también ecclesia, de manera que podríamos decir: las muchas ecclesiae forman juntas una única Iglesia. Pues bien, ésta (única Iglesia) se encuentra esencialmente determinada por el hecho de que ella también es la comunidad de todos aquellos que comulgan (se comunican) juntos en el Cuerpo de Cristo.

Por eso, una parroquia individual puede ser designada también con este título honorífico de iglesia, el mismo que se aplica también a la Iglesia como totalidad, porque también en ella (en la parroquia) se administra el acontecimiento decisivo que posibilita que la iglesia sea verdaderamente Iglesia: La unificación en ofrenda y comida con el redentor crucificado y resucitado. Uno se pregunta ahora: ¿Cómo han de vincularse las ecclesiae particulares, para que ellas puedan edificar una única Iglesia? Y, además de eso, ¿cómo deben configurarse las parroquias para que ellas puedan llamarse justamente «ecclesia» y puedan ser entendidas como visibilización de la única Iglesia de Dios sobre la tierra?

1) El ministerio eclesiástico y la eclesiología eucarística

En este punto debemos recordar la realidad del sagrado ministerio, es decir, del «ordo», como se designa en el lenguaje de la Iglesia el sacramente del ministerio eclesiástico. La realidad del sagrado ministerio, igual que cada sacramento, remite a nuestro Señor. Su ordenamiento concreto se ha configurado en sus detalles hacia el final del tiempo apostólico y durante el tiempo del así llamado «catolicismo naciente», al comienzo de la época patrística. En la medida en que aún hoy es posible hacerse una idea de este desarrollo, hubo en el principio una diferencia entre la forma judeo-cristiana y pagano-cristiana del ministerio eclesial.

En el ámbito del judeocristianismo, siguiendo el ejemplo de la sinagoga, se suele hablar fundamentalmente de presbíteros, es decir, de ancianos; en el ámbito del paganocristianismo se suele hablar de obispos. Ambos grupos aparecen en plural y fueron considerados al principio básicamente como idénticos (cf. Ap 20, 17 con 20, 28). En el ámbito del paganocristianismo apareció además desde antiguo el grupo de los diáconos (Flp 1, 1) (los siete varones de los Hechos de los Apóstoles que, en general, suelen considerarse como iniciadores del diaconado, no aparecen en el texto con este título de diáconos).

Merece la pena introducirnos aquí, por un momento, en la terminología que en ese contexto ofrece el Nuevo Testamento. Así descubrimos de hecho que, tanto para los ministerios eclesiásticos como para la liturgia, esa terminología evita precisamente las expresiones del culto pagano o judío. Los portadores de los ministerios no reciben en ningún momento el nombre de «sacerdotes». Por el contrario, el Nuevo Testamento utiliza expresiones que son justamente profanas («supervisor», «anciano», «servidor»). Este dato pone de relieve algunos aspectos importantes de la concepción que se tenía de los ministerios eclesiales en el tiempo del primitivo cristianismo.

El hecho de que en principio el ministerio de los sacerdotes no tenga apenas designaciones fijas, y que las reciba del lenguaje profano y no del sagrado, no sirve para indicar precisamente que el ministerio sea profano, sino que es una consecuencia de la autoconciencia del cristianismo primitivo, que, al formular su mensaje rompe, de un modo consciente las conexiones con las religiones antiguas, y así hace visible su inaudita revolución espiritual que proclamaba la santidad de lo profano y la carencia de santidad de las religiones anteriores.

El cristianismo ha creado una nueva forma de santidad y un nuevo ministerio, que no empalma con la pompa del antiguo culto, sino con la simple humanidad del hombre Jesús, declarando que esta humanidad es verdaderamente sacerdotal. De esta manera se manifiesta ya, al mismo tiempo, el carácter de servicio del ministerio cristiano. Conforme a la palabra de Jesús, todo ministerio cristiano es diaconía:

«Quien quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor,

y quien quiera ser primero entre vosotros sea esclavo de todos» (Mc 10, 43 s).

Volvamos ahora al despliegue de la estructura del ministerio cristiano en el principio del cristianismo. La situación en el tiempo de los apóstoles está caracterizada por el hecho de que la figura dominante de los apóstoles se sitúa por encima de los obispos y presbíteros: Pablo en el ámbito del paganocristianismo, Santiago en el ámbito del judeocristianismo; y Simón Pedro era como el enganche que vinculaba a los dos. Pues bien, una vez que murieron esas cabezas, vinculadas por el apostolado, se vio que era necesaria una nueva ordenación de los fundamentos del ministerio eclesial, y así apareció claramente por vez primera con Ignacio de Antioquía.

Del colegio de los presbíteros y de los obispos brota el obispo monárquico, que asume el puesto central, y que sigue a los apóstoles. Al mismo tiempo se entremezclan los elementos judeo- y pagano-cristianos, de manera que surge como resultado una estructura de tres planos: Obispo presbítero diácono. La existencia de una jerarquía así determinada tiene como consecuencia el hecho de que la Iglesia viene a presentarse como una colectividad que se funda en la Communio, pues cada creyente sólo logra la unión legítima con los apóstoles y de esa manera la vinculación con Jesucristo a través de la vinculación con el obispo. Ésta es la consecuencia: la iglesia se da allí donde existe este ministerio de tres planos (un ministerio que por otra parte permanece todavía durante largo tiempo como algo variable). En una iglesia así determinada existe todo aquello que hace que la iglesia sea Iglesia, aunque la comunidad particular no se baste a sí misma.

Junto a esta articulación vertical, que se repite básicamente en cada comunidad, y que determina su estructura interior, existe, al mismo tiempo, la organización horizontal, que viene dada por el hecho de que cada obispo particular sólo posee su carácter de obispo si se mantiene en comunión con los (otros) obispos católicos. Pues el obispo particular no es sucesor de un único apóstol, sino que es el colegio de los obispos el que sucede al colegio de los apóstoles. Cada obispo particular permanece en la sucesión apostólica a través de su pertenencia a ese colegio.

Según eso, para cada obispo resulta esencial su vinculación (con otros obispos), y ello se expresa en la iglesia antigua de diversas maneras: en primer lugar con la participación de varios obispos en la consagración de cada obispo y además a través de los sínodos, con los cuales ellos despliegan de hecho su fraternidad. Por otra parte, la unidad de los obispos lleva consigo la unidad y comunión de las comunidades particulares en sí mismas, que, de esa manera, a pesar de toda su diversidad, constituyen verdaderamente una única iglesia. De esa forma se vuelve al mismo tiempo visible la forma concreta de unidad de la Iglesia que caracteriza el concepto de iglesia del tiempo de los padres: La Iglesia es ante todo "una" porque ella comparte la palaba y el pan, es decir, el Cuerpo y el Logos del Señor.

Como comunidad eucarística de mesa, cada comunidad particular actualiza en sí (como hemos visto) toda la esencia espiritual de la Iglesia. Pues bien, esto sólo es posible por el hecho de que ella se mantiene en relación de comunión con todas las otras comunidades, cosa que, por decirlo de nuevo, no sería posible sin la unidad de la palabra creída y testimoniada en común. Según eso, la unidad de la Iglesia está fundada en el corazón de la celebración eucarística: El cisma entre la iglesia de Oriente y la de Occidente comenzó en el momento en que, al comienzo del siglo XI, en Constantinopla se dejó de nombrar en el canon a los obispos de Roma.

En la fiesta de la comunión está internamente presente la comunidad de los hermanos. Allí donde esa comunión horizontal se apaga o falta, viene a lesionarse la iglesia como tal

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